asta con echar un vistazo a las páginas de los periódicos económicos para comprobar el importante efecto negativo que está teniendo la crisis económica originada por el COVID-19 en prácticamente todos los sectores económicos. En los últimos días, las páginas económicas son una sucesión de noticias negativas al recoger los resultados de las empresas en los primeros nueve meses de este año.

A las pérdidas generadas por la ausencia de actividad durante algunos meses por efecto de la pandemia y la bajada de la demanda como consecuencia de la incertidumbre que ha generado el virus, comienzan a aparecer titulares con reestructuraciones de plantilla, a través de despidos forzosos o por la vía de las prejubilaciones, sobre todo en el sector bancario.

Con este panorama, ciertamente, desolador, vamos a cerrar este año de 2020, sin que a día de hoy nadie se atreva a aventurar una situación de cambio para el próximo ejercicio, debido a que la incertidumbre está tan presente que es muy difícil siquiera predecir lo que va a ocurrir el próximo mes. El año 2021 va ser un ejercicio complicado e incierto a nada que se pregunte a gestores de empresa sobre sus previsiones futuras.

En primer lugar, con una incertidumbre ya instalada desde hace varios meses y sin visos de que desaparezca es muy difícil que ningún responsable empresarial tome decisiones siquiera a corto plazo, cuando carece de la suficiente visibilidad para poder otear el futuro y poder contar con un horizonte claro y con perspectiva, con lo que se quedan circunscritas al día a día y a ser rápidas.

Ante esta situación, las empresas se van a ver obligadas, si quieren seguir con actividad y esperar a un cambio de paradigma que vendrá con la vacuna, a afrontar reestructuraciones de plantilla y refinanciación de la deuda. Es decir, muchos ERTE actuales se van a convertir en ERE futuros y despidos por causas objetivas, al tiempo que habrá que arbitrar ampliaciones de los plazos y flexibilizar las condiciones de los créditos cuando en el mes de marzo se agote el año de carencia de los préstamos concedidos en pleno estado de alarma para dar tranquilidad a las empresas y ayudarles en su continuidad.

Por ello, es necesario que cuanto antes se tomen decisiones para flexibilizar las condiciones de los créditos a las empresas avalados por las instituciones públicas y evitar que se produzcan fallidos como consecuencia de un descenso de actividad o del cierre de los negocios.

A pesar de que en Euskadi se ha producido un fuerte repunte del 163,6% en los concursos de acreedores en el mes de septiembre, respecto al mismo período del año anterior,-el segundo incremento más importante en el Estado-, según datos del Colegio de Registradores, no parece que las quiebras afecten a la industria, sino que más bien se podrían concentrar en sectores como la hostelería o el comercio. Las empresas industriales, frente a la anterior crisis, disponen en esta ocasión de mayor tesorería bien porque han ido haciendo caja en esos años de bonanza económica y disponen de liquidez a través de los créditos avalados por las instituciones públicas. Todo parece indicar que sectores como el industrial, sanidad, energías renovables, economía circular y alimentación están siendo los que más capacidad de resiliencia están demostrando en la actual crisis.

Sin embargo, el sector de la hostelería es, casi con toda seguridad, el que más se está viendo afectado por las medidas sanitarias adoptadas para evitar el contagio del virus. Fue el primero en cerrar el pasado mes de marzo y el último en abrir con la desescalada y ahora, se ve obligado a echar la persiana de un día para otro, por espacio, en principio, de un mes con lo que la situación puede convertirse en insostenible para muchas empresas y autónomos.

El cierre del sector de la hostelería durante este mes va a hacer que se quede corto el plan de rescate al sector de 187 millones de euros que presentaron hace unos días las tres asociaciones sectoriales de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) al Gobierno Vasco. Estas asociaciones patronales estiman que, sin este cierre de noviembre, se habían destruido 15.000 puestos de trabajo y cerrado 1.100 establecimientos con unas pérdidas de 1.800 millones de euros. El total de establecimientos hosteleros en Euskadi se cifraba hasta la llegada del

En Gipuzkoa, que el año pasado contaba con un total de 4.400 establecimientos que daban empleo a 23.000 trabajadores, la factura de la crisis, según datos de la Asociación de Hostelería de Gipuzkoa, va a suponer que alrededor de 400 bares y restaurantes echen la persiana y que 5.000 trabajadores se queden sin empleo. El actual cierre va a suponer perder alrededor de 120 millones de euros que es la facturación prevista para este mes, uno de los más flojos del año, en el sector en Gipuzkoa.

Con estas cifras, la falta de perspectivas y la ausencia de ayudas públicas directas por parte de las instituciones, -como ha ocurrido en Alemania donde también se ha cerrado la hostelería-, se entiende el gran malestar que existe en este sector económico, hasta el punto de considerarse como de segundo nivel frente al industrial que parece acaparar todas las atenciones.

Y ello, cuando hay datos del ministerio de Sanidad que indican que en las dos últimas semanas el nivel de contagio social en establecimientos de restauración en el Estado no llega al 1,5% del total de las infecciones frente a otras actividades y en Catalunya el cierre de los establecimientos no ha hecho bajar el número de afectados, así como en Navarra, donde no se percibe una relación de causa directa entre la evolución de la pandemia y el cese de actividad del sector.

Lo que está claro es que se deben arbitrar cuanto antes medidas de choque para paliar las consecuencias de este cierre sectorial, cuando se están ya produciendo situaciones personales muy delicadas como la de rescatar las EPSV para poder sobrevivir, cuando la jubilación todavía está muy lejos, o hipotecar todo el patrimonio personal para poder seguir hacia adelante. Más vale pronto que tarde.

Lo que está claro es que se deben arbitrar cuanto antes medida para paliar las consecuencias del cierre sectorial de la hostelería