Donostia. "Jamás pensé que yo iba a estar aquí". Es el testimonio de una de las más de 90 personas que atienden diariamente los trabajadores y voluntarios del Aterpe de Donostia, cuyo traslado al barrio de Amara cumplirá en septiembre dos años. El responsable de este programa de atención a personas sin hogar, José Antonio Lizarralde, afirma que desde que comenzó la crisis económica han notado un incremento gradual de en torno a un 15% en el número de personas que se acercan al Aterpe en busca de ayuda.
El perfil de algunas de estas personas, sin embargo, no encaja en este programa dirigido a personas "sin un tejido social que les acoja". "Son personas con hogar, que pueden haberse quedado en paro y se encuentran en una situación económica muy apretada para llegar a final de mes", explica Lizarralde.
En este sentido, menciona la necesidad de que las instituciones incluyan en su red de servicios sociales recursos "normalizadores", como cocinas económicas, por ejemplo, en las que estos donostiarras en situaciones límite puedan recibir un servicio de comida a bajo coste o incluso gratuito. Precisamente, en esta línea está trabajando el departamento de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Donostia, cuyos técnicos han contando, entre otros, con el asesoramiento de José Antonio Lizarralde, más conocido como Pottoko, con una reconocida y larga experiencia en la educación y asistencia social.
Lizarralde explica que la función del Aterpe no se limita únicamente a la labor física de hacer y servir comidas, sino que "hacemos una labor de acompañamiento y de promoción personal". Así, derivan a cada participante al proyecto que corresponda de acuerdo a sus necesidades. "En el caso de estas personas que pueden estar en paro y atravesando situaciones difíciles no tienen por qué estar aquí en el Aterpe, no son personas sin hogar. Tiene que haber otro tipo de estructuras, porque el Aterpe es muy digno, pero no deja de ser un centro para personas sin hogar y eso marca", asevera.
CADA VEZ MÁS JÓVENES Este educador social afirma que en los dos últimos años está bajando la media de edad de las personas que recurren al Aterpe. "La crisis está pegando muy fuerte", lamenta. Actualmente, el perfil de los participantes en el programa de Cáritas es un hombre de entre 35 y 40 años, aunque cada vez se ve más presencia femenina.
Lizarralde diferencia entre dos perfiles: por un lado, los emigrantes, mayoritariamente sin problemas de alcohol o drogas, que hasta hace bien poco estaban trabajando y llevando una vida normalizada, pero debido a la crisis y carecer de tejido social que los acoja, se encuentran en esta situación. Y por otro lado, la "gente de la calle", la mayoría de nacionalidad española con problemas de consumo, enfermedad mental y deterioros más o menos importantes.
Pottoko insiste en que "cualquiera puede verse en una situación similar a la que se enfrentan las personas que vienen al Aterpe. No son gente de un nivel inferior, hay de todo, incluso universitarios, algunos ingenieros". Explica que "a lo largo de la vida todos sufrimos golpes duros y, en función de la gente que te rodea y de otras circunstancias, pueden hacerte caer o no saber gestionar la situación. Hay quien no tiene destrezas personales para afrontar esas crisis, lo que les sitúa en situaciones muy complejas".
En este punto, reitera la importancia de que la atención a estas personas se traduzca en una "verdadera integración social", que estas personas logren recuperar su "autonomía y dignidad".
20 años de servicio Con ese objetivo y en esa dirección reman conjuntamente los educadores sociales contratados y los más de 160 voluntarios que colaboran en el Aterpe. Un servicio que inició su andadura, recuerda Lizarralde, allá por el año 1992, como un pequeño comedor social. Tras más de una década en la Parte Vieja, el Aterpe de Cáritas cumplirá dos años en las instalaciones de Amara, junto a la parroquia de la Sagrada Familia: 1.000 metros cuadrados que acogen una cocina y un amplio comedor donde ofrecen diariamente desayuno, comida, bocadillos y merienda-cena. El horario de estos servicios se ampliará una hora, cerrando a partir de las 18.00 horas y se extenderá el servicio a los sábados y festivos por la tarde, ante la demanda existente.
Además de las comidas, el Aterpe ofrece servicios de enfermería, lavandería y peluquería, así como 20 camas para alojar temporalmente a personas sin hogar. Este servicio social está prácticamente completo a diario, aunque Lizarralde explica que no deja de ser un alojamiento temporal.