iempre que se produce una crisis se registran situaciones que nos hacen en unos casos, relativizar determinadas actuaciones o comportamientos que antes nos parecían decisivos y que se convierten en insignificantes como consecuencia de un cambio drástico en la realidad hasta ahora conocida, o en otros, provocan unos estados de shock que tienen que ver no solo con ese nuevo y desconocido entorno que nadie preveía, sino que también responden a escenarios de incertidumbre y desconocimiento sobre el futuro más próximo.

En el plano económico y empresarial, la crisis originada por el COVID-19 ha provocado no solo ese tipo de situaciones sino que, el confinamiento y después la paralización de la movilidad entre los territorios y los países, ha provocado que sectores industriales vinculados con esta actividad estén atravesando una situación muy delicada no ya por las consecuencias negativas originadas por el parón, sino también por la ausencia de certezas en el corto plazo sobre la ansiada vuelta a la normalidad.

Mientras, otros sectores económicos, como el comercio digital, la logística y la distribución, entre otros, precisamente, por esa inmovilidad en la que nos encontramos por la pandemia, no solo han sabido capear la situación de manera satisfactoria sino incluso, han salido reforzados registrando aumentos importantes en su facturación.

En los últimos días, hemos conocido protestas de trabajadores contra los despidos anunciados por empresas aeronáuticas que han visto reducir su facturación por la falta de actividad de las aerolíneas; concentraciones de empleados de agencias de viaje que están inactivas desde el mes de marzo por el parón del turismo y que demandan ayudas desde la Administración, por no hablar del sector hotelero y una parte del hostelero, en el caso de las ciudades turísticas, que han tenido que cerrar sus establecimientos por falta de clientes.

La falta de movilidad también está afectando a empresas industriales muy vinculadas al transporte de viajeros por carretera, que hasta ahora tenían unas cuentas de resultados más que saneadas y con muy buenos registros desde hace muchos años -al ser líderes en este segmento de mercado y tener un gran peso internacional-, y que están viendo como la facturación está cayendo por falta de demanda de los operadores.

No solo ha descendido la producción, sino que los trabajadores se han rebajado el salario de manera importante con el fin de aguantar y esperar a que la situación repunte cuanto antes y vuelvan a producirse nuevos pedidos. La situación de incertidumbre en la que vive el sector, muy vinculado a la reactivación del turismo y de los viajes a media y larga distancia, ha hecho que algún directivo y varios trabajadores hayan abandonado la empresa cobrando algunas cantidades de dinero, lo que ha provocado cierto malestar entre la plantilla.

La incertidumbre también está provocando situaciones insólitas, aunque éstas, evidentemente, de otro tipo, como es el traslado de algunas grandes fortunas y empresas de Madrid a Portugal, en concreto a Lisboa y Oporto, ante el anuncio del Gobierno de Sánchez de armonizar la tributación entre los territorios de régimen común, con el fin de igualar la presión fiscal de aquellos impuestos en los que las autonomías tienen competencia.

En este sentido, se trataría de evitar el dumping fiscal que desde Madrid se lleva practicando desde hace muchos años, sobre todo en lo que se refiere al Impuesto de Patrimonio y el de Sucesiones y Donaciones, que son muy favorables para las grandes fortunas. En concreto, en Madrid, la tributación del impuesto de Patrimonio está completamente exenta, mientras que en el de Sucesiones y Donaciones la bonificación es del 99%, lo que ha provocado en el pasado el traslado de contribuyentes con grandes fortunas a la capital del Estado, en perjuicio del resto de las comunidades.

Detrás de esta huida de capitales e inversores a Portugal está el régimen especial de residentes no habituales que ha creado el país lusitano con el que trata de favorecer que los inversores e individuos con altos patrimonios puedan fijar su residencia fiscal en su territorio, ofreciendo para ello seguridad jurídica y estabilidad política.

Esta situación está provocando la consiguiente preocupación en las autoridades de Madrid que pueden estar observando como su atractivo de paraíso fiscal, con unas ventajas muy interesantes para inversores, empresas y grandes patrimonios y que compensaban por los beneficios que le reporta el ser capital del Estado, puede estar llegando a su fin.

Frente a este panorama de falta de perspectiva a corto plazo destaca la actividad de otras compañías también vinculadas al sector de la movilidad y al transporte de viajeros que, gracias al gran catálogo de productos que dispone y su presencia en los mercados de los cinco continentes, está encarando este difícil año con gran resiliencia, debido a la intensa actividad comercial que está realizando.

A pesar de la apatía que existe en el sector, la proliferación de pedidos del exterior está provocando que el año termine con mejores resultados de los que se preveían en la pasada primavera, cuando la pandemia no dejaba ver el horizonte, y se afronte el próximo año 2021 con cierta perspectiva positiva, sobre todo en el mercado internacional y, fundamentalmente, en Europa, donde la transición ecológica está jugando un papel de primera magnitud en el cambio hacía modelos de transporte más sostenibles y ecológicos.

Es el reverso positivo de una moneda que en su lado opuesto contiene una falta de visibilización de unas certezas que el COVID-19 está haciendo que tarde más tiempo del que se desearía.