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Cien años de historia entre fármacos

la farmacia zabala de bergara, enclavada en el nº 25 de barrenkale, cumplirá el próximo mes un siglo de andadura

Cien años de historia entre fármacosFoto: a.d.

qUE un establecimiento cumpla 100 años no es algo que ocurra todos los días. Y menos aún que lo haga teniendo al frente a una misma familia. De ello puede presumir la farmacia Zabala de Bergara, que el próximo mes ingresará en el selecto club de los centenarios.

En el número 25 de la calle Barrenkale, Luis Zabala Garai abrió las puertas de su negocio en agosto de 1913. Lo hacía en el local situado en el bajo de la casa donde residía y donde, hoy en día, sus descendientes siguen viviendo. En la segunda década del siglo pasado, en la villa mahonera, existían otras dos boticas, Pantaleón Zabala y Hermanos Atxa, ambas en la calle Bidekurutzeta. Estas dos últimas con el tiempo echaron la persiana, dejando en la protagonista de este reportaje el título de farmacia más veterana de las cinco que hoy en día alberga el municipio.

En este intenso siglo de vida, las cuatro paredes del establecimiento, enclavado en pleno casco histórico, encierran un buen puñado de historias. Algunas de ellas son desgranadas en estas líneas por Iñigo Zabala, que regenta actualmente el negocio, y sus padres Luis Mari Zabala y Mari Carmen Puy.

En sus primeros años de andadura la farmacia desempeñó no pocas funciones. "Entonces no había ambulatorio ni seguridad social, y los médicos pasaban consulta en las casas de sus pacientes. De modo que en las boticas se daba el servicio de primeros auxilios, se cosían heridas, se ponían grapas... Y, para ello, se contaba con una camilla", recuerda Iñigo que ha seguido los pasos de su abuelo y de su progenitora en la profesión farmacéutica.

Sin duda, eran otros tiempos. No se disponía tampoco del actual abanico de fármacos. "Existía la aspirina y poco más. La mayoría eran preparados. No había antibióticos, por ejemplo, la penicilina no se descubrió hasta 1928 y comenzó a comercializarse después de la Segunda Guerra Mundial. Así que para cuando llegó a España... Muchas veces estos medicamentos se traían de contrabando de Francia u otros lugares", explica Iñigo, que ha escuchado en casa estas historias en numerosas ocasiones.

'Las tertulias de rebotica'

De Matxiategi a Barrenkale

La farmacia que impulsó Luis Zabala, que contrajo matrimonio con Mikaela Amutxastegi, sigue conservando parte de su esencia de antaño. Sus sucesores han realizado reformas en la zona de atención al público, adecuando su mostrador y expositores. Sin embargo, en su hermosa rebótica, donde se almacenan en estantes todos los fármacos, sin olvidar el laboratorio, se guarda un joya muy especial: la mesa que albergó las famosas tertulias de rebotica de aquella época. "¡Si ésta hablase...!", exclaman los tres al unísono.

"Por aquí han pasado jueces, políticos, sacerdotes y otras muchas personas. En esta tradicionales tertulias tomaron parte José Antonio Agirre, Telesforo Monzón, los Unceta...", se acuerda Luis Mari Zabala que por aquel entonces era un crío que correteaba por el negocio de su padre, donde más tarde estuvo despachando a los clientes a lo largo de 42 años.

Con los avances de la industria farmacéutica, el modo de trabajar fue cambiando. Mari Carmen Puy, que empezó a ejercer la profesión en 1963, fue ya testigo de ello. Nacida en Pasaia, desembarcó en Bergara para emprender su propio proyecto. En el polígono Matxiategi abrió la botica que luego traspasó -tomó el actual nombre de Estella- para llevar las riendas del establecimiento de la familia de su marido. "Cuando yo estuve al cargo, de 1987 a 2003, se llamó Farmacia Puy", comenta.

"Hemos atendido a muchísima gente. A veces, incluso, hemos hecho labor de confesionario, porque algunos nos contaban sus problemas personales", añade, a la vez que asegura que ha percibido "mucho cariño" por parte de los clientes. "Se aprende mucho tratando de cara a la gente", sostiene esta pasaitarra bergaresa de adopción.

La tercera generación llegó con Iñigo. Desde 2003 lleva la batuta de la farmacia Zabala-Puy donde trabaja un equipo de cuatro personas, entre ellos, su hermano Jon Zabala. En el local de al lado, también en el bajo del número 25 de Barrenkale, donde en tiempos de Luis Zabala hubo una droguería y después en 1995 pasó a ser una perfumería, hace nueve años que pusieron en marcha una óptica de la que se encarga su hermana Amaia Zabala.

A Iñigo le ha tocado lidiar con cambios de otro calado. Sobre todo, en los últimos años a merced de la revolución de los medicamentos genéricos, el copago... "Ahora, para hacer lo mismo que antes tenemos mucho más trabajo. Hay mucha más burocracia en la receta", insiste el farmacéutico bergarés.

Un buen puñado de anécdotas

Limonada purgante y la canica

Las anécdotas que envuelven este largo recorrido son de todo tipo. "Hay una que siempre la cuento", comienza su relato Luis Mari. "En la época de mi padre se solía hacer un preparado de limonada purgante. Una noche vino un casero a la farmacia y se llevó uno. Pero antes de llegar a su casa se dio la vuelta para preguntar por la canica. Y es que antiguamente las botellas de los refrescos de los bares tenían una canica y este hombre pensó que lo que le había servido mi padre era la misma bebida", se ríen mientras comparten entre los tres gestos de complicidad.

Con los nombres de los medicamentos, en algunos casos bastantes complicados, en las boticas las anécdotas tampoco se quedan cortas. "Había un hipotensor que se llamaba Adelfan Esidrex y algunos te decían: dame la Adelfa e Isidro", rememoran sonrientes. "O quiero trapo de espada en alusión al esparadrapo", agrega Luis Mari.

¿Y dónde está la fórmula mágica para alcanzar los 100 años?. "Yo creo que en amar la profesión. Ese cariño hacia ella te hace mantenerte en el tiempo", afirma rotundamente Mari Carmen. Un siglo de trayectoria y con mucha salud. "Nos gusta lo que hacemos y aquí seguiremos el máximo tiempo posible", sentencia Iñigo.