Irun. Javier Mariño es una persona muy hospitalaria, un trabajador nato que mete tantas horas como el que más en su negocio y además de eso, preside un club de fútbol que cuenta con una docena de equipos y con una escuela en la que practican este deporte unos 80 niños y niñas. Dice sentirse "muy querido por la gente de Irun", especialmente en el barrio de Anaka, donde afincó su restaurante, que aunque hoy es un éxito (para comer allí los sábados y domingos hay que reservar al menos con una semana de antelación), le obligó también a seguir trabajando muchos años de albañil, "hasta que gané lo suficiente para poder ampliar el negocio y seguir adelante".
¿Por qué dejo usted Galicia y cómo recaló en Irun?
En casa éramos doce hermanos, y para poder tirar para adelante, teníamos dos opciones. O comprar más tierras y trabajarlas, o buscarnos la vida. Salí de allí con 17 años y llegué a Donostia, donde estuve durmiendo en un sofá durante mes y medio. Luego, encontré trabajo de albañil en Irun y con el tiempo, hace 31 años, montamos el bar.
Lleva usted más de 40 años en Irun y todavía conserva el acento gallego. ¿Tanto apego sigue teniendo a su tierra natal?
Lo del acento es circunstancial, porque da la casualidad de que mi mujer también es gallega y por eso, en casa seguimos hablando en gallego. Pero ahora mismo, después de tantos años, Irun es mi casa, aquí han nacido mis hijos y aquí espero poder cuidar algún día también de mis nietos. Mi vida está aquí. Tengo una casa en la playa, en Galicia, pero me veo más ya de visitante cuando voy por allí.
¿Cuántas horas trabaja usted al día, entre el club y el restaurante? ¿No tiene ganas de jubilarse?
Dedico casi toda mi vida al trabajo, tanto en el restaurante como en el club, pero sigo la máxima que me enseñaron mis padres, que también estaban vinculados al mundo de la hostelería. En un negocio hay que sembrar con una mano para recoger con la otra, siempre. Y sí, tengo ganas de jubilarme, porque ahora meto a veces 16 y 17 horas al día, sobre todo los fines de semana. Pero creo que para mí, no sería bueno estar demasiado tranquilo o sin hacer nada. Espero, eso sí, poder dejar muchas cosas en otras manos y bajar el ritmo de mi vida, que es demasiado acelerado.
El pasado día 13, el Casino de Irun le otorgó el premio honorario de "Irunés de Toda la Vida", que reconoce el trabajo que hacen por la ciudad personas que no son nacidas en la localidad. ¿Qué ha supuesto para usted este galardón?
Recibir este premio ha sido un gran honor y algo que nos ha hecho muchísima ilusión a mí, a mi mujer y a toda mi familia, porque es un premio muy simbólico y que se da con mucho cariño hacia la persona galardonada. Es lo que siempre he recibido de la gente, tanto en Anaka, que es mi barrio, como en todo Irun; me siento muy querido y apreciado. Creo que se han reconocido cosas de mi trayectoria, como el haber creado el club de fútbol, en las que hay muchas más personas implicadas, porque no es algo que haya hecho yo solo, ni mucho menos. Buena parte de este premio es también de toda esa gente que me rodea y que trabaja conmigo. Creo que para mí y para todos ellos, este reconocimiento es un empujón de ilusión para seguir adelante y trabajar más duro todavía. Tanto en el negocio, en el que trabajan conmigo mis dos hijos, como en el fútbol, que es nuestra otra pasión.
¿Cómo surgió la idea de crear el Club Deportivo Mariño?
Pues como ocurría en muchos negocios como el nuestro, empezamos patrocinando un equipo para los torneos interbares, sin mayor pretensión, hace ya muchos años. Con el tiempo, los amigos de la sociedad Jaizkibel, aquí en Anaka, me decían que era una pena que llegados a cierta edad, los chavales del barrio se quedaran sin poder jugar, porque no tenían otros equipos. "Tienes que montarles un club, Mariño", me decían. De ahí surgió el crear un club de fútbol federado. Hoy tenemos tres equipos femeninos (uno de ellos en la Liga Nacional) y nueve masculinos, además de la escuela, en la que se inician un montón de chavales. Es un trabajo complicado, pero cuento con un gran equipo de entrenadores y colaboradores, estoy muy satisfecho de ver dónde hemos llegado.