QUE Maritxu Kajoi está en plena forma nadie lo pone en duda. Y, menos aún, nadie pone en duda su autenticidad, a pesar de que la merecida fama que se ha labrado en sus 34 años de existencia ha terminado por saldarse con algún que otro imitador. La fiesta que desde hace más de tres décadas envuelve Arrasate el primer viernes de octubre mueve masas. A lo grande. Y ayer fue un claro ejemplo de ello.

Con la Herriko plaza a rebosar y la euforia colectiva en el primer plano de la escena, Maritxu hizo su particular aparición -el esperado milagro- ante sus incondicionales fieles, después de la habitual ofrenda floral. La patrona de los txikiteros se solidarizó con el modelo festivo participativo (jai herrikoiak) y, por unos instantes, la imagen de la virgen se ocultó para ceder el testigo al famoso personaje de la Semana Grande bilbaina, Marijaia. Maritxu reivindicó unas fiestas populares (organizadas por el pueblo) ante el veto impuesto en algunas celebraciones como en la pasada Aste Nagusia de la capital vizcaína. Los escapularios también se imprimieron con el lema Jaiak bultzatuz!.

Pero, para entonces, la fiesta ya llevaba unas horas de recorrido, sobre todo, gracias a los numerosos arrasatearras que se tomaron libre tan señalado día. Las mujeres enfundadas en variopintos vestidos y los hombres luciendo trajes con corbata o pajaritas, se echaron a la calle dispuestos a exprimir a tope un festejo empapado de grandes dosis de elegancia, buena compañía y un buen puñado de tragos. La jornada se prolongó en una gaupasa para los miles de jóvenes que ayer tomaron la villa cerrajera.