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"Hoy en día no se escucha lo que nos está diciendo el cuerpo; se toma una pastilla para que no duela"

Aunque nació en Gerona, la macrobiótica ha llevado a Estefani a diferentes ciudades y desde hace cuatro años regenta junto a su madre la casa Artatxoenea de Albiztur. Es un espacio abierto, donde compartir experiencias, disfrutar con la cocina macrobiótica y la naturaleza

"Hoy en día no se escucha lo que nos está diciendo el cuerpo; se toma una pastilla para que no duela"Foto: M.s.s.

Albiztur. Tras degustar una sopa de lenteja roja y un plato de arroz integral con calabaza, calabacín, apio rallado y perca en tempura, comienza la charla con Estefani Seidenberger, que regenta junto a su madre y gran maestra Lourdes Artacho, la casa macrobiótica Artatxoenea de Albiztur. Muchos amigos comparten con ellas todo lo relacionado con la macrobiótica y el mundo natural. A Estefani le apasiona la cocina, es una artista de los fogones, y el boca a boca a hecho que cada vez sean más las personas que se acercan al mediodía a Artatxoenea a degustar un plato equilibrado y sano.

¿Cómo comenzó a interesarse por la macrobiótica?

Yo me crié en el centro macrobiótico Cuisine et Santé, dirigido por el Maestro René Lévy, que ha fallecido recientemente. Y he trabajado junto a él y a mi madre, toda la vida. Actualmente soy la única persona en Euskal Herria que realiza la Macrobiótica Original o Macrobiótica Zen. Es decir, la auténtica macrobiótica, difundida por el pionero Georges Ohsawa (Sensei Japonés) y por René Lévy (discípulo directo de Georges Ohsawa).

Ha aprendido mucho de su madre, ¿verdad?

Mi madre estaba enferma desde los tres años, tiene trece operaciones, pesaba 40 kilos midiendo 1,71, y llevaba tiempo ingresada en el hospital. Hace 24 años los médicos le dieron tres meses de vida. Justo entonces René Lévy fue a Gerona a ofrecer una conferencia y mi madre salió del hospital para ir a verlo. Vio que dos productos de los cuales ella era una gran consumidora, el café y el azúcar, no eran buenos y que ella sentía los efectos que producían. Reflexionó, y con su aspecto monstruoso se fue al centro de René Lévy en Francia. En dos meses mejoró tanto, que quiso profundizar en la macrobiótica.

¿Qué hizo entonces?

Pasamos ocho años en Francia y mi madre se formó, desaparecieron todos los síntomas de la enfermedad y recobró toda su energía. También vivimos en Italia, donde montó un restaurante macrobiótico, y después volvimos a España. En Gerona ya había un movimiento macrobiótico y en Donostia se creó el restaurante de Intxaurrondo y la llamaron para que les ayudara. Yo también trabajé con René en Francia, en la cocina, y después me vine a Donostia. Vine de visita y me gustó el ambiente que había, con mucha gente joven, aunque yo en principio no me quería dedicar a la macrobiótica...

¿Y por qué cambió de opinión?

De joven consumí bastante azúcar y veía que me estaba estropeando. De niña nunca cogía un resfriado y no sabía lo que era una jaqueca. Me tuve que estropear un poquito para cogerle aprecio a la macrobiótica.

¿Cómo llegan a Albiztur?

Después de Donostia fuimos a Amezketa y hace cuatro años nos instalamos en Albiztur. Aunque ahora ella esté en Saint Gaudens, es un proyecto de las dos abierto a todo el mundo.

¿Qué es la macrobiótica?

La macrobiótica es milenaria y significa volver a nuestros orígenes. Se dice que el hombre es carnívoro, pero no es así: es cerealiano. Y lo demuestra nuestra dentición que es para moler y la saliva, que deshace los almidones que no están en la carnes, sino en los cereales y las legumbres. En cuestión de alimentación, sigue el orden de la naturaleza, es decir, se consume lo de la región y lo de la estación. Intentamos que casi todo lo que se consume en Artatxoenea sea de nuestra huerta. No somos vegetarianos estrictos y en macrobiótica no hay nada prohibido, hay que tener conciencia de lo que produce cada alimento. La base es el cereal, que nos proporciona una combustión lenta y energía duradera, y se complementa con legumbres y verduras, pero podemos comer un poco de pescado, pollo, queso... Intentamos hacer menús equilibrados, y los extremos de vez en cuando, de lo contrario el cuerpo no lo soporta.

¿Qué quiere decir con eso?

Los primeros síntomas son cansancio, resfriados, acidez, granos, manchas... El cuerpo nos está avisando. Hoy en día no se escucha al cuerpo, se toma una pastilla para que no duela. Poco a poco nosotros mismos nos estamos creando una enfermedad. Depende de la constitución que tengamos y de cómo se alimente uno, podremos tener una u otra enfermedad.

¿Somos lo que comemos?

Claro, y es verdad, porque hay gente que come mucho huevo y habla como una gallina, o la gente que bebe mucha leche se le van separando los ojos. Cuando alguien comienza con la macrobiótica, la cara y el cuerpo vuelve a su ser. Si uno cuida su cuerpo en todos los sentidos, envejece, pero no se degenera.

Para usted es una prioridad formarse, ¿verdad?

La gente me presiona para que dé cursos, conferencias.... Sin embargo, yo soy de la opinión que hay que hacer las cosas bien y sobre todo tener una buena formación. Ahora mismo estoy estudiando Nutrición y Dietética en la universidad de Vitoria. Y tengo algún plan más de estudio.

Su proyecto actual se llama Artatxoenea. ¿Qué hacen aquí?

Hacemos de todo, relacionado con la macrobiótica, la gente me hace encargos. Ahora empezaré a hacer turrones. Es una casa abierta a todos el mundo, donde los amigos compartimos experiencias.