La muerte en las mazmorras de Vladímir Putin del disidente ruso Alexéi Navalni, el opositor más conocido, tenaz y beligerante del régimen y, por tanto, el más peligroso para el dictador, apunta a la responsabilidad directa del Kremlin y de su despótico líder. La desaparición física de Navalni es, valga en esta ocasión la referencia literaria, la crónica de una muerte anunciada. El político ruso se había convertido en el enemigo número uno del Kremlin desde hace 15 años. Había sobrevivido a otros intentos de asesinarlo, el más conocido fue el grave envenenamiento que sufrió en 2020 que estuvo a punto de acabar con su vida y del que pudo recuperarse en Alemania. Su regreso a Rusia le valió la detención y encarcelamiento hasta su fallecimiento el viernes. El inhumano trato a Navalni –estaba encarcelado y prácticamente aislado desde diciembre en una prisión de máxima seguridad en una perdida región del Ártico tras anunciar una campaña contra la reelección de Putin– y su muerte demuestran una vez más que el presidente ruso está dispuesto a acabar con toda disidencia y a no tolerar la más mínima crítica, como demuestra también la detención ayer de más de 300 personas que protestaban en varias ciudades del país. Máxime si, como Navalni, se atreven a denunciar la corrupción del régimen. La desaparición del que ha sido el referente de la lucha política contra la tiranía de Putin plantea muchos interrogantes, tanto hacia el interior de Rusia como al exterior, máxime cuando se produce en un escenario en el que las amenazas del Kremlin a Europa aumentan en frecuencia, tono e intensidad a punto de cumplirse dos años de la guerra en Ucrania. Por un lado, cabe la posibilidad de que Navalni se convierta en un mártir cuya figura aliente el rechazo de la ciudadanía rusa a Putin. Los comicios presidenciales de marzo podrían dar la clave de cara al futuro inmediato, si bien su nulo carácter democrático, las previsibles manipulaciones del régimen y el fraude electoral pueden restarle impacto. Nada, sin embargo, puede ser ya igual en Rusia ante una ciudadanía sometida a la tiranía. Al mismo tiempo, la comunidad internacional debe ser consciente del riesgo del momento actual, con un Putin cada vez más omnipotente y a la vez más encastillado y, por tanto, más peligroso.