“Vi cómo se juega a fútbol en China y pensé: ‘Si organizo un poco a estos chavales, no nos ganará nadie”
El técnico donostiarra Manu Merino disfruta en Donostia de unos días de descanso, al celebrarse la semana pasada en China, donde ejerce en el Guangzhou, el año nuevo
donostia - ¿Quién es Manu Merino?
-Soy donostiarra de Amara, y txuri-urdin de los de Atocha. 40 de mis 48 años de edad los he pasado como socio de la Real. Sigo siéndolo. De joven fui portero en el Lengokoak, desde playeros. Y llegó el día en que me fichó el Tolosa para jugar en Tercera, cuando todavía no había Segunda B. Me ilusioné mucho, pensé que podía llegar a algo en el fútbol. Pero en el primer partido, contra el Real Unión, me lesioné de gravedad. Tuve que retirarme, y me dio tanta rabia que no quise saber nada más de este deporte.
¿Lo olvidó por completo?
-Sí, me dediqué a otras cosas. Primero trabajé en la Hípica de Loiola, y eso me llevó a promover varias fiestas en Donostia, principalmente de Nochevieja. Lo hice en el Tenis, en Gudamendi... Después me convertí en gerente del Pádel 4 de Igara durante cinco años.
¿Qué pasó entonces?
-Pues que dos décadas después de aquella maldita lesión, pasó un día por el Pádel 4 Carlos Bengoa, con quien había coincidido en el Lengokoak. Me propuso que fuera a entrenar a los porteros del club. Le dije que me dejara en paz. Pero volvió al año siguiente, y le respondí lo mismo. Entonces me pidió que al menos le acompañara un día al campo César Benito, en el alto de Miracruz, para ver todo aquello. Accedí casi a modo de compromiso, pero en cuanto llegué allí lo tuve claro. “Me quedo”. Me puse hasta nervioso.
¿Y eso?
-No sabría explicártelo. El caso es que pasé una temporada en el club y en junio vi que lo de entrenar porteros me sabía a poco. Así que fui a la Federación Guipuzcoana y me apunté a los cursos para obtener el carné de técnico. Los compaginé con mi trabajo en el Pádel 4, claro.
Estamos hablando del año...
-De 2006 aproximadamente, no lo recuerdo bien. A partir de entonces siempre he tenido suerte. La suerte, principalmente, de que Josetxo Mendiluce, que ha sido mi maestro, confiara en mí para entrenar a los juveniles del Real Unión. Antes había estado una temporada en el Mundarro, para empezar. Y después de lo de Irun entrené al Touring de División de Honor Regional, fui director deportivo del Lengokoak y ejercí de segundo de Aitor Zulaika, de nuevo en el Real Unión, en la temporada 2014-15.
Del Stadium Gal, a China.
-Terminó el play-off de ascenso, en el que no pudimos subir a Segunda, y un compañero de Madrid que nos había seguido y con el que yo había congeniado me habló de que existía la posibilidad.
Hábleme de esa posibilidad.
-El Guangzhou Evergrande, el campeón chino y asiático, creó hace cuatro años una escuela de fútbol, en un proyecto muy ambicioso. Para desarrollarla, ha alcanzado un acuerdo con la Fundación del Real Madrid con el objetivo de que técnicos de aquí se encarguen de la formación de sus chavales. Yo soy uno de los 20 entrenadores que nos hemos marchado a trabajar allí, en unas instalaciones fantásticas que acogen a 2.500 jugadores. Hay más de 50 campos, y unos 140 equipos. Me encargo de una escuadra muy competitiva, de categoría infantil, uno de los seis conjuntos de elite de la base.
¿Solo seis?
-En su estructura hay chavales que juegan bien, que son seleccionados por toda China y que se forman en la escuela sin pagar un duro. Pero el resto de los jugadores de la escuela sí que pagan por recibir la formación que reciben, un dineral además. Yo dirijo a uno de los seis equipos buenos que hay en la base. Es algo que me reconforta, porque tengo materia prima para trabajar. Piensa que mi labor consiste en conseguir resultados, en ser los mejores de China de la categoría.
¿Y cómo ha sido el camino hacia ese objetivo?
-El problema allí es que allí tienen una mentalidad como muy individual. Que defiendes mal, pues te cambio a los diez minutos. Que fallas un pase, pues bronca porque eres muy malo. Y lo mismo ocurre en sentido positivo. Nada más llegar, en el primer amistoso que disputamos, me quedé asustado porque los jugadores no celebraban los goles que marcábamos. Pregunté que por qué pasaba eso, y me respondieron que para qué va a festejar el lateral derecho o el extremo izquierdo un gol que ha marcado el delantero centro. Todo lo llevaban a lo individual, nada a lo colectivo. Ahí fue cuando pensé: “Como organice un poco a estos chavales, no nos va a ganar nadie”.
