no hace falta ser muy hábil para darse cuenta de que un nuevo conjunto de tecnologías y soluciones emergentes y la forma de hacer negocio en cada vez más sectores está reconfigurando no solo la industria, sino también el sector servicios. Entre otros aspectos, estos cambios revolucionan el perfil de puestos de trabajo. Muchos de ellos, sencillamente desaparecerán, otros sufrirán una profunda remodelación. En paralelo, somos testigos del nacimiento de algunos empleos que resultarían un sinsentido hace no muchos años.
Algunos agoreros como Jeremy Rifkin afirmaban que en 2050 necesitaremos solo el 5% de la población adulta para dirigir y gestionar el sector industrial tradicional. Las fábricas, explotaciones y oficinas con poco personal serán la norma en los países “avanzados”.
Desconozco el soporte con el que llega a ese 5%, lo que es palpable es que este fenómeno afecta a multitud de sectores. En el médico, las nuevas tecnologías de diagnosis sustituyen a lo que antes hacían los/as médicos, el diseño por ordenador ha eliminado a muchos ingenieros y delineantes, los ERPs y otros programas han asumido parte del trabajo que hacían contables y administrativos, etc.
En general, los mercados y las empresas que operan en ellos siguen una lógica donde a medida que los productos y servicios, o las tecnologías para producirlos se van haciendo maduras, aumenta el nivel de competencia, se reducen los precios, o al mismo nivel de precios se incrementan las exigencias de calidades.
Desafortunadamente nuestro perfil de empresas no es, en general, ni punta de lanza tecnológica, ni ostentan un papel de liderazgo en los mercados donde operan. Dicho esto, debemos ser conscientes de que la automatización, la transformación de los perfiles de puestos de trabajo, y en consecuencia la desaparición de muchos de ellos, es una realidad que debemos afrontar con determinación.
Si pretendemos ser un país con personas cuyo trabajo sea algo más que un peaje que hay que pagar para poder vivir, con condiciones dignas y calidad de vida, es lo que nos toca.
Si miramos a la historia, la explicación sencilla es que a medida que ciertos sectores y actividades se automatizan otras van surgiendo. La cuestión es ¿qué tipo de empleos?, ¿en qué empresas?
Todo parece indicar que el tipo de empresa del futuro estará centrada en actividades relacionadas con productos y servicios con alto grado de especialización, en la industria de la alta tecnología y los servicios asociados, en actividades relacionadas con la revolución del software y las comunicaciones, en el denominado cuarto sector o la sociedad civil centrada en actividades empresariales que atienden a necesidades sociales, etc.
Esto implica pasar del trabajo de operación al trabajo del conocimiento. Es el fin del trabajo asalariado masivo, pero no podemos hacerlo de cualquier forma, sino con la persona como centro a través de la participación. Participación en las decisiones, en la gestión, y en los resultados de las empresas a las que contribuyen.
El reto está en si seremos capaces de generar actividad en estos ámbitos y adaptarnos como profesionales a través de una formación permanente, a un ritmo similar al que la automatización y la transformación de los sectores destruye el trabajo asalariado masivo.
Personas para la transición de nuestros productos, servicios y procesos. Personas para diversificar nuestras actividades, y personas para emprender, ahí está el foco donde invertir.