- Dos socios de la firma vasca LKS Next y otras dos personas procedentes de un ámbito laboral no adscrito al mundo cooperativo se han unido para crear una consultora que asesora a las empresas en su camino hacia la transformación económica y social. Los planes de recuperación de las instituciones se centran en el medio ambiente, en la digitalización y en la innovación, pero existe otro ámbito al que se va a otorgar una especial atención como es el del impacto que una actividad empresarial tiene en su entorno. En este contexto se crea Akuaipa que, dirigida por Adriana Ciriza, confía en alentar a las compañías a que valoren su influencia social.

¿Qué es Akuaipa?

-Es una consultora que quiere impulsar una transformación social y económica que garantice un mejor ejercicio de los derechos humanos. Perseguimos que las empresas, allá donde trabajen, integren esos derechos humanos. Hasta ahora se ha hablado mucho del medio ambiente, pero se ha dejado de lado la parte social.

¿Cuál es el origen del nombre?

-Tiene que ver con nuestra filosofía. Akuaipa es un término wayuu, un pueblo originario de la zona norte de Colombia y Venezuela con el que ya hemos trabajado. Se podría traducir como vida, pero en el idioma wayuu es un concepto y una filosofía que implica un respeto hacia el medio ambiente, hacia el entorno, hacia los grupos sociales, hacia la participación€ Por eso adoptamos este término.

¿Cómo definiría la transformación social del modelo de negocio?

-Hoy en día las empresas tienen un modelo muy enfocado a las ganancias, con poca visión al entorno, pero hay otros nuevos que, además de incluir los beneficios, también se orientan a que todos ganen, tanto empresas como sociedad y medio ambiente.

¿De qué manera interviene Akuaipa?

-Tenemos dos áreas de trabajo. La transformación social y económica y, por otro lado, la debida diligencia en derechos humanos en las empresas. Respecto a la primera, su origen se encuentra en el sistema cooperativo, que es una forma de empresa diferente a la tradicional. En cuanto a la debida diligencia en derechos humanos, se trata de conseguir que las empresas incorporen todos los estándares internacionales de derechos humanos tanto interna como externamente.

¿Y cómo se consigue?

-A través de estudios de impacto social, que miden el efecto que la empresa va a tener en el territorio. Una vez que lo mides, tienes que contar con toda la participación de esa sociedad que está alrededor. Los beneficios vienen dados no solo por la necesidad y objetivo de ganancias económicas de la empresa, sino también a través de las necesidades sociales que existen y de los grupos sociales que estén alrededor.

¿De quién suele partir la iniciativa, del consultor o de la empresa?

-Hoy en día existen marcos internacionales como los principios rectores que las empresas deberían implementar, pero no todas se comprometen a incorporar estos estudios de impacto social. Por lo general, procede de empresas que apuestan por mirar al futuro de una forma más realista pensando que quizás algunos modelos anteriores ya no son sostenibles.

¿Con qué tipología de empresa trabajan?

-Tanto compañías muy grandes instaladas en muchos países como proyectos muy pequeños pero con un impacto muy potente, que son los que tienen un altísimo interés. Por confidencialidad no puedo dar nombres.

¿Dónde están ubicados estos proyectos?

-Tenemos una presencia internacional. Euskal Herria, Perú, Colombia, Ecuador, Indonesia...

¿En dónde existe una mayor concienciación?

-Son contextos completamente diferentes. En América Latina, entre la población indígena hay más movimiento y son más conscientes de que tienen unos derechos y de cómo reivindicarlos, y por eso las empresas se sientan con ellos. En Europa y Asia se hace de otra manera, no tiene nada que ver.

¿Realmente el modelo neoliberal está agotado?

-Quienes lo impulsan no tienen esa percepción porque no hay otro sistema en el mundo que le haga frente, ni siquiera el comunista se presenta como rival. Como sistema no sé si se puede decir que está agotado, pero a nivel social está muy cuestionado por razones éticas y sociales y en esta crisis estamos viendo que no es sostenible.

Entonces, ¿la crisis del covid puede acelerar ese proceso de transformación?

-Te diría que ojalá, pero no sé si será así. Durante las crisis la sociedad se mueve más, reivindica mucho más sus derechos y su calidad de vida buena, justa y repartida. Pero con el paso del tiempo todo eso se va diluyendo, llegan las preocupaciones, tenemos que vivir y asumimos que debemos estar dentro de ese modelo económico.

En Euskadi la mayor parte del tejido empresarial es pyme. ¿Cómo se verán afectadas?

-Más que con el tamaño tiene que ver con el tipo de sector. Por ejemplo, en agroalimentación entran en juego los proveedores y promocionar el kilómetro 0. En el sector tecnológico los problemas son otros. En general para todas, sirve para respetar los derechos tanto de las personas trabajadoras en general como

colectivos, y aquí entraría por ejemplo la brecha de género.

¿Podría poner algún ejemplo de casos de éxito?

-En Colombia, una empresa muy importante del sector energético planteó un proyecto para realizar unas instalaciones en un territorio wayuu que generó el rechazo de esta población indígena. Ellos se oponían porque para los wayuu esta zona era un lugar sagrado, como si fuera su cementerio, porque ellos creen que cuando mueren van al mar, y la zona en la que quería construir esta empresa estaba cerca del mar. Los wayuu pertenecen al territorio donde están sus muertos. Finalmente, la compañía rechazó desarrollar este proyecto. Sin embargo, se vio recompensada por esta decisión, porque el Gobierno de Colombia acordó cederles otros terrenos para que lo llevaran a cabo.