Julio Llamazares: “Conviene no olvidar de dónde venimos para no volver al mismo sitio”
En su último libro, el escritor leonés Julio Llamazares reivindica la necesidad de recordar frente al olvido. Su propósito es "salvar del silencio una memoria que nos pertenece". Así emprende este viaje íntimo y personal, pero a la vez colectivo.
En El viaje de mi padre (2025), Julio Llamazares reconstruye el recorrido que su padre realizó en 1937 durante la Guerra Civil como radiotelegrafista. El autor repite ese trayecto casi un siglo después, siguiendo sus pasos desde León hasta Castellón. A lo largo de ese camino trata de rescatar del olvido la memoria paterna y colectiva a la vez que se enfrenta al remordimiento de no haber escuchado a su padre en vida. La obra se convierte así en un acto de reparación y homenaje y en un alegato contra la guerra.
¿Por qué otro libro sobre la Guerra Civil?
-La sombra de la guerra planea sobre todos nosotros pese a que desde hace tiempo hay un intento no solo por olvidar la guerra, sino por olvidar nuestro pasado, pero la gente quiere recordar y quiere saber.
Para Julio Llamazares era necesario escribir esta novela…
-Desde el punto de vista personal es un libro que yo quería escribir, es un viaje que yo quería hacer y es una deuda que tenía, no solamente con mi padre, sino conmigo mismo, por no haberle escuchado cuando debería. ¿Es necesario recordar el pasado? Es algo que me preguntan continuamente. Pues sí, por todo lo que estamos viendo y escuchando en este país. Hoy más que nunca conviene no olvidar de dónde venimos para no volver al mismo sitio.
Y así decide embarcase en esta aventura tan íntima y personal.
-Así es, este libro es un libro de un viaje, pero es un homenaje a mi padre y a la generación de mi padre, a todos aquellos jóvenes que perdieron la vida o que quedaron con una herida incurable; pero también es un alegato contra la guerra, que es algo que acompaña a la humanidad desde su origen y que parece que no se va a terminar nunca. No hay más que ver lo que está pasando en Ucrania, en Gaza…
Sigue los pasos de su padre en ese viaje en un anhelo por sentir lo que él sintió y entenderle mejor.
-Los libros se van formando durante mucho tiempo en tu conciencia y seguramente este libro empezó a formarse cuando murió mi padre, hace ya 30 años, y, de repente, eres consciente de que ya no está y ya no le puedes hacer las preguntas que no le hiciste cuando vivía. Mi padre hablaba muy poco sobre la Guerra Civil, como la mayor parte de la gente que intervino en ella, porque lo pasaron tan mal que no querían ni recordarlo. Así empecé poco a poco a amasar la idea de ir a conocer los lugares por donde estuvo y hacerlo de una manera literaria.
En su libro hay varios capítulos dedicados a las familias, a todas esas familias rotas por la guerra.
-Eso pasó en muchas familias de España, familias en las que unos hermanos luchaban en un bando y otros en otro; unos por ideología y otros porque les tocó. En mi familia también pasó. Mi padre tenía dos hermanos en un bando y tres en otro. Eso indica lo absurdo de las guerras, particularmente de las guerras civiles.
La trinchera en la familia.
-Hay una frase que yo repito constantemente, y estos días más, y que para mí define muy bien lo que es una guerra. La guerra es un lugar en el que jóvenes que no se conocen ni se odian, se matan entre sí por culpa de viejos que se conocen y se odian. Eso es una guerra, porque al final la mayor parte de los que estaban allí estaban contra su voluntad, muy pocos iban queriendo ir a luchar y a matar, por eso el libro está dedicado a los que perdieron la guerra de uno y otro bando.
¿Pero hay alguien que gana en una guerra?
-Los que las provocan, las dirigen y se benefician de ellas. El resto, pierden todos. Mi padre luchó con el bando vencedor y nunca se consideró un vencedor, más bien un perdedor, porque su familia quedó rota y él acabó muy tocado anímicamente por lo que le tocó vivir. Todos volvieron derrotados en el fondo.
