Hay quien opina que es la mujer que más alto ha llegado en la industria del cine: Nominada tres veces al Oscar, premios en numerosos festivales, homenajes, presidenta de la Academia del Cine Europeo… Sin embargo, Agnieszka Holland pasa totalmente desapercibida en cualquier grupo porque da la sensación de que no quiere hacerse notar. Eso sí, cuando salta a la conversación el tema “cine” interviene dándote una clase magistral, porque de eso sabe, y mucho, y lo ha demostrado en sus películas.

Es bajita de estatura, pero enorme en conocimientos y amabilidad. Tras sus gafas de concha negra brillan unos ojos que lo han visto casi todo en su dilatada vida. Va a cumplir 75 años el próximo 28 de noviembre -me ha autorizado a decirlo- y posee una energía envidiable. La reencuentro en la Seminci de Valladolid, concurso al que ha presentado su película Green Border y en el que ha recogido la Espiga de Honor concedida este año a la Academia del Cine Europeo en su calidad de presidenta. 

Sacudiendo sentimientos

El buen recuerdo que tengo de ella de la anterior cita se confirma ahora cuando le robo unos minutos. Le felicito por el Premio Especial del Jurado en Venecia y por su último y durísimo trabajo, aún sin saber la reacción del jurado pucelano. Hacía mucho tiempo que no veía un alegato contra la sinrazón de esta magnitud.

“Esta no es una película para gente ñoña que sueña con un mundo de color de rosa. Esta es la cruel realidad que tenemos a nuestro alrededor, muy cerca de nosotros, en la misma Europa… Podía haber hecho una película comercial, porque también lo sé hacer, pero he preferido echarme la cámara al hombro y hacer un reportaje-denuncia que sirva para remover conciencias”, me dice.

“Es preciso convertir nuestra acción diaria en una acción política”

Green Border, con dos horas y media de duración y en glorioso blanco y negro, presenta a una familia de refugiados sirios, una profesora afgana, una voluntaria cooperante… que coinciden en la “frontera verde” entre Bielorrusia y Polonia, atrapados en la crisis humanitaria provocada por el presidente Lukashenko en 2021, cuando abrió el país a los migrantes para llenar Europa de refugiados. 

“Para escribir el guion entrevistamos a buen número de migrantes, soldados, residentes, activistas y expertos en migración. El resultado es este film en el que denunciamos el trato cruel a los solicitantes de asilo y reflexiona sobre las duras elecciones que debe afrontar la gente común ante disyuntivas imposibles”.

La directora polaca hace un llamamiento a la humanidad. Su película es un aldabonazo a las conciencias a través de la situación vivida en la frontera de Bielorrusia y Polonia, donde los guardianes de la “muga” se han aprovechado de los migrantes en beneficio propio.

Un peligro: legalizar la violencia

Agnieszka Holland se extraña de que, en un país como Polonia donde hay un problema con la migración, el gobierno legalizara la violencia. “Yo creo que eso es un grave error. Pero es que no sólo ocurrió eso en 2021, sino que cerraron toda la zona fronteriza, prohibieron la información sobre el tema y la ayuda de las organizaciones humanitarias. Convirtieron en secreto lo que estaban haciendo y no querían que se hicieran públicas las imágenes de lo que ocurría. Fue el propio primer ministro Kaczynski quien me dio la idea de la película. Si él creía que las imágenes reales tenían tal poder, yo le iba a demostrar que recrearlas de nuevo con intérpretes y algunos de los propios migrantes que lo habían vivido también tendrían su fuerza”.

Un fotograma de la película ‘Green Border’, de Agnieska Holland.

Un fotograma de la película ‘Green Border’, de Agnieska Holland.

Le apunto mi sospecha en torno a las dificultades que tuvo que encontrar a la hora de materializar el proyecto: “Nos pusieron mil pegas para la realización de la película. De hecho, nos llamaron “cerdos nazis” por denunciar la trampa mortal en la que caen miles de personas que huyen de las guerras de Oriente Medio. Las autoridades polacas utilizaron este asunto para presionar a la Unión Europea. Pero esta frontera no es el único escenario de este tipo de problemas. No tenemos más que fijarnos en otros conflictos actuales”, señala con decisión. 

