Síguenos en redes sociales:

La automoción requiere sentido común

La industria automotriz de la Unión Europea se sitúa en un punto de inflexión en el que las políticas regulatorias no siempre ayudan a la supervivencia competitiva de un sector trascendental para la economía

La automoción requiere sentido comúnEP

La industria automovilística europea ha vivido mejores épocas. Es un sector clave para las economías española y europea. Representa el 7% del PIB de la UE y el 10% del PIB del Estado, en el que produce (y, en gran parte, exporta) 2,45 millones de coches cada año, colocando al país como segundo fabricante europeo, solo por detrás deAlemania, con ejemplos como la factoría de Volkswagen en Pamplona o la de Mercedes en Gasteiz, aparte de la fortaleza de firmas como Gestamp o Cie Automotive, líderes en la industria de componentes para automóviles. Y, sin embargo, pese a la trascendencia de las estadísticas y la importancia de los actores, la incertidumbre se ha instalado entre fabricantes y marcas tradicionales, muy afectadas por la irrupción de competidores chinos, por la tara de los límites regulatorios y por las derivadas de la política arancelaria de Donald Trump. Como muestra de esa agitación, recientemente el CEO de Mercedes-Benz, Ola Kallenius, explicaba que “en Europa, las rígidas regulaciones actuales amenazan con colapsar el mercado automovilístico”. Sus palabras aluden al actual marco regulatorio comunitario, en el que se prohibirá en 2035 vender coches nuevos con motores de gasolina y diésel, vetando de facto ambas tecnologías en la UE, y obviando otras consideraciones, tanto económicas como domésticas. Nadie, ni siquiera la industria, pone en duda la necesidad de descarbonización de la automoción. De hecho, hay inversiones milmillonarias como la que avanza en la capital alavesa para poner en marcha la plataforma VAN.EA para la fabricación de modelos eléctricos. No obstante, la paradoja legislativa instalada en el club comunitario en una clara apuesta por la electrificación ha creado involutariamente una falla competitiva en el sector y un agravio con otros productores, como los llegados desde China, donde no hay fechas límites ni prohibiciones de tecnologías, por lo que las evoluciones productivas son mucho más naturales y encuentran un campo abonado en los mercados europeos. Desde luego, aún no es tarde para acompasar las necesidades del sector con las apuestas políticas, pero convendría escuchar a la industria europea, sus necesidades, y contemplar sus fortalezas y debilidades, no sea que, bienintencionadamente, se acabe con la gallina de los huevos de oro.