LA Cooperativa Benéfica Placencia, fundada el 9 de mayo de 1910 por 16 ciudadanos (todos ellos hombres) y con el objetivo de "mejorar el suministro de todo tipo de género al pueblo", acaba de cumplir un siglo de su constitución. Para celebrarlo, las trabajadoras y las personas que integran la junta directiva han organizado diversas actividades, que se llevarán a cabo los días 21 y 22 de este mes y estarán abiertas a la participación de toda la ciudadanía.

En cualquier caso, el grupo que puso en marcha la Cooperativa Benéfica Placencia (en el año 1946 pasa a denominarse Sociedad Cooperativa de Consumo Placencia) difícilmente podrían imaginarse que la iniciativa que impulsaron bajo la presidencia de Emilio Pérez y con un capital de diez pesetas iba a cumplir un siglo de existencia; más aún cuando la inmensa mayoría de las sociedades de consumo creadas durante la primera mitad del siglo XX ya forman parte de la historia de las localidades que las acogieron.

Begoña Pérez de Labeaga, que acaba de iniciar su retiro tras 44 años al servicio de la cooperativa (empezó a trabajar en ella a los 16 años), constata que actualmente apenas son siete las cooperativas de consumo que siguen desempeñando su labor en Euskadi. "Además de la de Soraluze, están las de Oñati, Araia, Zarautz, Barakaldo, Zegama y Lasarte", explica con satisfacción.

Para ella, la Cooperativa de Consumo de Soraluze es "como una pequeña familia" que ha conseguido sobrevivir al paso del tiempo "porque ha sido y es la tienda del pueblo, quizás el establecimiento más completo que hay en Soraluze".

En términos similares se expresa Mila Moro, que lleva dos décadas trabajando en la Cooperativa de Consumo. A su entender, "la variada oferta" de la entidad y su "buena ubicación" son algunas de las razones que le han llevado a superar etapas.

Aún así, para ella la clave está en el trato que se ofrece a la clientela. "Si una persona mayor no puede con las bolsas de compra se las llevamos a casa y eso no es algo que se haga en todos los sitios", reconoce.

Tanto Mila como Begoña no tienen dudas de que "el espíritu cooperativista hace tiempo que se perdió". Sin embargo, afrontan con optimismo el futuro de la Cooperativa de Consumo de Soraluze.

Según explican, "las cuentas del pasado año también se cerraron con un pequeño beneficio y eso ha posibilitado un retorno de 0,70 euros en vales de compra para los socios", que en la actualidad son "unos 500 ciudadanos". Cada socio cuenta con un fondo personal de 108 euros y en el caso de que haya beneficios recibe "un pequeño retorno, en función del consumo que haya realizado".

Eso sí, desde la Cooperativa insisten en que sus puertas están abiertas "a todas las personas", que en la actualidad pueden adquirir "productos alimenticios, ropas y pequeños electrodomésticos".

En continua evolución

Muchos cambios y ciudadanos que han dejado huella

La Cooperativa de Consumo de Soraluze centralizó toda su actividad en el remodelado edificio de Loiola Etxea (antigua residencia de jesuitas) en mayo de 1971. Hasta entonces, las ventas se llevaron a cabo en diferentes locales (en uno de la calle Etxaburueta estaban la carbonería y la panadería -los propios trabajadores hacían el pan- y en Loiola Etxea los comestibles y tejidos).

Además de la ubicación, con el paso de los años también han sido inevitables los cambios en la oferta de la cooperativa. Begoña Pérez de Labeaga recuerda los tiempos en los que productos como el vino, el aceite, el azúcar, el café o las galletas se vendían "de forma suelta". Tampoco olvida las incontables ocasiones en las que llegó a casa bañada en vino, "porque hace 40 años se cogía de unas barricas enormes con un tubo que a veces se llenaba de aire y hacía que echar el vino a las botellas fuera toda una aventura".

De todos modos, los principales recuerdos que guarda en su memoria están protagonizados por los propios ciudadanos, muchos de ellos ya fallecidos. Es el caso de Águeda Murgoitio que "el día de su cumpleaños siempre nos traía café a las trabajadoras". También le vienen a la mente "los pasteles que nos traía María Asen Berrueta y los chistes que nos contaba José Luis Elkoro Pope mientras esperaba en la cola para pagar".

Evidentemente, la Cooperativa de Consumo de Soraluze ha cambiado a lo largo de su dilatada historia para amoldarse a los nuevos tiempos. Las actuales empleadas (Ana Sebal, Esosi Unamuno, Pilar Etxeberria, Mila Moro, Maite Agirrebalzategi e Isabel Aristi) dan fe de ello, así como de los "problemillas" que en los últimos años están teniendo con los gitanos llegados de Rumanía. "Ahora también hay veces que nos toca hacer de detectives y siempre tenemos a mano el número de la Policía Municipal, cosa que antes no pasaba", sentencian con cierto aire de nostalgia.