El ‘Auca’ del calçot
Completo la crónica con mi adaptación al castellano de la Auca del calçot, la crónica en verso y viñetas de esta verdura que hace las delicias de los catalanes… y no pocos vascos. Servidor no es Félix Maraña, con lo que la calidad poética y sonora de las rimas puede resultar, en alguno de los casos, más bien escasa. Prometo mejorar mi catalán.
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Un payés muy solitario
a fin del mil ochocientos
nos descubrió un gran “invento”: el calçot, rey culinario.
Con sabor dulce y profundo
esta cebolla dulzona
blanca, tierna, golosona,
enamoró a todo el mundo.
Cien años después ahí siguen, gustando a padres y a hijos.
Grandes, medianos, canijos... frente a los calçots se rinden.
Se cuecen a la parrilla,
a fuego vivo, bien negros,
y se comen con los dedos
con una salsa cocida.
La calçotada culmina
con carne, postre y buen vino,
y se goza de lo lindo
entre amigos o en familia.
Temporada “calçotera”
entre noviembre y abril
se encienden hogueras mil
y su aroma nos rodea.
Un cultivo interesante
el de esta cebolla enana
que en la tierra se derrama
y se calza como un guante.
Todo el Camp de Tarragona
Baix Penedès incluido,
son la zona de cultivo
de la industria productora.
Enero, último domingo:
fiesta con demostraciones,
concursos, degustaciones...
el calçot llega a su Olimpo.
Aunque empezó a la deriva
hoy Europa lo protege:
una IGP lo engrandece
y tiene una normativa.
La etiqueta certifica
calidad de producción:
calçots con Indicación,
tal como su nombre indica.
Y hasta en la última caleta
se alza un grito de unidad:
“Por cuestión de calidad,
quiero calçots “de etiqueta”.