La jardinera del arte
El inminente cierre de Porcelanas Bidasoa deja atrás en la historia el paso de Conchita Laca por su taller artístico, toda una institución del mundo de la porcelana, de cuyas manos han salido creaciones únicas, como figuras y, en particular flores, su especialidad.
"ESPAÑOLES idióticos. Mujer-hombre, más que hombre mujer. Todos son iguales". Las aparentemente incongruentes palabras las pronunció hace más de cincuenta años el director de fábrica alemán de Porcelanas Bidasoa ante Conchita Laca, quien le había expuesto su situación contractual con la empresa, a punto de expirar.
El germano revisó las condiciones en las que se encontraba esta artista de la porcelana y observó que cobraba menos que un oficial de primera (unas 5.500 pesetas) cuando su cualificación y estudios (seis años y dos de especialización en la Escuela de Cerámica de Madrid, todos ellos becada) la hacían acreedora del título de maestro industrial. El directivo germano no se anduvo con contemplaciones: dos días después, su salario subió hasta las 14.000 pesetas.
Ese fue uno de los primeros reconocimientos del valor de esta artista nacida en Markina, desde su entrada en la firma irundarra en 1952, al regresar de Madrid a Euskadi con su familia tras la jubilación del trabajo madrileño de su padre.
Esta mujer, que hoy cuenta con 84 años, comenzó como decoradora de piezas en una sección de doce personas, todos hombres menos ella, y pronto comenzó a despuntar. Su negativa a estudiar administración con 16 años para dedicarse a su verdadera pasión, el arte, comenzaba a justificarse, pese a la desconfianza inicial de su padre.
La vocación de esta memoriosa mujer volvió a manifestarse en 1957. La dirección de la firma necesitaba alguien que supiera modelar flores en porcelana. "¿Conoces a alguna persona de las que estudiaron contigo que lo haga?", le preguntaron. La respuesta de aquella joven, que por entonces tenía 27 años, fue contundente: "Sí, yo misma".
Comenzaba, así, su trayectoria como especialista en la creación de todo tipo de flores, una labor minuciosa que le concedió el reconocimiento de los entendidos en la decoración de porcelana. "A mí me ha dado categoría el moldeado de flores, tanto a nivel técnico como artístico", reconoce esta activa mujer, que tras su jubilación en 1984 continuó colaborando con Porcelanas hasta el año 2000, y da clases de porcelana y acuarela en el Club de Arte Catalina de Erauso de Donostia.
Sus dotes artísticas para reproducir con delicadeza las floridas porcelanas le han llevado a crear cerca de 3.000 a lo largo de su carrera, todas ellas diferentes.
Su arte se convirtió en un regalo de lujo para agasajar a embajadores de medio mundo o, incluso al actor norteamericano Karl Malden, que "se llevó cinco grupos de flores". Incluso, su reputación llegó a oídos del modisto Christian Dior, quien le encargó nueve jacintos.
Su habilidad era motivo de orgullo para los directivos de Porcelanas. "Siempre que venía una personalidad de visita a la empresa y antes de que pasase por mi taller, el director administrativo me decía: Conchita haga una hoja de rosa, pero, por favor, no la haga tan rápido, dése más importancia", rememora entre risas.
A su juicio, la voluntad de la empresa por la excelencia y por contar con artistas como ella partía del presidente del consejo de administración, José María Urquijo, propietario del banco del mismo nombre, cuyos beneficios los invertían en la empresa irundarra. "No le importaba que se hiciese un jarrón elaboradísimo, costara lo que costara, con tal de ir a una exposición y que le preguntaran cómo se había hecho. Y Porcelanas ha tenido premios internacionales en calidad y diseño", resalta.
Laca describe que la base del trabajo con porcelana consiste en "hacer pruebas porque nunca sabes lo que te va a salir". "Es menos dificultoso hacer una figura barroca clásica que una moderna. La primera tiene mucho trabajo pero técnicamente ningún problema. Las otras tienen zonas lisas y curvas, difíciles de plasmar porque no conoces la forma que te va a coger el material", explica esta mujer que ha trabajado para artistas como Javier Mariscal o Eduardo Chillida.
Ya en los años 70 amplió sus creaciones a piezas como animales o jóvenes vestidos con trajes regionales. "Recuerdo que hice un águila inspirándome en una que Aranzadi tenía disecada. Entonces, la sede de esta asociación estaba de obras y tuve que buscar el animal con una linterna", explica esta mujer, que en 1995 recibió de manos de la Diputación el título de Artesana Predilecta de Gipuzkoa.
La sonrisa no se le borra al recordar el encargo de la Diputación de reproducir unos mikeletes. Aún guarda en su memoria la estrambótica conversación mantenida con el responsable del encargo. "Estos mikeletes no son guipuzcoanos. Tienen cara de vizcainos", le expresó el hombre. "¿y cómo son los de Bizkaia?", contestó ella. "Tienen la cara más afilada", sentenció el peticionario de las piezas. Con diligencia y pragmatismo, Laca engordó los rostros de los policías forales, de manera que los guipuzcoanizó al gusto de aquella persona.
La gran paradoja de su carrera es que en los años 70, salvo flores, no tenía en casa ninguna pieza realizada por ella. Si quería tener un recuerdo, la empresa le obligaba a comprarlas a precio de mercado. Y pudo comprar muchas de ellas gracias a la suerte y su determinación. En 1975 le tocó un premio en la lotería de 50.000 pesetas, gastadas íntegramente en adquirir las figuras.
"Las he comprado todas. No me han regalado nada más que una gaviota. Y creían que yo era la niña mimada de Porcelanas. ¡Si la idiota he sido yo!", exclama con sorna esta octogenaria que vive rodeada por sus creaciones, forjadas con talento, oficio y pasión.
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