han pasado apenas diez días desde que entraran en vigor las medidas de ahorro energético aprobadas vía decreto por el Gobierno español y quizá convendría no perder de vista lo que la realidad de la calle deja a las claras. Más allá de las peleas políticas en el ruedo madrileño –el Congreso votará las medidas del Ejecutivo de Pedro Sánchez el próximo jueves, así que pocas esperanzas de que esta cuestión sea despojada de artillería partidista–, lo cierto es que la necesidad de contener el consumo energético y revisar su producción va mucho más allá de un contexto derivado de la incertidumbre que la invasión rusa de Ucrania ha impuesto sobre el suministro de gas. Tanto la dependencia energética –en este caso por ejemplo de Rusia– como el impacto ambiental –esta crisis ha venido a frenar en algunos casos los planes de avance de descarbonización que se estaban impulsando– son problemas que requieren acciones estructurales y la definición de un nuevo paradigma energético en términos de suficiencia, de sostenibilidad económica y ambiental y de eficiencia. La tentación de afrontar el control del consumo con la expectativa de que pase cuanto antes el episodio que lo hace necesario sería irresponsable en la medida en que si algo pudiéramos haber aprendido de los fenómenos meteorológicos extremos de este verano es que la calidad de vida, el bienestar, no pueden pasar por el consumo masivo y sistemático de recursos. Tampoco energéticos. El Gobierno de Pedro Sánchez ha cifrado en un 3,7% el ahorro de energía logrado en la primera semana en vigor de sus medidas. Ahora bien, este plan no oculta que efectivamente hay muchos negocios que ya venían tomando medidas de ahorro, no por ningún afán de contribuir con el compromiso adquirido con Bruselas, sino simplemente porque el alza desbocada de los precios les ha llevado irremediablemente a ello. Como algunas voces expertas han insistido en los últimos tiempos, esta crisis energética se llevaba fraguando mucho antes de la guerra desatada por Rusia en Ucrania, ha llegado para quedarse y solo una apuesta decidida por ese nuevo paradigma energético podrá darle respuesta más allá de lo coyuntural. l
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