La psicología de los precios o cómo estos influyen en tus decisiones de compra
De la terminación en 99 al efecto 'cebo', descubre cómo las distintas estrategias que se adoptan a la hora de fijar cada importe afectan a tus emociones y te incitan a comprar
En marketing, el precio es mucho más que un simple número en una etiqueta: es un mensaje, un estímulo emocional y un detonante de decisiones. Así, la forma en la que se fijan los precios puede modificar la percepción del valor del objeto, activar emociones y orientar la elección de una manera muy efectiva. Por eso, es importante que el consumidor comprenda cómo responde su mente ante las diferentes estrategias que se usan para fijar los precios de forma que pueda actuar de una forma más consciente.
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La percepción del precio
Uno de los fenómenos más estudiados es el efecto del dígito izquierdo, que explica por qué un producto que cuesta 9,99 euros parece significativamente más barato que uno cuyo precio es 10 euros. Aunque la diferencia es mínima, nuestro cerebro se fija primero en el dígito inicial y clasifica el precio en una categoría inferior. Como resultado, los precios terminados en 99 se perciben como más accesibles y atractivos, llevando a una compra impulsiva.
Este recurso forma parte del llamado precio psicológico, una de las técnicas más utilizadas por comerciantes y plataformas online. De hecho, el uso del precio terminado en 99 o en 95 es tan común porque funciona en productos cotidianos y en servicios.
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Comparaciones de precios
A la hora de evaluar un precio, el consumidor raramente lo hace de forma aislada, sino que lo compara con otros; es lo que se conoce como precio relativo. Las personas necesitan referencias para interpretar si algo es caro o barato. Por eso, mostrar distintas versiones de un producto o colocar un artículo premium junto a otro más básico puede modificar la percepción del valor.
Uno de los recursos más utilizados es el efecto decoy: introducir una tercera opción claramente menos conveniente que la que se quiere vender. Al comparar las tres opciones, la que se ha establecido como objetivo se percibe como más atractiva.
Un ejemplo sencillo es el de las palomitas: el cubo pequeño cuesta 4 euros; el mediano, 6 euros, y el grande, 8 euros. La opción mediana funciona como cebo, haciendo que la grande, por solo 2 euros más, parezca la mejor oferta.
Símbolo emocional y de calidad
Más allá del ahorro, el precio comunica estatus y confianza. En ámbitos como la cosmética, la moda o la tecnología, un precio alto puede convertirse en un indicador de prestigio: los consumidores perciben el producto como exclusivo o de mayor calidad. En cambio, un precio demasiado bajo puede generar dudas sobre la eficacia o la autenticidad del artículo.
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Ofertas y urgencia emocional
Hay que tener en cuenta que las promociones activan mecanismos psicológicos muy potentes de urgencia, sensación de oportunidad y miedo a perder una buena oferta. Estrategias como compra uno y llévate el segundo a mitad de precio suelen funcionar mejor que los simples descuentos porque generan una percepción de beneficio adicional.
Las ventas flash, el stock limitado o los descuentos temporales aumentan la disposición a pagar, especialmente cuando el producto satisface una necesidad inmediata.
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Segmentación y sensibilidad al precio
A la hora de interpretar los precios, no todos los consumidores lo hacen igual. La sensibilidad al precio varía según el segmento de mercado, la necesidad, el momento de compra y el contexto. Por ello, muchas marcas utilizan estrategias de segmentación de precios, ofreciendo versiones premium, básicas o paquetes combinados para llegar a distintos tipos de clientes.
Tampoco hay que olvidarse de que si bien las técnicas psicológicas son útiles, la confianza es fundamental. Ocultar costes adicionales o presentar precios confusos puede generar rechazo y dañar la relación a largo plazo. La transparencia refuerza la credibilidad, favorece la repetición de compra y fortalece la lealtad hacia la marca.
En definitiva, los precios influyen, y mucho, en las emociones y en las decisiones, y entender esto nos hace a los consumidores más conscientes del poder que tiene el marketing como herramienta para inducir al consumo.
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