¿Está siendo difícil introducir conceptos tácticos en una plantilla de infantiles chinos?
-Llevo seis meses allí y se me han pasado volando, principalmente porque tengo que darle vueltas y vueltas a la cabeza para pensar en cómo llegar a los chavales. Ellos no me entienden. Y los traductores no tienen mucha idea de fútbol. A eso añádele las diferencias existentes en cuanto a psicología, en cuanto a lo emocional.
¿Psicología?
-Mira, un ejemplo. Si le ofrezco la mano a cualquier jugador, me la va a dar muerta y mirando hacia abajo (hace el gesto). Otro ejemplo. Un día, en la primera semana, puse a los 22 chavales en fila y les ordené, mediante el traductor, que me miraran a los ojos. Solo lo hicieron dos. ¿Por qué no me miran? “Porque eres el jefe, eres el entrenador”. Me quedé acojonado.
¿Y qué hizo?
-Pues trabajar todo eso. Empezaron a darme la mano, a mirarme a los ojos, a abrazarse cuando marcaban gol... Y también le pedí al intérprete que lo tradujera todo conforme yo hablaba, que no esperara a que terminara, porque entonces se pierden los tonos, la fuerza... Al cabo de un mes, los jugadores mejoraron en todo eso.
¿Y los resultados deportivos?
-Han sido buenos. Estamos en la final china. Todavía tenemos que jugarla.
¿En qué cree que han marcado la diferencia?
-En lo que te comentaba ahora, en el juego colectivo, en el juego de equipo. Defendemos todos, presionamos todos... Y hablamos en el campo, cosa que el resto de equipos no hacen. Por la cultura que tienen, en China esperan a recibir instrucciones de fuera del campo, no a dárselas entre ellos, algo que yo sí inculco a mis chavales. Mira, otra anécdota. Nada más llegar, un día vi a mis jugadores ir al entrenamiento. Iban en fila, de dos en dos. Aquello parecía el ejército. Y eso para mí es el antifútbol.
¿Ellos cómo ven el fútbol, cómo lo viven?
-Una anécdota más. Cada vez que me hacen una entrevista en los medios chinos, me preguntan que cuándo van a ganar un Mundial. Les suelo dar largas. Pero un día me cansé de responder siempre lo mismo y les dije que en 2050. A la mañana siguiente me convocaron para una reunión en la que me reprocharon haberme reído de ellos, del país. “Pero si quedan casi 40 años”, les dije. “Ya, pero es que hemos mirado y en 2050 no hay Mundial”, contestaron. Son muy de números, muy cuadriculados. Ya me avisó un compañero antes de ir.
¿“Muy de números”?
-Sí. Ese compañero me contó su experiencia entrenado al mismo equipo que tengo yo ahora. En la fase de grupos de un torneo, ganaron 3-0 a un rival al que terminaron enfrentándose de nuevo en las semifinales. Ahí empataron a uno y cayeron en los penaltis, lo que le costó la destitución. Ellos no entienden eso. No entienden que ganes a un equipo 3-0 y luego empates contra ese mismo equipo. Para que veas qué mentalidad tienen.
Pues si este año ha puesto usted el listón donde lo ha puesto, el que viene lo tendrá difícil para conservar el cargo.
-Ese mismo razonamiento hago yo, pero pienso que vamos a seguir ganando. Estoy tranquilo. Igual no tenemos el mejor equipo si nos atenemos a la calidad individual de los jugadores, pero sí formamos el mejor colectivo. Creo que jugamos con ventaja, porque cuando nos medimos a clubes de Shanghái o de Pekín ellos tienen entrenadores chinos, con esa mentalidad que te estoy describiendo. Y yo pienso que el fútbol no es así. Ni mucho menos.
¿Alguna otra anécdota?
-¿Sobre esos equipos? Nada en especial. Simplemente, que da la sensación de que pueden ser un punto superiores. Y que, sin embargo, les ganamos. De repente ves a tres chavales que no bajan a ayudar. Ves a dos defensas que discuten. Ves que el entrenador hace un cambio en el minuto diez porque uno ha cometido un error individual. Lo que te decía. Es su mentalidad. No existe el concepto de grupo.
Los clubes de elite chinos se están desmarcando en el mercado con fichajes de relumbrón, como el de Jackson Martínez.
-Claro, es que es eso. Todo lo llevan a lo individual. Fulanito es bueno porque hace no sé cuantos regates. El otro marca goles así que hay que ficharlo. Pero del funcionamiento de un equipo, de lo colectivo, nadie habla. Solo hablan de calidad técnica. Y sí, en relación a tu pregunta, todo lo que te he explicado resulta aplicable a su fútbol de primer nivel. Fui al estadio a ver el partido en que el Guangzhou se jugaba la liga, y los goles en el campo solo los celebraban los tres brasileños. El resto nada.
