La oficialización del interés de Sidenor por adquirir capital de Talgo ha sido correspondida con la confirmación de la empresa de ferrocarriles del inicio de negociaciones. La prudencia y la prioridad técnica en el diagnóstico de la operación por las partes, además del compromiso de confidencialidad, deberá sobreponerse al interés que ha suscitado la operación, y que ha animado discursos políticos de extremo a extremo del panorama vasco. La oportunidad de consolidar desde Euskadi un proyecto industrial con un nuevo socio que sustituya a inversores financieros que suman el 40% del capital de Talgo y que, encabezados por el fondo Trilantic, han decidido abandonar la compañía, tiene virtudes desde perspectivas multipolares. En primer lugar, en términos de la estabilidad que aporta un perfil de gestión industrial sobre uno meramente financiero en términos arraigo, interrelación con proveedores e industria auxiliar local y empleo. En primer lugar, la flucturación de capitales es global y un fondo estadounidense del perfil del saliente Trilantic se debe a intereses que caducan su vocación inversora para desarrollar el negocio local y busca materializar el rendimiento de la realizada. En segundo lugar, la consolidación de tejido industrial pasa por que proyectos tractores como Talgo y Sidenor sigan activando el desarrollo de una red auxiliar que suma rendimiento socioeconómico a su entorno en términos de actividad, empleo y aportación fiscal. El ejemplo de esta operación aporta además un aspecto añadido: la coincidencia de diagnóstico desde perspectivas políticas habituadas a confrontar. Es sabido que el Gobierno Vasco anunció su vocación de facilitar y acompañar el arraigo del carácter industrial de la economía local y su voluntad de participar en los proyectos viables y estratégicos que lo requirieran. Sin publificar la actividad económica –que tan frustrantes resultados ha dado en otros lugares– hay margen para actuar junto y no contra el mercado, que es una fórmula costosa, irregular y de corto recorrido. La cooperación público-privada, que ha dado buenos resultados en este país, permite, si está bien planificada y en buenas manos, beneficiar al conjunto de la economía y la sociedad del país, rompiendo la dicotomía ideológica de sacralizar lo público y demonizar la iniciativa privada o viceversa, ahora está de moda en los poderosos altavoces de la globalización neoliberal.
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