Una buena noticia siempre es positiva y en muchas ocasiones confirma que el tiempo es juez inexorable al poner las cosas en su sitio. Esta es la primera conclusión que cabe sacar de la ampliación del plazo límite, aprobada por el Gobierno español, para cubrir la dotación del fondo de reserva al que están obligadas las fundaciones bancarias que son socios mayoritarios en los bancos surgidos de la reestructuración de las cajas de ahorros. En este aspecto, la principal y única beneficiaria es la Fundación BBK, propietaria del 57% de Kutxabank, que tendrá hasta el 2023 (ampliable al 2024) para hacer frente al desembolso de 235 millones de euros y, con ello, no salir a Bolsa, como ocurre con Unicaja e Ibercaja, los otros dos bancos que podían acogerse al Decreto publicado el pasado sábado.
Dicho con otras palabras, Kutxabank seguirá gestionada por las fundaciones de las antiguas, BBK de Bizkaia, Kutxa de Gipuzkoa y Vital de Araba, que son los representantes de los tres territorios históricos y los únicos propietarios de un banco que goza del prestigio y la solvencia financieras derivadas de la buena gestión realizada en décadas precedentes. Es cierto, por otro lado, que esta decisión del Ejecutivo de Rajoy puede responder a los acuerdos a los que han llegado para que el PNV apruebe los Presupuestos Generales del Estado.
Pero ustedes saben, y yo lo quiero recordar en estas líneas, que este tipo de decisiones no son concesiones gratuitas ni se producen por generación espontánea si no hay argumentos sólidos y legales que lo avalen. En realidad, la ampliación del plazo límite es un reconocimiento al crédito que se desprende de una buena gestión profesional, acompañada por la honestidad y responsabilidad de sus gestores. En efecto, la gestión de las Cajas de Ahorros vascas ha estado tan alejada de otras que hemos conocido en los últimos años que, sin caer en la exageración, se puede decir que está en las antípodas de otras entidades necesitadas de miles de millones de euros para evitar su cierre.
Obra social e inversión Pero dejemos a un lado el pasado y pongamos el foco en el futuro, ya que las ventajas de esta ampliación no sólo mantienen intacta la participación societaria de Kutxabank, al tiempo que concede mayor holgura a la Fundación BBK. También permite cumplir con el compromiso de dedicar a la obra social 33 millones de euros cada año y, como ha dicho el propio presidente de la Fundación, Xabier Sagredo, amplia su campo de inversión en proyectos empresariales. Lamentablemente, no faltarán esas voces que apelan al pacto con un Gobierno corrupto para desacreditar esta buena noticia. Son los mismos que se negaban a aceptar la bancarización de las cajas de ahorro, argumentando una privatización inexistente, porque las cajas no son entidades públicas. Pues bien, resulta que lo fundamental para el futuro de una entidad, sea financiera, industrial, comercial, etc., no reside en su carácter público o privado, sino que sea bien gestionada.
El hecho, constatable desde hace años y reafirmado hoy, de que Kutxabank sea un banco exclusivamente vasco que no está sometido a los devaneos especulativos y depredadores de la Bolsa, al tiempo que confirma la dotación económica para mantener la obra social de las cajas y anuncia ampliar su inversión en proyectos empresariales, pone de manifiesto la solvencia de los antiguos y actuales gestores, así como la insolvencia de una oposición empeñada en querer desprestigiar un modelo financiero que funciona bien al colaborar con el bienestar social y a unos responsables que mantienen saneada la entidad, poniendo por delante la honradez.
Va siendo hora de la madurez para algunos. Al menos para los que confunden la oposición política con el populismo seudomesiánico. Va siendo hora de reconocer que el futuro está en el buen hacer en aspectos como Kutxabank, el Concierto Económico o también en (y lo dejo como asignatura pendiente para otra semana) los buenos resultados de la Formación Profesional dual.