En Europa no se para de hablar del mercado televisivo futbolístico de China.
-Vamos a ver, todo el mundo comenta a este respecto que China tiene 1.400 millones de habitantes. Pero de esos 1.400, 1.000 millones no saben lo que es el fútbol. En lo que es la costa o la zona exterior, en Shanghái, en Pekín o en Guangzhou, sí que se empieza a ver cada vez más fútbol. Pero en el interior nada. Yo he viajado bastante para reclutar chavales, y hay sitios en los que ni siquiera tienen campos. He estado en pruebas de cien jugadores, se supone que seleccionados con anterioridad, de los que 50 no sabían ni darle al balón. Imagínate cómo serían los demás. Con esto te digo que la penetración del fútbol en algunas zonas del país es mínima.
Al presidente de China, Xi Jinping, le gusta mucho el fútbol.
-Le encanta. De hecho, ha promovido que, a día de hoy, el fútbol sea asignatura troncal obligatoria en todos los colegios del país. Pero no sé yo... Hace quince días estuvieron en nuestra escuela cien profesores de instituto, con el objetivo de instruirse para impartir fútbol a sus alumnos. Y no sabían lo que era un balón. Parece quedar bastante todavía para que se organicen competiciones escolares de fútbol en China, lo que para mí es la clave. Si organizan la base, pueden ser potentes en un futuro. Pero lo que ahora veis vosotros desde la distancia, todos esos fichajes mediáticos, no son más que algo superficial. De eso olvídate. Necesitan trabajar la base, trabajar la culturilla del fútbol, la malicia.
¿La malicia?
-Mi lateral corría al sprint para sacar de banda cuando ganábamos 1-0 y quedaba un minuto. Ya me encargué yo de enseñarle que eso no se hace. Los chinos son buenos en gimnasia rítmica o saltos de trampolín, por ponerte solo dos ejemplos. Se trata de disciplinas meramente técnicas, basadas en insistir e insistir entrenando. Casi no hay que pensar. Pero en fútbol tienes que pensar. En Europa o en América ocurre todo lo contrario. La malicia existe. Pero no puedes proponer a ningún equipo sesiones tácticas como las que estoy pudiendo desarrollar en China. Allí repites, y repites, y repites, y vuelves a repetir. Y ellos no se cansan.
¿Usted se cansa?
-Es mi trabajo. Y yo para trabajar siempre necesito estar a tope. Pero es que con esta labor necesito estar doblemente a tope. Porque tiene todas las dificultades añadidas que te he ido comentando a lo largo de la entrevista. Me desgasto. Muchas veces hay algún partido de la Real que me apetece seguir de madrugada. Pero lo pienso la noche anterior y me digo: “A ver, tú estás aquí para entrenar a esos chavales. Así que mejor descansa, que lo necesitas”.
¿Qué me dice de la Real?
-Que le veo lo que puedo, cuando los horarios de la Liga me lo permiten.
¿Y? ¿Nos hemos vuelto un poco chinos?
-¿Por qué?
Por lo que me explicaba antes de los fichajes y lo colectivo.
-Pues puede ser, puede ser. Da esa sensación. La gente puede pensar que trayendo a este y al otro el equipo ya está formado. Pero eso no te garantiza nada. Este es un deporte colectivo. Además, si relacionas todo esto con la Real, te das cuenta de que en su día nos fuimos a Segunda por culpa de comportamientos similares. Después del subcampeonato empezamos a fichar y a fichar, y ese no debe ser el camino. Es que el fútbol no es tan fácil como puede parecer desde fuera. El fútbol es muy difícil.
Parece que todo se ve mejor tras ganar el lunes al Espanyol y vencer ayer al Granada.
-Bueno, vamos a ver. A mí me gustó mucho cómo jugó la Real en Cornellà. Y además demostró tener mucha calidad arriba, pero no olvidemos que esto lo hizo buscando el espacio a la espalda de una defensa rival adelantada. Así también pudo terminar goleando al Granada ayer. Sea como sea, percibo que pasamos del todo a la nada y viceversa en muy poco tiempo. Ahora parece que hemos ganado la Champions. Y en Gijón hace tres semanas parecía que éramos la última mierda de Europa.
Seguirá el final de la temporada txuri-urdin desde China.
-Eso es. Vuelvo el 18 de febrero para la nueva campaña. Termino contrato en junio, pero me han ofrecido renovar por dos años más. Me lo tengo que pensar. Porque creo que China y su fútbol me pueden ayudar a progresar como técnico, pero también quiero ser entrenador de plantillas profesionales. Y además he dejado aquí en Donostia a toda mi familia.