En su viaje es testigo de muchos temas de la actualidad de nuestra sociedad: la vivienda, la inmigración, los pueblos despoblados...
-El libro, este viaje, son dos viajes. Uno hacia el pasado, a la memoria de la guerra, a la memoria de mi padre y de sus compañeros de generación; pero es también un viaje en el presente. Y en el presente yo recorro esos territorios y cuento lo que hay y lo que me encuentro, no solo las cicatrices de la guerra, las trincheras, sino los testimonios de la gente que vive en esos lugares, con todos esos problemas cotidianos que ha enumerado.
En su viaje es testigo directo de una España de contrastes.
-Totalmente. Recorro zonas de un país desierto o en ruina y luego otro país que va a alta velocidad. Ves pasar el AVE por encima de las ruinas de Rodén (Zaragoza) y lo más absurdo es que los que van en ese tren desconocen lo que están viendo por la ventanilla; mientras que los vecinos de Rodén, los pocos que quedan, ven cómo la vida del pueblo se va apagando sin poder evitarlo. Es una metáfora de las dos Españas, la menguante y la creciente. Una que avanza hacia el futuro a alta velocidad y otra que desaparece y languidece a cámara lenta.
¿Se creería su padre su viaje?
-800 kilómetros siguiendo sus pasos…, se hubiera quedado muy asombrado. Estoy seguro. Pero yo he saldado mi deuda conmigo y con él por no haberle escuchado a tiempo. Y con todos aquellos jóvenes, como mi padre, que tuvieron que vivir esa tragedia, la tragedia de la guerra. Insisto en ello.
Por su tono, emocionado, me permito la licencia de decir que el viaje ha merecido la pena.
-Para eso son los viajes, para saber más de uno mismo, no solo para conocer lugares sino para conocerse y descubrirse. Si tú vas a un lugar y vuelves siendo el mismo es que no has viajado, no te has enterado de nada. Los viajes, como los libros, te cambian.
¿A quién recomienda este libro?
-En especial a todos esos jóvenes, que cada vez hay más, que añoran los tiempos pasados y piensan que se vivía mejor, lo cual indica que no han leído ni saben nada del pasado del país. Esos mensajes son muy peligrosos. Es pura ignorancia pero también es una negligencia de una sociedad que ha querido ocultar el pasado, porque nos han querido proteger de nuestra propia historia, lo cual es un error. La historia sirve no solo para conocer el pasado sino también para conocer el futuro. Porque si uno no sabe de dónde viene, no sabe ni dónde va ni dónde está.
¿Por qué ese conflicto continuo con la memoria?
-Al contrario que en otros países, en España la memoria se utiliza como un arma arrojadiza, incluso se intenta borrar y ocultar. Sigue habiendo gente a la que le molesta que se recuerde. Despreciar la memoria es absurdo porque la memoria se abre camino como el agua.
Pero inevitablemente vamos olvidando... ¿O no?
-Vivimos en tiempos de postmemoria, que es la memoria heredada. Cierto es que la memoria se va convirtiendo en postmemoria, se diluye, pero no desaparece.
Y para terminar dedica su libro a ‘los perdedores’.
-Yo escribo para emocionar y hacer pensar. Decía Emilio Lledó que “la duda es la luz del pensamiento”. Cuando tú lees algo, aunque no estés de acuerdo con lo que se cuenta, te hace dudar. Cuando tú lees cosas diferentes, empiezas a relativizar y a matizar tus propios pensamientos. Aunque no abandones tus ideas, ni tienes porqué. Decía Plinio, un joven historiador y escritor latino, que en los libros nos hablan las almas de los muertos. Y leyendo, tanto a los vivos como a los muertos, vives más vidas porque vives las de otros y te metes en las cabezas de otras personas que han vivido como tú y pensaban igual o no. Esa es la luz de un libro. Este libro es un libro de literatura, no es de historia y menos sectario. No habla de banderas ni de enfrentamientos, sino de melancolía por lo absurdo de la guerra y la tragedia. La prueba está en la dedicatoria: “A los que perdieron la Guerra Civil española, de uno y otro bando. A los que pierden todas las guerras”.
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