Las eléctricas defienden que renovar las redes abarataría la factura energéticaPankra Nieto
La crisis energética que surgió en 2022 con motivo de la invasión rusa de Ucrania ha llevado a los distintos bloques económicos del mundo a replantearse sus respectivas políticas de abastecimiento. Gas y petróleo siguen siendo esenciales para el desarrollo industrial, pero eliminar a Moscú de ese comercio ha reducido el número de proveedores y, por consiguiente, ha encarecido el precio. Además, a eso hay que sumar el cambio climático, una realidad innegable que está obligando a lograr vías alternativas de producción y suministro. Y la electrificación es, junto a las energías renovables, la opción por la que cada vez más gobiernos y empresas -bien por obligación o por convicción- están optando en mayor medida. Pero el camino no es sencillo. Ni rápido.
Para transitarlo, los expertos proponen, como una de las medidas más importantes, acometer la renovación de las redes eléctricas. Los mapas de capacidad confirman que el 83,4% de los nudos de la red de distribución del Estado “ya están saturados, lo que impide conectar la nueva demanda eléctrica”, ha expuesto en un reciente informe la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica, de la que forman parte, entre otras, Iberdrola, Endesa y EDP. “Esta saturación refleja el incremento de solicitudes de acceso y conexión de demanda derivado del desarrollo y aparición de nuevos agentes, junto con la regulación de la red de distribución que ha seguido en los últimos años un ritmo inversor y unos criterios distintos a los que exigía al crecimiento de la demanda, mucho más intenso y concentrada en determinados puntos”, subraya el documento. En concreto, en el caso de Euskadi, el 99,2% de los nudos ya no tiene capacidad, mientras que en el caso de Navarra es algo menor (94,1%). Otro estudio del Foro Industria y Energía revela que, de las 6.023 subestaciones analizadas y pernecientes a 19 distribuidoras, 4.960 carecen de capacidad disponible, lo que supone el 82,4% del total, algo menos que en el estudio de Aelec. En cualquier caso, ambos son porcentajes preocupantes.
“El 40% de la red eléctrica tiene más de 40 años”
Estibaliz Goñi
. Directora de Procesos y Tecnología de i-DE
Ante esta situación, el Gobierno central lanzó el pasado 12 de septiembre el proyecto de Real Decreto por el que se regulan los planes de inversión de las redes de transporte y distribución de electricidad. Un texto ligado a la planificación eléctrica hasta 2030, un debate impulsado también por los efectos del apagón del 28 de abril y las mejoras para reforzar el sistema eléctrico, y cuyo plazo de consulta pública concluye este lunes. El decreto pretende regular los límites máximos de inversión en la red de transporte y de distribución de energía eléctrica que podrán ser retribuidos con cargo al sistema eléctrico, así como los volúmenes máximos de inversión con derecho a retribución con cargo al sistema eléctrico de las empresas transportistas y distribuidoras de energía eléctrica. Medidas, en definitiva, que buscan proteger el sistema y al mismo tiempo modernizarlo. Los actores tradicionales -empresas y familias- demandan cada vez más electricidad, y al mismo tiempo la transformación económica que se busca promover demanda una electrificación del tejido productivo para así contribuir a la descarbonización.
“No hay transición energética sin electrificación, pero tampoco puede existir esta sin redes de distribución”, expresaba recientemente Estíbaliz Goñi. directora de Procesos y Tecnología de la distribuidora i-DE, empresa del grupo Iberdrola. A su juicio, las redes actuales se están quedando obsoletas, ya que “el 40% de la misma tiene más de 40 años”. “Ya no hay partes implicadas que no pidan más inversión en redes. La electricidad va a representar el 50% de la energía consumida en 2050”.
Urge, indicaba, una renovación para hacer una red “más resiliente, robusta y segura”, y eso “solo se puede lograr a través de la digitalización y la innovación”. Más en detalle, Goñi indicaba que la industria ligera va a ser “la gran consumidora” de electricidad en los próximos años, pero la demanda también crecerá por el empuje de infraestructuras de nueva creación, como los centros de datos, la movilidad eléctrica o también la crisis de la vivienda, que podría acelerar la construcción para paliar la escasez de oferta, a lo que se une el cada vez más extendido uso de aparatos de refrigeración por la subida progresiva de las temperaturas año tras año.
Canalizar todo el flujo de renovables, el otro gran reto del sistema
Uno de los aspectos en los que están haciendo más incidencia las eléctricas a la hora de defender un mayor esfuerzo inversor tiene que ver con el flujo de las energías renovables, que se vería mejorado. “Necesitamos integrar la generación renovable y que el cliente se beneficie de una energía barata y limpia”, exponía Estibaliz Goñi, que resaltaba que la penetración de las distintas fuentes, como eólica, solar o fotovoltaica, “ha ido más allá de lo previsto”. Como consecuencia de de esa diversificación de generación y suministro, “la red se está haciendo más compleja y descentralizada”, subraya.
Pero el consenso es cada vez más claro entre los agentes institucionales y empresariales. Las posibilidades que ofrecen las renovables no pueden ser desaprovechadas. “Es fundamental integrar toda esa energía para favorecer la competitividad industrial”, añadía Estibaliz Goñi.
