donostia - El sindicalismo afronta el Primero de Mayo en una fase de ligera recuperación de la afiliación tras los duros años de la crisis económica de hace una década que, en el caso de las dos grandes organizaciones sindicales del Estado español, Unión General de Trabajadores y Comisiones Obreras, les supuso perder una quinta parte de su afiliación, y, además, han visto cómo su peso conjunto se ha reducido en casi diez puntos en beneficio de las candidaturas independientes y de los sindicatos más pequeños, que ya suman casi un 20,7% de la representación total. En este porcentaje no están incluidos ni USO, ni CSIF, ni ELA, que son los otros tres sindicatos importantes por el número de delegados tras los dos grandes. Entre 2010 y 2017, las centrales sindicales CCOO y UGT han pasado de contar con casi el 77% de representación al 68%.
Según las certificaciones de la Dirección General de Trabajo, los dos grandes sindicatos españoles han tenido una pérdida continuada de representatividad. En concreto, desde 2010, Comisiones Obreras ha perdido 20.724 representantes (3,35% puntos menos) y en el caso de la Unión General de Trabajadores han sido 25.197 (5,17% menos).
Una vez más, el proceso es diferente en Euskal Herria donde ELA, el sindicato mayoritario, sigue con una fortaleza encomiable y donde la noticia es el lento pero cuasi constante declive de UGT.
En todo caso, y analizando el devenir general del sindicalismo en el Estado español, la recuperación económica y el fin al proceso de cierre de empresas ha permitido a las organizaciones sindicales recuperar afiliación pero, lo que ya casi nadie cuestiona desde fuera de las centrales, es que el sindicalismo tiene que adaptarse a unos cambios notables en la sociedad y, sobre todo, en el mundo laboral.
Las grandes empresas industriales son ahora la excepción y no la regla, en cambio las pymes, fundamentalmente en el sector servicios, están en crecimiento. El auge de la economía digital y la precarización del mercado laboral tras unas reformas que han debilitado el poder de los trabajadores frente a las empresas, está incidiendo en un movimiento sindical que no consigue acercarse a los jóvenes, a los trabajadores de las contratas y a los autónomos económicamente dependientes.
Si a ello se le suma el desapego hacia la política organizada al modo tradicional de buena parte de la juventud que ve en algunos de los grandes sindicatos etiquetas políticas determinadas, la ausencia de resultados tangibles en la lucha por alcanzar unas condiciones laborales dignas y en reducir la precariedad se entiende el declive sindical, en especial de las grandes organizaciones. La participación en algunos casos notorios de presuntas corrupciones tampoco ayuda.
En este contexto, las candidaturas sindicales independientes y los pequeños sindicatos están ganando cuotas de representatividad frente a los citados CCOO y UGT.
En las fábricas ya no es noticia que al lado de las siglas tradicionales surjan otras específicas de la empresa o la planta en cuestión. Muchas de ellas son escisiones de los sindicatos tradicionales.
Poco a poco este movimiento está creciendo y alguna organización, caso, por ejemplo, de la Unión Sindical Obrera (USO), defensor desde sus inicios de un modelo basado en la autonomía sindical, está intentando acercarse a estos grupos independientes para crecer, en base a una especie de franquicia.
En todo caso, los cuatro mayores sindicatos españoles UGT, CCOO, CSIF y USO han pasado por unos años entre 2009, en los que alcanzaron sus máximos de afiliación, y 2015 en el que llegaron a tocar suelo, viendo cómo el de afiliados se reducía.
Estos afiliados permiten, según Efe, a los sindicatos contar con un total de 266.118 delegados sindicales en empresas y centros de trabajo del Estado español. CCOO encabeza el ranking con 94.971; seguido de UGT, 86.530; USO, 10.793; CSIF, 10.334; ELA, 8.425 y otros sin especificar, 55.065.