os analistas deberán incorporar a partir de ahora una nueva letra para explicar de manera gráfica la evolución de la economía durante un tiempo determinado como consecuencia de una situación de crisis y de ruptura con el escenario que hasta ese momento se estaba desarrollando de manera más o menos normalizada.

En un ejercicio de creatividad comunicativa la vicepresidenta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, se ha inventado una nueva letra, inexistente hasta ahora en el abecedario, como es la "V asimétrica" para referirse de una manera eufemística a una L, -la recesión se prolonga en el tiempo-, que no tiene nada que ver con la U, -la recuperación es más lenta que la recesión-, y por supuesto muy distante de la V, que refleja que a una rápida recesión le sucede una rápida recuperación.

En virtud de esta forma de disfrazar la realidad hay que convenir que las previsiones anunciadas por la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, con un hundimiento del PIB del 9,2%, un paro del 19% y un descenso en el consumo del 19%, pueden pecar de muy prudentes, si tenemos en cuenta el histórico hundimiento del 5,4% de la actividad en el Estado del primer trimestre con solo 15 días de estado de alarma, que superó las previsiones del Banco de España, y las últimas estimaciones del Banco Central Europeo (BCE), que teme que la economía europea pueda desplomarse un 12%.

Y este dato va a afectar de manera determinante a una economía como la vasca, que es especialmente exportadora, teniendo en cuenta la mala situación por la que atraviesan países importadores como Francia, Alemania o Reino Unido y que va a influir de manera muy importante a nuestro comercio exterior. Se estima que las exportaciones, uno de los motores de la economía española junto con el turismo, van a sufrir este año un descenso del 27,1%.

Y todo ello en un contexto, donde Europa, es decir, los países del norte, con Alemania a la cabeza, siguen sin fiarse de un Estado español que no ha sabido o querido aprovechar los años de la recuperación para reducir el déficit, que a día de hoy es del 10,34%, -el más elevado desde la crisis de 2012-, y una deuda pública del 115,5% del PIB. Un escenario que parece poco verosímil cuando todavía está en el aire la posibilidad de si los fondos que lleguen al Estado de Europa son a través de transferencias, como quiere Sánchez, o préstamos como exigen los socios de la UE, más rígidos con estas cuestiones.

En Europa no se fían de Sánchez porque las ayudas se las ha quedado el Estado para direccionarlas a los autónomos y trabajadores afectados, a través del sistema burocrático de la Administración que ha demostrado su falta de agilidad, con lo que se están produciendo retrasos en su percepción por parte de los beneficiarios, mientras en otros países las han ido distribuyendo directamente a las empresas que, a su vez, las han hecho llegar a los trabajadores para que, no tuvieran ninguna disfunción en sus recursos económicos.

Este es no es el único ejemplo de las distintas velocidades en las que se mueven los países europeos y el Estado español. Si nos atenemos a las ayudas directas dirigidas a paliar los efectos económicos de la pandemia, el Gobierno Sánchez ha movilizado el 8,4% de su PIB, mientras Alemania ha liberado el 23,5% del PIB; Italia, el 20,6%, en tanto que Francia ha dispuesto de un 14,3%.

La recuperación a esta Gran Depresión, en términos de normalidad, que nos ha dejado el coronavirus parece que van a ir más allá de los dos años que augura el Gobierno por lo que es necesario que cuanto antes se active la economía productiva y el sector servicios para que la base de esa L, -que a partir de ahora parece que se llama "V asimétrica"-, sea lo más corta posible y se convierta en una U con base larga.

Por eso no se entienden los bandazos, alguno de ellos contradictorios, que está dando el Gobierno Sánchez en sectores como el de la hostelería añadiendo más incertidumbre a la ya de por si existente, cuando fija en la primera fase un 30% el aforo de las terrazas de los establecimientos sin atender la propuesta del 67% que hacían sus profesionales y que se podrá reducir si los ayuntamientos amplían y flexibilizan los espacios. El anuncio de plante del sector si el Gobierno no cambiaba de posiciones parece que ha tenido resultado a juzgar por la decisión del ministerio de Trabajo de flexibilizar los ERTE, con el fin de que la renuncia sea progresiva en la medida de que los trabajadores se vayan incorporando de manera gradual a sus puestos de trabajo y no al 100% como se planteaba.

En este contexto de reconstrucción y emergencia económica, llama la atención el poder fáctico en el que se ha convertido un sector no productivo como es el del fútbol espectáculo, cuyos jugadores empezarán a entrenar esta semana, cuando las empresas de cultura y ocio siguen con la actividad paralizada y sufriendo grandes pérdidas.

El fútbol espectáculo y sus dirigentes están demostrando ser el sector más insolidario que hemos visto en toda esta crisis sanitaria y económica pasando por alto la situación dramática en la que se encuentran empresas industriales con su actividad total o parcialmente paralizada y negocios que llevan 50 días con las persianas bajadas sin obtener ningún ingreso.

Esta es la prueba palpable de que el fútbol espectáculo y todo lo que gira en torno a él viven en una auténtica burbuja sin más límite que las costuras de un balón en donde todo se concentra, cuando esta crisis nos ha demostrado su irrelevancia cuando lo que está en juego es la salud, la economía y el empleo de las personas.

Por eso sorprende esta limitada visión de la realidad de algunos que han criticado la suspensión la semana pasada de los entrenamientos, a pesar de disponer de test para detectar el virus, al comparar a los clubes de fútbol con un fabricante de automóviles que aplicó a sus trabajadores esas pruebas al reanudar su actividad laboral después de 43 días de parálisis. Para su conocimiento hay que decir que el sector del automoción en el Estado supone el 10% del PIB y da trabajo a 300.000 empleos directos y totaliza el 19% de las exportaciones, -en Euskadi representa el 25% de su PIB con 35.000 trabajadores-, mientras, según un estudio de PwC de hace un año al que se refiere La Liga en sus negociaciones con el Gobierno español, el fútbol espectáculo significa el 1,37% del PIB y da trabajo a 185.000 personas. Esta es, guste o no guste, la realidad en términos económicos.

En Europa no se fían de Sánchez porque las ayudas se las ha quedado el Estado para direccionarlas a los autónomos y trabajadores afectados