n referente intelectual en el mundo de la economía como es el profesor de Economía y Políticas de la Universidad de Berkeley (EE.UU.), Barry Eichengree, acaba de afirmar que "un epidemiólogo puede prever mejor la recuperación que un economista" en una clara constatación de la incierta situación en la que nos encontramos y cuya evolución depende de un factor hasta ahora incontrolado por los humanos como es el COVID-19. Nadie se atreve a predecir lo que puede ocurrir en el corto plazo porque estamos sufriendo una crisis nada comparable con cualquier otra y totalmente novedosa, que nos ha instalado en la incertidumbre más absoluta.

En esta situación de ausencia de un horizonte claro y de total exposición frente a lo desconocido, todavía existen resortes en los seres humanos que hacen aflorar los valores intrínsecos de su condición y que se pueden convertir en propuesta de palanca para una necesaria revisión de nuestros modelos de convivencia social y de relación económica más acordes con la sostenibilidad y el medio ambiente.

Y la culpa de todo ello la ha tenido Neme Fociños. A muchos el nombre no les sonará de nada, pero cuando se ofrece como pista de identificación la de "El gallego del bazar de Carlos I", seguro que un gran número de vecinos del barrio donostiarra de Amara reconocerán su figura sonriente y su actitud amable y dispuesta detrás del mostrador de su pequeño comercio, donde vendía todo lo relacionado con la electrónica, algo de ferretería y se reparaban todo tipo de aparatos eléctricos.

Habrá muy pocos vecinos de Amara que no hayan acudido alguna vez al "gallego" a cambiar la pila del reloj, comprar una radio, llevarse una sartén o un secador de pelo, adquirir el último modelo de lavadora o frigorífico o dejarle el aspirador de casa para su arreglo.

Desde hace 10 días, las persianas de su tienda no se levantan. No como consecuencia de los efectos negativos del COVID-19, que tanto daño está haciendo al comercio, sino porque de manera súbita su corazón dejó de latir cuando estaba atendiendo a una clienta.

Su muerte ha causado tal consternación en Amara que a las pocas horas del suceso las persianas del local se llenaron de ramos de flores, velas y mensajes escritos por vecinos con muestras de afecto y cariño en su memoria, así como por su contribución a la calidad de vida y bienestar de sus habitantes. "El barrio lo definen las personas. Hiciste de este barrio un lugar mucho mejor"; "Amara Berri se ha quedado huérfano", se podían leer en algunos mensajes.

Por si ello fuera poco, cuatro días después del óbito, un gran número de vecinos se concentraron ante el establecimiento, respondiendo a una convocatoria anónima y espontánea, para expresarle el último adiós a este comerciante tan enraizado en el barrio, guardando un emocionado minuto de silencio para prorrumpir luego en una salva de aplausos en su memoria.

Con esta reacción los vecinos de Amara han puesto de relieve, de manera clara, el gran valor social y económico que el comercio local tiene en la vida de las ciudades y de los barrios al contribuir a su bienestar, convivencia, seguridad y ser lugares de encuentro entre los ciudadanos. Como bien escribió la activista urbanista estadounidense, Jane Jacobs: "Un vecindario no es solo una asociación de edificios, sino también una red de relaciones sociales. Un entorno donde los sentimientos y la simpatía pueden florecer".

Los tres meses de confinamiento que vivimos por culpa del COVID-19 la pasada primavera sirvieron para demostrar la importancia vital que pequeñas tiendas como la de Neme tienen en la vida de los barrios a la hora de responder a las necesidades esenciales de los ciudadanos, sobre todo cuando todo a nuestro alrededor se paraliza. Por ello, es necesario que con urgencia desde el sector público se impulsen políticas de activación e impulso del comercio local para evitar la desertización de las ciudades y de los barrios y contribuir a su humanización, al igual que están haciendo urbes como París, Copenhague, Ottawa o Melbourne.

Precisamente, el comercio ha sido uno de los sectores que más ha castigado la pandemia y que se encuentra en situación de riesgo seguro, según el "Análisis Sectorial del Potencial Impacto y Recuperación de la Crisis de la COVID-19 en las Empresas Vascas", que ha hecho público hace unos días, Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad.

Las consecuencias del coronavirus, originadas por las medidas de confinamiento y distanciamiento social, caída del consumo y la previsible disminución de la renta disponible como consecuencia del aumento del desempleo, ha supuesto a este sector, -que se considera básico, en términos económicos-, una caída de la facturación superior al 13% al inicio de la crisis. A ello hay que añadir un 23% del empleo total en ERTE, lo que supone 31.529 personas, más una caída de afiliación a la Seguridad Social de 3.047 trabajadores. Por si fuera poco, cuenta con un alto porcentaje de empresas en situación financiera delicada, de las que el 29% son vulnerables ante hechos inesperados y el 33% tienen dificultades para responder a los créditos.

El estudio de Orkestra incluye entre los sectores de riesgo severo al de Material de transporte que tiene un efecto impulsor en la economía vasca y se halla en un proceso de transformación provocado por la tendencia a la descarbonización del transporte. Tiene al 39% de sus trabajadores, lo que supone un total de 7.498 personas, en ERTE y cuenta con un alto porcentaje de empresas con dificultades financieras, tanto respecto a su vulnerabilidad ante acontecimientos imprevistos (33%), así como a su deuda crediticia (28%).

También la Hostelería se halla en este segmento de actividad con riesgo severo. En el período inicial de la crisis ha registrado una caída de su facturación del 60% y tiene en ERTE al 64% de sus trabajadores, en concreto 38.462 personas, a lo que hay que sumar las 4.312 personas que fueron dadas de baja en la Seguridad Social. Sus empresas también registran un alto grado de dificultades financieras, ya que un 32% son vulnerables económicamente y un 39% tiene problemas para afrontar sus deudas crediticias.

El informe de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad señala que estos tres sectores, más otros seis que presentan un riesgo alto, entre los que se encuentran, entre otros, la Metalurgia y productos metálicos, Construcción, Educación o Actividades recreativas y culturales, deben requerir de una atención prioritaria por parte de las Administraciones Públicas mediante ayudas específicas y la puesta en marcha de herramientas de monitorización y coordinación institucional. La situación no precisa de más demora.

La pandemia ha puesto de relieve la importancia que tiene el comercio de barrio, que aporta bienestar, convivencia y seguridad a la vida comunitaria