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Editorial

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Cómo parar la escalada

La extensión de la guerra abierta en Oriente Próximo es ya un hecho que apunta a generalizar la inestabilidad en la región y, si no se contiene, hacia una dimensión global estratégica y económica

Cómo parar la escaladaE.P.

La anunciada escalada belicista en Oriente Próximo se profundiza con la incursión militar israelí sobre el sur de Líbano y el bombardeo con misiles iraníes en suelo hebreo. El Gobierno que lidera Benjamin Netanyahu abrió otro foco que le permite continuar el estado de guerra y seguir eludiendo responsabilidades políticas de otro orden –incluyendo la eventualidad de su procesamiento por fraude y corrupción–. Su estrategia de exterminio sobre la población civil palestina de la franja de Gaza alcanza una magnitud insoportable y la extensión de la guerra contra un rival armado –Hizbulá– busca un foco de comprensión internacional que se ampara en el derecho a la defensa de sus ciudadanos. La mayor organización militar irregular del mundo ha sido castigada hasta sus raíces en las semanas precedentes sin que acredite capacidad de respuesta a la altura de la superioridad israelí. Hizbulá es más un tentáculo de los intereses de Irán que una organización con una estrategia de liberación del pueblo palestino. De facto, Israel e Irán están en guerra. Una guerra de Estados sin frontera común; de bombardeos y atentados mediante interpuestos. Netanyahu busca en cierto modo redimirse de su poco edificante papel como líder hebreo aniquilando a las organizaciones armadas que rodean a Israel para distanciar al antagonista régimen de Teherán. La dimensión estratégica de la crisis da la pauta del éxito de la unilateralidad israelí en la región. Miles de soldados desplegados en la región bajo el paraguas de la Misión de la ONU (FINUL) están bunquerizados, refugiados de las bombas hebreas tras 46 años de despliegue internacional sin efectos útiles. Netanyahu acudió días atrás a la Asamblea General de Naciones Unidas a anunciar que no se somete al arbitrio de la legislación internacional, que quiere una guerra y que piensa ganarla. El ejemplo registrado en Gaza augura la misma falta de contención y respeto a los derechos humanos en cada actuación militar israelí. Al otro lado, Irán ha decidido acreditar su capacidad de hacer daño. Si un sentido de la responsabilidad humanitaria no ha servido para que la comunidad internacional frene con firmeza la escalada violenta, no cabe salvo, tristemente, confiar en que lo haga el impacto económico de la inestabilidad en una zona sensible al tránsito de mercancías e hidrocarburos.