La catástrofe medioambiental y de gestión (antes, durante y después del desastre) por el hundimiento del petrolero Prestige que vertió al mar 65.000 toneladas de crudo permanece 20 años después en la memoria colectiva de la ciudadanía, en especial la de las zonas más afectadas. Dos décadas después del accidente, la naturaleza ha logrado regenerarse pese a haber sufrido la mayor marea negra contaminante de la historia en Europa, fundamentalmente, gracias al trabajo solidario de miles de voluntarios en las tareas de limpieza. Pese a ello, aún hoy es necesario extraer las lecciones oportunas tanto sobre las causas del desastre como sobre la caótica y negligente gestión que hizo de la crisis el Gobierno del PP, incluida una nefasta política de desinformación, y sobre la respuesta de las autoridades y de la ciudadanía, las medidas que se han adoptado tanto de seguridad para evitar una nueva catástrofe o minimizar sus efectos como para mejorar la respuesta. En este sentido, la absoluta ausencia de asunción de responsabilidades políticas –desde la falta de una vigilancia marítima eficaz en el transporte de mercancías peligrosas a la decisión de alejar el buque averiado de la costa, lo que agravó las consecuencias, hasta la incapacidad para afrontar la marea negra–, así como la impotencia de la justicia para llegar hasta el final en la investigación, han añadido desasosiego e incertidumbre y una sensación de que aún es posible que algo similar vuelva a suceder. Sin embargo, la implementación de la obligatoriedad del doble casco para los buques que transportan petróleo y mercancías contaminantes y que además almacenan el crudo en pequeños tanques, el endurecimiento en la obligación del cumplimiento de las normativas de seguridad y de protección del medio ambiente y las mejoras en las tareas de vigilancia y en los protocolos de actuación deben garantizar la imposibilidad de un nuevo Prestige. La gran lección hace 20 años, sin embargo, la proporcionó la reacción ciudadana, tanto en el compromiso junto a las autoridades autonómicas como la vasca y de colectivos profesionales, muy en especial los arran-tzales, como en su exigencia del Nunca Mais. Una respuesta que sigue mereciendo el reconocimiento público y que estuvo muy por encima de la calidad de la gestión del Gobierno del PP, que nunca ha reconocido su responsabilidad. l