La cita es a las diez de la mañana, pero desde media hora antes decenas de familias esperan pacientes en la cuesta que da acceso al parque de bomberos de Garbera, en Donostia. Los más pequeños aguardan con nervios la apertura de puertas para conocer de cerca a quienes muchos consideran sus héroes. Los más entregados lo hacen ataviados con su traje de bombero. Los rezagados se sorprenden al comprobar la cantidad de gente que ha congregado el evento. “Toda esta cola no vamos a esperar eh”, comenta en tono jocoso una madre ante dos vástagos que asisten atónitos a la escena: “Sí, por favor”, dicen los dos al unísono mientras la madre insiste: “¿Seguro?”. “Sííííí”.

El pasado 8 de marzo, además de celebrarse el Día Internacional de la Mujer, se conmemoró la festividad de San Juan de Dios, patrono de los bomberos.Para celebrar tal efeméride, cada año, el parque de Donostia organiza una jornada de puertas abiertas a fin de dar a conocer su trabajo a la población. Y es que, según reconocen los propios profesionales, “aunque somos un colectivo muy llamativo, muchas personas no conocen bien cuál es nuestra labor, porque hacemos cosas muy diferentes y tocamos muchísimos palos”. 

A las diez en punto el parque ha abierto sus instalaciones al público, mientras los autobuses lanzadera seguían llegando llenos hasta la bandera procedentes del centro comercial. A lo largo de toda la mañana, han sido alrededor de 3.200 personas las que pasaron por las modernas instalaciones del barrio de Intxaurrondo. 

El plan es sencillo: entre las 10.00 y las 13.00 horas los visitantes tenían todo el tiempo del mundo para participar en las actividades programadas, un circuito que fácilmente podía completarse en 45 minutos, aunque la afluencia de tanta gente ha hecho que los turnos de espera se alargaran.

Tras recibir un llamativo casco rojo como obsequio de bienvenida, un coqueto photocall ha hecho las delicias de pequeños y mayores, que han tenido la oportunidad de posar con un chaquetón que a muchos les quedaba varias tallas grande. Al lado, tres camiones aguardaban a descubrir sus secretos a los visitantes. Otras atracciones han congregado a decenas de personas que han hecho cola bajo la lluvia: el laberinto, la cama elástica o la caseta con habitaciones con humo, entre otras. Todo ello mientras decenas de profesionales atendían amables y cariñosos al público asistente.

Poco a poco, las familias han ido tomando la explanada del parque de Garbera, que ha reunido a medio centenar de voluntarios que han facilitado que todo el que se acercó a Garbera saliera con una sonrisa en la boca. La mayoría, bomberos, pero también familiares que en las últimas semanas se han volcado en preparar todos los materiales para que la iniciativa, que lleva décadas celebrándose, fuera un éxito una vez más.  

El rocódromo, la tirolina o la experiencia de arrojar agua con las mangueras han vuelto a ser un año más las actividades estrella y la incómoda lluvia no ha desilusionado a los presentes, pese a que más de uno ha cabado calado a la espera de su turno. 

Poco más de una hora después de abrir las puertas, la atención se ha centrado en la gran torre que preside el parque. Un grupo de bomberos, ayudado con arneses y cuerdas, ha comenzado la primera exhibición de la mañana: el rescate en altura, mientras varios metros más abajo, la multitud, protegida con sus paraguas, se ha congregado para verles actuar. 

En su debido momento, en torno a media docena de bomberos ha empezado a descolgarse con cuerdas del último piso de la torre mientras evacuaban a un “herido” en una camilla. Abajo, las caras de asombro se multiplicaban y los aplausos no se han hecho esperar. 

Algo más de media hora después, la escena se ha repetido a unos metros de distancia con la segunda exhibición de la mañana: un rescate en carretera que ha vuelto a dejar con la boca abierta a pequeños y mayores. 

Tras completar el circuito, las familias han comenzado poco a poco a abandonar las instalaciones. Los últimos no lo han hecho hasta las 14.00 horas, una hora más tarde de lo previsto, reflejo del éxito que ha tenido la iniciativa. Todos ellos han regresado a casa con su diploma acreditativo y una frase se ha repetido en muchos grupos: “De mayor, quiero ser bombero”

La ilusión se ha contagiado entre los profesionales, que han reconocido que “ver la cara de los más pequeños, algunos que incluso vienen con su disfraz, es una pasada, te hace un montón de ilusión”. 

La fiesta ha terminado para la hora de comer y ahora queda lo más trabajoso: recoger todos los materiales para que el parque retome la normalidad del día a día. Pero la satisfacción rebosa en el ambiente: “Estamos súper contentos, ha sido un día muy especial”, han asegurado los profesionales. 

A tenor de lo visto en Garbera, Gipuzkoa tiene asegurados los bomberos del futuro.