Donostia. “No va a haber milagros; no los hemos prometido”. Con esa frase, pronunciada ante la prensa en la noche triunfal del 20 de noviembre de hace un año, Mariano Rajoy daba la bienvenida a su mandato. El martes se cumplirá un año de esa noche electoral en la que el Partido Popular lograba la mayoría absoluta y Rajoy aludía a las promesas del PP durante la campaña. No prometió milagros, pero sí medidas concretas. Medidas que un año después parecen haber caído en el olvido de los miembros del Gobierno español, que han impulsado medidas totalmente opuestas a las prometidas.

El Partido Popular se comprometió en campaña a bajar el IRPF a familias, ahorradores y compradores de vivienda, pero nada más lejos de la realidad. La subida de las retenciones llegó en el primer consejo de ministros de la era Rajoy, apenas nueve días después de su investidura como presidente de Gobierno, en diciembre. A esa subida -aplicada desde el primer escalón- se le sumó la congelación del Salario Mínimo Interprofesional y las nóminas de los funcionarios de la administración estatal, amén de otras medidas de recorte. “Es el inicio del inicio”, anunciaba la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, aquel 30 de diciembre y no se equivocó.

Después llegarían las temidas reformas que el PP ya había anunciado durante las últimas semanas de oposición y los quince días de la campaña electoral. La reforma laboral, por ejemplo, supuso un duro golpe para las clases obreras que vieron desvanecerse algunos derechos adquiridos y a Rajoy lo condenó a la primera huelga general contra sus medidas, celebrada el 29 de marzo en todo el país. Además de abaratar el despido, la nueva normativa permite que las empresas puedan modificar jornada y salarios según las necesidades de la compañía. La reforma laboral prioriza el convenio de empresa frente a los sectoriales-territoriales, dotándole de las mayores facultades para regular las condiciones de los trabajadores. Esto permite el descuelgue de una empresa de las condiciones pactadas en, por ejemplo, el convenio del sector del metal de Bizkaia o Gipuzkoa, ello posibilita una reducción salarial y/o aumento de jornada. El PP se comprometió en campaña a simplificar los tipos de contratos y a reformar la negociación colectiva, de forma que las condiciones de trabajo y los salarios estén sobre todo determinados por lo que se hable en la propia empresa entre empresarios y trabajadores.

Con la soga del déficit “Poner las bases de una economía más competitiva para recuperar la confianza y volver a hacer de España el mejor lugar para invertir y crear empleo”, esa era la promesa -que no milagro, que diría Rajoy- que el PP hizo en campaña. Pero un año después la situación macroeconómica de España dista mucho de ese objetivo. El paro sigue desbocado y la contención del déficit sigue siendo el mayor rompecabezas de Rajoy.

“Si yo hubiera dejado así el país, me daría vergüenza salir de casa”, espetó en abril la número dos del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Se refería al PSOE. El equipo de Rajoy ha acusado, por activa y por pasiva a sus predecesores, de ocultarles cifras y dejar la “herencia” que ha abocado al país a la contención. Pero el Ejecutivo socialista no fue el único en maquillar algunos datos. También los gobiernos autonómicos de los populares, como el de Madrid o Valencia, lo hicieron. La consecuencia de todo ello es que el déficit público de todas las administraciones del Estado se disparó en 2011 hasta el 9,3%. Los objetivos pactados finalmente con la UE hablan de reducir el déficit al 6,3% este año, al 4,5% en 2013 y al 2,8% en 2014.

El Gobierno está empeñado en defender que se cumplirán. Para ello “cada viernes”, como anunció el propio Rajoy, ha ido aprobando una batería de medidas de ajuste que, en la práctica, han ahogado los bolsillos de miles de familias. Se ha encarecido el consumo y se han incrementado impuestos como el IBI o el IRPF. Han subido la luz, el gas y el resto de combustibles. Se ha aplicado el copago farmacéutico. Han subido las tasas de las matrículas universitarias. Y todo cuando se ha congelado el Salario Mínimo Interprofesional y los funcionarios han sufrido una nueva rebaja salarial. No son los únicos. Millones de trabajadores por cuenta ajena han sufrido rebajas similares entre quienes han conseguido mantener su puesto de trabajo -la Encuesta de Población Activa del tercer trimestre reveló que en España hay ya 5.778.100 parados, 799.700 más que un año antes-. Por no hablar de los miles de autónomos que se han visto abocados a cerrar la persiana de su negocio.

Pero pese a ese empeño, los objetivos parecen aún lejanos. El Gobierno insiste, pero el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea han tratado de poner las comas a la política de Rajoy. Según estos dos organismos -que han participado en el rescate a la banca española y aportarán en el más que presumible rescate a la economía completa-, España no cumplirá. La semana pasada así lo señaló el Ejecutivo de Bruselas. El déficit público español alcanzará este año el 8% del Producto Interior Bruto -un punto menos si se descuentan las ayudas a la banca, algo poco probable, por otro lado-, bajará al 6% en 2013 y repuntará al 6,4% en 2014.

La pelota ahora está en el tejado del Gabinete de Rajoy, que tendrá que ajustar aún más un cinturón que ya ahoga a miles de familias o improvisar soluciones alternativas para contener el gasto o generar más ingresos.

Promesas El Partido Popular llegó al 20 de noviembre de 2011 con la bandera de la austeridad sin recortes, pero transcurrido el primer año, la realidad es bien diferente.

Los populares se comprometieron entonces a garantizar la sociedad del bienestar y de la protección social, mediante las reformas que hagan “más eficientes y mejores nuestros sistemas educativo y sanitario, y aseguren así las prestaciones a las futuras generaciones”.

La formación que dirige Mariano Rajoy aseguró en campaña que “mejorar la educación es la clave de una sociedad de oportunidades”. “No nos podemos resignar a dar por perdidas generaciones de españoles”, aseguraba.

Uno de los principales objetivos del PP es “la proyección exterior de España, volver a ser fiables y creíbles en el mundo”. Todas esas palabras han quedado vacías doce meses después y Rajoy parece esperar que el milagro que él no prometió haga salir a España de esta crisis que le ahoga.