Otra frontera: el bien y el mal

Le apunto cierto pesimismo en sus palabras. “Nada de pesimismo. Es realismo puro y duro: Las autoridades polacas utilizaron este asunto para presionar a la Unión Europea. Europa está en una encrucijada y puede acabar cometiendo crímenes contra la Humanidad. Corremos un gravísimo peligro al normalizar e institucionalizar el uso de la violencia. ¿Dónde está la frontera entre el bien y el mal?”, se pregunta.

“¿Otro holocausto, Agnieszka?”, le pregunto. “Tenga en cuenta que la diferencia entre el holocausto y otros crímenes contra la humanidad es que la violencia se sistematizó y se legalizó en tiempos que no eran de guerra. En este caso, lo que hicieron las autoridades polacas fue legalizar la violencia y eso es un paso muy importante”, argumenta.

El Ejército polaco intercepta a migrantes en ‘Green Border’.

Green Border es una película realmente estremecedora que no deja indiferente a nadie. Es más, hay algunas situaciones en que buena parte del público llega a sobresaltarse ante lo que ve en pantalla. Ciertamente hay una crítica directa al gobierno polaco. Holland matiza: “Pero no se libra la Unión Europea que con su inacción y su falta de responsabilidad está permitiendo que ocurran estas cosas. Es preciso que tomemos conciencia y hagamos algo. No podemos seguir metiendo la cabeza en la arena y fingir que no vemos lo que pasa”.

La película se rodó casi clandestinamente. “Desde las instituciones me atacaron violentamente, pero también ha habido gente que ha reaccionado apoyándome. Con eso me doy por satisfecha, pero tuve que marcharme de Polonia hasta que cayera esa presión. Ahora, tras el triunfo en las elecciones del bloque liberal, la situación ha mejorado”, comenta sobre el estado político de su país.

¿Tienen solución los conflictos actuales?

Le indico que la mecha no sólo está encendida en esa parte de Europa, sino que el Oriente próximo es otro volcán cuya erupción ha surgido con posterioridad al rodaje de su película: “Las imágenes que llegan de Gaza me causan gran estupor. Ciertamente creo que este es el comienzo de un gran desastre para el que no veo solución. Pero lo peor es que no veo deseo alguno por ambas partes de encontrar una solución a este tipo de conflictos. Créame que se me hunde el corazón cuando pienso en ello”.

“Las imágenes de Gaza me causan gran estupor y no veo deseo de encontrar solución”

Agnieszka Holland tiene la esperanza puesta en los cooperantes y gente concienciada que trata de poner remedio, por pequeño e insignificante que sea, a una situación que nos lleva por mal camino. “Mi agradecimiento va dirigido a esas personas que se arriesgan en su ayuda a los migrantes, a quienes están en contra de que los refugiados son malas personas que sólo quieren infringir nuestras leyes, como dejan caer los gobiernos. Estas personas son como nuestra conciencia, pero no debemos dejarlo todo en sus manos. Es preciso actuar y convertir nuestra acción diaria en una acción política”.

3 veces al borde del Oscar

Afición. La afición de Agnieszka Holland por querer contar historias le viene heredada de la profesión de sus padres, periodistas ambos que diariamente contaban en un diario de Varsovia cómo Polonia trataba de levantar cabeza tras la II Guerra Mundial.


Comunismo. Agnieszka vivió plenamente la época comunista de su país. Gran observadora, como sigue siendo, se comprometió con movimientos de vanguardia polacos, especialmente con aquella corriente de directores de cine que marcaron toda una época, caso de Andrzej Wajda, creador de títulos memorables como Cenizas y diamantes (1958) y El hombre de mármol (1977).


Se graduó en la Academia de Cine y TV de Praga, la famosa FAMU, accediendo a la ayudantía de dirección que le dio la oportunidad de hacerse con un nombre, sobre todo en Danton (1983) firmando tras el mismísimo Wajda.


Nominaciones. A partir de entonces, y ya como directora, toda una interesante carrera que le ha llevado en tres ocasiones a estar nominada al Oscar. En el recuerdo de todos está Europa, Europa (1990), la historia real de aquel muchacho judío que salvó su vida aprovechándose de que los nazis llegaron a ver en él todas las características de la raza aria, pero que, en realidad, no podía hacer el amor para no descubrir su origen. O Copiando a Beethoven (2006), una original forma de explicarnos cómo un sordo como don Ludwig pudo dirigir el estreno de su IX sinfonía.


Descendencia. Agnieszka Holland, hoy presidenta de la European Film Academy, tiene una hija, Kasia Adamik, que sigue sus pasos en el cine.