María Bastarós, escritora: “Un cuento puede ser un puñetazo de principio a fin”
La autora se adentra con ‘Criaturita’ en un territorio definido como thriller rural, novela de aprendizaje y género fantástico, en el que explora los recovecos del duelo, la pérdida y la identidad con una mirada que deambula entre lo real y lo imaginario
A través de la figura de un monstruo que emerge de las aguas de un lago, Criaturita convierte lo sobrenatural en un reflejo de la humanidad. Su escritora, María Bastarós, reflexiona sobre cómo equilibrar ambos mundos, la herencia crítica de sus obras y la complejidad de los vínculos familiares, sobre todo entre madres e hijas.
Aunque se adentra en lo fantástico con ese monstruo del lago, en Criaturita el duelo de Kaila tras la muerte de su padre conecta con la cotidianidad. ¿Qué retos enfrentó al fusionar ambos mundos?
Bueno, a mí es que me interesa mucho lo sobrenatural, todo lo que tiene que ver con lo fantástico, pero un poco como una manera de hablar de la psique, de los anhelos, de los miedos, de los personajes..., ¿no? En este caso, para mí el monstruo -la criatura- funciona mucho como una manera de hablar del duelo de Kaila. Es verdad que el libro tiene un coqueteo con lo fantástico, pero para mí tiene mucho más que ver con el drama familiar, con el coming of age...
¿Diría que está reorganizando esa idea de normalizar desde este ámbito?
Sí, creo que siempre tenemos una suerte de pensamiento mágico que perdura y pervive desde la infancia. Es una manera de explicarnos el mundo -lo que no sabemos-, de dar un sentido a nuestras emociones como el miedo nocturno, el hombre del saco, el coco o el monstruo del armario. En este caso, el monstruo sirve para que los personajes expliquen lo que no conocen. Cuando empiezan a desaparecer mujeres -que es la trama de thriller del libro-, hay una parte de la comunidad que intenta entender ese misterio como algo a resolver de una manera científica, pero luego hay otra muy importante que enseguida decide que tiene que ver con el monstruo. Eso les permite enfocarlo de forma casi lúdica, tienen una misión que les conecta y les hace generar vínculos. Tienen algo que hacer de forma colectiva y lo emplean como herramienta para crear comunidad.
En otras de sus novelas como Historia de España contada a las niñas refleja ironía y rabia sobre aspectos a los que han tenido que enfrentarse las mujeres. ¿Qué queda de esa mirada crítica en Criaturita?
Criaturita es un libro mucho menos rabioso y contestatario de lo que era Historia de España contada a las niñas, que era un libro muy punky y muy relacionado con la actualidad y la realidad. Creo que siempre hay un poso crítico y político inevitable en todas las mujeres de mi generación a la hora de escribir, porque forma parte de nuestra identidad ese análisis feminista de la realidad. Este libro (Criaturita) no lo pretende tanto como el otro, pero sí que hay una lectura. Mujeres de mediana edad que han dejado su identidad para dedicarse a otros desaparecen, y ahí hay como un juego con la típica víctima de desaparición de todo tipo de productos culturales -series, cine, etc- de mujer joven que aparece desnuda en el bosque. Es el disparador de salida de muchísimas ficciones, yo quería reflexionar un poco ahí sobre si esas mujeres habían desaparecido en ese momento porque se las habían llevado o si ya lo habían hecho previamente a un nivel social...
Antes mencionábamos la presencia de relaciones familiares, pero las que se dan -en concreto- entre madres e hijas poseen un peso importante. ¿Por qué cree que ese vínculo sigue dando tanto de qué hablar y escribir?
Es un vínculo extremadamente complejo, está lleno de capas. La figura de la madre es tan variada..., las hay que siempre quisieron ser madres y tienen decepciones con las hijas que han tenido, las que tienen una relación muy de dependencia, tanto en un sentido como en otro, etc. Había escrito mucho sobre madres perversas que deseaban desembarazarse de alguna manera de su maternidad, pero en este caso quería explorar qué sucede cuando hay una madre entregada a su crianza, pero que tiene una hija que de alguna manera no se deja cuidar. Dado que las mujeres escribimos mucho y leemos mucho -somos grandes consumidoras de literatura- creo que la de una madre y una hija es una de las relaciones más complejas, profundas e interesantes para narrar.
Su estilo ha sido descrito como mordaz y feroz, pero esta novela tiene un tono más melancólico. ¿Ha sido un cambio consciente?
Hay algo que tiene mucho que ver con el formato. Había escrito esa novela tan fragmentada y tan punk (Historia de España contada a las niñas), porque se podía permitir ser así. Y luego, los cuentos, que para mí un cuento puede ser perfectamente desde el principio hasta el final un puñetazo, y eso es genial. Sin embargo, en esta novela estaba buscando otra cosa, quería que se conociera realmente al personaje, para que se supiese de mano de quién se estaba entrando en esa trama de desapariciones. Buscaba ese tono más reposado, aunque al final se acelera mucho por tener una estructura entre exactos, un poco como una película. Es inevitable, porque ahora estoy escribiendo guion y se contagia.
¿Se imagina alguna de sus historias adaptadas a la gran pantalla?
Sí, de hecho, he tenido alguna propuesta. Me gustaría, al igual que me gusta escribir guion, pero es verdad que siempre parte de un encargo ajeno. Aunque pueda tener libertad, nunca es la libertad absoluta y total desde la primera semilla. Entonces, sí que me gustaría poder trabajar en algo mío.
¿Qué pregunta le gustaría que el lector se haga al cerrar el libro?
En este caso es muy peligroso hablar de eso, porque el valor de esta novela no reside en el final, pero sí que hay una lectura de toda. Tenemos la trama, pero hay un trasfondo. Me gustaría que el lector entendiera de qué iba la novela y cuál era mi intención desde el principio.
