Los aranceles impuestos de manera abrupta y unilateral por la Administración Trump a la Unión Europea provocaron una subida de las tensiones comerciales, en un marco tan sensible como el mercado global. El pacto alcanzado en julio entre ambas partes por el que Washington impondrá tasas del 15% a la mayoría de importaciones del Viejo Continente presenta demasiados claroscuros y no son pocas las voces en varios ejecutivos de la UE que consideran que la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, ha concedido más de lo que ha obtenido. El pacto de hace un mes se ha llevado ahora a un documento escrito sin que se aclare una de las claves de las negociaciones: cómo quedan los aranceles para el potente sector automovilístico europeo. La Administración Trump mantiene un gravamen del 27,5% para los coches fabricados en la UE, que solo reducirá si desde la CE se acometen reformas para que los productos agrícolas y pesqueros de EEUU tengan una entrada preferente. A nadie se le escapa que si la UE cede en este punto, los principales perjudicados serán los agricultores europeos, que verán cómo entran en el mercado común una avalancha de productos made in USA producidos bajo estándares que no tienen nada que ver con los que rigen en la UE desde hace décadas. Uno de esos sectores que se verá afectado es el vitivinícola, tanto en la CAV como en Navarra, en un momento en el que el mercado estadounidense se había consolidado como un nicho en expansión. La UE no ha llevado a cabo una estrategia audaz y coherente. Más bien al contrario, ha mostrado una debilidad de la que un halcón como Trump ha sacado provecho. El objetivo de evitar guerras comerciales que dañen hogares y empresas, y buscar soluciones que preserven empleos y crecimiento en sectores económicos clave debería ser compatible con encontrar las mejores soluciones para los ciudadanos de la UE. Von der Leyen asegura que el acuerdo ofrece estabilidad, clave en sectores como el acero y la automoción, pero cuando al otro lado de la mesa se encuentra un personaje tan frívolo e imprevisible como Trump, no es descabellado pensar que en cualquier momento el presidente de EEUU decida cambiar las normas de juego. Pese al acuerdo, la incertidumbre sobre cómo se aplicarán los aranceles sigue sin despejarse.
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