“En la medida en que no se mejoren y renueven las redes eléctricas mediante una mayor inversión en su expansión, refuerzo y adaptación, no se podrá avanzar en la transición energética”, exponen las investigadoras Stephanie Mosquera y Macarena Larrea. Tanto Euskadi como Navarra disponen de un tejido industrial intensivo en energía y con un peso importante en el PIB, que está viendo en la electrificación de sus consumos una vía para la descarbonización competitiva. “Dicha electrificación permitiría el mayor crecimiento de la industria manufacturera de bienes de equipo eléctrico -que cuenta con una cadena de valor completa en el territorio- y la promoción de tecnologías innovadoras con menor impacto ambiental. De igual manera, promovería la atracción de inversiones en nuevas actividades económicas -como centros de datos o hidrógeno verde- y la retención de actividades tradicionales, como siderurgia o cemento, posiblemente con procesos productivos más sostenibles”, indican.
“La inversión en renovables y la electrificación se espera que, en general, disminuyan los costes energéticos de las empresas. A pesar de que lo anterior requiere nuevas inversiones en redes, no se espera un aumento de los costes debido al incremento en su uso. Cualquier reducción de los precios de la energía, y en particular de la electricidad, repercutirá positivamente en los márgenes de las empresas”, subrayan en su estudio las investigadoras de Orkestra, que destacan asimismo que se mejoraría la productividad, pero solo si se implantan a tiempo los incentivos necesarios (financieros, fiscales, de mercado, regulatorios, y de conocimiento y colaboración) para la inversión en infraestructuras eléctricas.
Sobre todos estos aspectos han reflexionado también las investigadoras Stephanie Mosquera y Macarena Larrea, pertenecientes al Instituto Vasco de Competitividad-Orkestra y que han elaborado un informe bajo el título ‘El valor de las redes eléctricas para la competitividad del País Vasco’. “Los gobiernos han visto en la electrificación una vía para avanzar rápidamente en la descarbonización. Sin embargo, y a pesar de los continuos llamamientos que desde el sector se han venido realizando en los últimos años, no se ha prestado la atención suficiente. También es cierto que la creciente digitalización de la sociedad y la movilidad eléctrica han supuesto el desarrollo de nuevas demandas y necesidades de electricidad que no existían hace una década. Esto ha añadido tensión a la ya saturada red”, explican las analistas a este diario. En su estudio, exponen que la mejora de las redes debe pasar por “reforzar las conexiones entre las redes de transporte y de distribución; expandir la red de 132 kilovoltios y repotenciar la disponible; desarrollar nuevos centros de transformación y subestaciones así como redimensionar y mejorar la eficiencia de los existentes; cambiar el trazado de las líneas para evitar zonas inundables, y promover la eficiencia energética y el uso de conductores de resistencia más elevada”.
“Una mayor inversión en redes haría disminuir la factura de la luz de las empresas y los hogares”
Stephanie Mosquera y Macarena Larrea
. Investigadoras de Orkestra
Pero existen obstáculos. Uno de los puntos clave es el que tiene que ver con el modelo de retribución por inversión en redes de distribución o transporte. Se trata de un sistema regulado de retribución financiera del Estado a las empresas por determinadas actividades en los sectores eléctrico y gasístico, con el objetivo de concederles una rentabilidad mediante un porcentaje de retorno sobre las inversiones desarrolladas en los sistemas energéticos. Esa tasa de retribución es aprobada anualmente por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, y en el proyecto de decreto publicado el pasado mes por el Gobierno se mantiene donde estaba para las distribuidoras (0,13%), algo con lo que las eléctricas no están de acuerdo y pretenden elevar. No obstante, existen dos disposiciones adicionales que establecen un aumento por valor de 2.660 millones anuales en la inversión máxima en las redes que puede ser retribuida con cargo al sistema en el período 2026-2030. Además, existe el modelo de retribución financiera para las eléctricas por la prestación de la actividad, para el que la CNMV contempla en el nuevo decreto una tasa de retribución del 6,46%, superior al 5,58% actual, pero alejada de las expectativas de Aelec de un 7,5%.
“La transición energética en la que estamos inmersos requiere muchas inversiones en redes eléctricas. Con una infraestructura de redes más moderna, se podrá abaratar la factura que pagan las empresas y los hogares”, exponía la directora de Procesos y Tecnología de i-DE, que no obstante advertía: “las necesidades de inversión van a durar décadas. Los plazos de ejecución son muy largos”. Mientras, la industria se encuentra en una tesitura en la que se abocada a una electrificación mucho más rápida, ya que la actual cobertura no cubre sus necesidades. Además, en el caso específico europeo, la energía resulta mucho más cara para familias y empresas que en Estados Unidos o China, algo que constituye un aspecto que amenaza con golpear la competitividad de la economía de la UE, así como el Estado del Bienestar.
Las investigadoras de Orkestra subrayan los beneficios, a nivel empresarial y doméstico, de las redes eléctricas. A nivel de competitividad, tienen un efecto sobre la inversión y desarrollo de la propia red que permite “la integración de las renovables, la atracción de inversión, la generación de empleo de calidad, la industrialización y la electrificación de sectores como el transporte, edificios e industria”. Además, la renovación serviría para la “mayor seguridad de suministro al garantizar la estabilidad de la red y disminuir la probabilidad de apagones, así como una disminución de emisiones contaminantes En el plano social, la mayor inversión en redes rebajaría el gasto en energía de los hogares disminuyendo la factura y contribuiría al “empoderamiento del consumidor”, ya que promueve “el paso de un consumidor pasivo a uno activo que pueda participar en el sistema, por ejemplo, con el desarrollo de comunidades energéticas”.