Mientras la guerra en Ucrania, que ha entrado ya en su 19º mes de duro enfrentamiento bélico, mantiene –si bien cada vez en menor medida– la atención internacional, el conflicto que se está viviendo en Nagorno Karabaj, larvado durante décadas pero que ha estallado de modo definitivo en los últimos días, está mostrando al mundo en riguroso directo un proceso de limpieza étnica a las puertas de Europa. Según la ONU, más de 100.000 personas han abandonado ya por la fuerza Nagorno Karabaj, un enclave con población de mayoría armenia pero situado en Azerbaiyán. Un territorio que sufre una disputa histórica entre Azerbaiyán y Armenia, ambas repúblicas exsoviéticas, agudizada tras el derrumbamiento de la URSS y en el que juegan también su papel de intereses propios geoestratégicos y económicos tanto Rusia como Turquía. No conviene olvidar que a Putin le interesa un control turco y azerí de la zona para su distribución de hidrocarburos a través de gasoductos y oleoductos turcos. La brutal ofensiva militar relámpago lanzada por Bakú bajo la excusa de una “operación antiterrorista” concluyó con la rendición total de la autoproclamada república separatista de Artasj que gobernaba el enclave. Todo ello, con la connivencia y pasividad de Rusia, que tenía la misión de mantener la paz en la zona, incumplimiento que, no por casualidad, coincide con el acercamiento entre Moscú y Turquía. La abrumadora superioridad militar azerí y el riesgo de un baño de sangre –ya habían muerto más de 400 personas de ambos bandos– que podría derivar en un genocidio obligaban a la capitulación. Este alto el fuego incluye el desarme de grupos armados, la retirada de militares armenios –que Ereván niega que estuvieran desplegados en la zona– y la “reintegración” de Nagorno Karabaj a Azerbaiyán. Esto supone, de facto, la desaparición de la república de Artasj a partir del próximo 1 de enero. Desde el momento de la rendición de Nagorno Karabaj, el hostigamiento a la población de etnia armenia ha sido constante y decenas de miles de personas que representan al menos el 70% de la población han emprendido una huida a la desesperada por temor a las represalias azeríes. Una limpieza étnica de libro ante –una vez más– la pasividad e impotencia de la comunidad internacional.