Cuarenta años después de los primeros casos ya diagnosticados por el Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH), el sida continúa siendo un grave problema de salud pública a nivel mundial. Con motivo de la celebración hoy del Día Mundial del Sida y bajo el lema “Emprendamos la senda de los derechos. Mi salud, mi derecho”, la OMS apela tanto a los mandatarios como a los ciudadanos a defender el derecho a la salud, subsanando las desigualdades que entorpecen los progresos hacia el fin de esta enfermedad. La apelación al derecho a la salud es crucial en una pandemia como la del sida, que ha causado la muerte de más de 25 millones de personas. A día de hoy, se calcula que hay más de 40 millones de personas con VIH y que el año pasado se contagiaron con este virus –que, al igual que otros como el covid-19, se transmitió de los animales a los humanos– 1,3 millones de personas y murieron por causas relacionadas con el VIH más de 630.000. De ahí que la lucha contra el sida sea aún imprescindible para frenar su propagación, que sigue amenazando a amplias zonas del planeta. Aunque los avances científicos han sido trascendentales y han supuesto no solo una esperanza en la drástica disminución de muertes, sino en la mejora de la calidad de vida de las personas afectadas, la prevención y la detección precoz, fundamental para salvar vidas, siguen siendo los retos a los que se enfrenta la sociedad. En este sentido, los expertos advierten de un cierto paso atrás en materia de prevención, en especial entre la juventud, que en gran parte ha perdido el miedo al VIH y asume prácticas de riesgo sin tener en cuenta las graves consecuencias personales y sociales que puede acarrear. Asimismo, se ha detectado que aproximadamente la mitad de los nuevos casos se diagnostican en una fase ya avanzada de la infección, lo que supone un problema añadido para frenarla. Con todo, el fuerte aumento en el número de nuevos diagnósticos indica, por una parte, que el VIH continúa propagándose en todo el mundo, lo que supone un gran desafío, y, por otra, que se avanza en la detección temprana. De igual modo, el otro gran reto es la eliminación de la estigmatización que aún pesa sobre las personas infectadas, lo que repercute negativamente a la hora de tratar la enfermedad y deriva en una inaceptable discriminación social.