Donostia - Para rematar la catastrófica noche del Barça su técnico, Luis Enrique, protagonizó un feo episodio con el periodista de Tv3 Jordi Grau. Probablemente desbordado por la tensión que aún vivía, el entrenador asturiano ofreció munición gratis a sus íntimos enemigos, que son legión, reaccionando con prepotencia y aires indignados a una pregunta bastante normal y lógica. Sin embargo, la reacción de Luis Enrique se enmarañó más cuando la periodista de Atresmedia Susana Guasch contó que, una vez terminó esa entrevista, “Luis se puso como una moto”. “Le han tenido que coger tres miembros del Barça porque iba directo a por Jordi Grau”, explicó en la Cope.

No obstante, el informador de Tv3 desmintió ayer de forma rotunda que el técnico azulgrana fuera hacia él, se supone que con perversas intenciones, y también que nadie le tuviera que agarrar para evitar males mayores o, como sugiere Susana Guasch, una agresión, desarmando así un episodio muy desagradable.

El incidente puso la guinda a uno de los peores partidos que ha realizado el Barça en muchísimo tiempo. Más denigrante que aquel 4-0 ante el Bayern de Múnich, de semifinales de la Champions, en abril de 2013.

Son muchos los analistas que culpan directamente a Luis Enrique de la debacle. Profetizan el fin de ciclo del entrenador y la agonía para un equipo que ha sido referencia en el mundo del fútbol en los últimos años, sobre todo la pérdida del dominio del partido a partir del control del juego de sus centrocampistas.

Había síntomas que preludiaban el desastre frente al PSG, como el reciente partido copero frente al Atlético de Madrid en el Camp Nou, e incluso el encuentro contra el Athletic, en ambos casos resueltos gracias a goles geniales de su máximas estrellas, o golpes de infortunio (aquel balón que se tragó Iraizoz). Pero lo que se dice juego...

En cambio, en el Parque de los Príncipes Messi, Iniesta o Luis Suárez brillaron por su ausencia, para más gloria del guipuzcoano Unai Emery, hasta hace poco cuestionado en Francia y hoy elevado a los altares por su atinada forma de desactivar, hasta dejarle en mera caricatura, al reputadísimo equipo catalán.

La probabilidad de quedar fuera de la Champions, el gran objetivo de la temporada, en pleno invierno es un varapalo para una afición acostumbrada al triunfo y el refinamiento durante más de una década. La Liga está complicada, y la Copa no sirve ni como premio de consolación.

Luis Enrique atraviesa su peor momento desde que accedió a la cumbre. Está incluso desacreditado. El 8 de marzo el PSG irá al Camp Nou. El morbo está servido.