El Brexit, la ruptura de Gran Bretaña con la Unión Europea, ha cumplido cinco años en un ambiente de notable indiferencia tanto en las islas como en los estados miembros de la alianza pero con una sensación de creciente desencanto entre la ciudadanía británica por los resultados reales del divorcio. El 1 de febrero de 2020 se materializó la salida del Reino Unido de la UE tras largas y tensas negociaciones con Bruselas sobre las condiciones en que se realizaba y en cumplimiento del resultado del referéndum celebrado en 2016 en el que el 52% de los británicos votó a favor de la desvinculación con la estructura comunitaria en lo que representó una ruptura histórica en todos los sentidos. Cinco años después, el Brexit condiciona la vida diaria de la ciudadanía pero la decepción y el desengaño imperan debido a las consecuencias económicas, sociales y culturales que se han derivado de la separación. Unos resultados que parecían obvios pero que la manipulada campaña plagada de mentiras y medias verdades de los partidarios del sí en la consulta –con el que posteriormente se convertiría en primer ministro Boris Johnson al frente– supo llevar a su terreno en un alarde de ejercicio del populismo más radical. La realidad es que no se han cumplido las expectativas en forma de supuestos beneficios que prometía el Brexit, con la economía y la inmigración –dos de los grandes argumentos para la ruptura, junto al “recuperar la soberanía”– como principales fracasos, según considera el 62% de los británicos. Tras este primer lustro por separado, y según los últimos sondeos, la mayoría de la ciudadanía del Reino Unido (el 55%) opina que hicieron mal al salirse de la UE y una de cada seis personas que votó sí en el referéndum cree ahora que fue un error. En este contexto, es una incógnita el impacto que en este terreno pueda tener el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, con sus amenazas de guerra comercial también con Europa. En cualquier caso, y aunque el retorno del Reino Unido a la UE es actualmente una hipótesis que casi nadie plantea, la ciudadanía parece apostar por una relación más estrecha con el club comunitario. De momento, el primer ministro, el laborista Keir Starmer –antaño muy europeísta–, abre la puerta a “reiniciar” las relaciones con la UE, aunque, dadas las circunstancias, no sería nada sencillo.
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