Cristina Brunetti. A algunos donostiarras este nombre les resultará extraño. Corresponde ni más ni menos que a la duquesa de Mandas, que junto a su esposo Fermín Lasala Collado legó a la ciudad el parque Cristina Enea hace 96 años.

El alcalde Eneko Goia y otros miembros de la corporación, junto el busto de Cristina Brunetti. | FOTO: N.G.

La Fundación Cristina Enea ha editado, en versión digital, el libro titulado (Breve) Vida de la duquesa de Mandas, escrito por Carlos Rilova Jericó, con el que se pretende aportar información sobre un personaje que tan estrecho vínculo guarda con la ciudad.

Pero es esta, además, una buena excusa para llevar a cabo un repaso histórico de la Donostia en la que vivieron los duques de Mandas, en la segunda mitad del XIX e inicios del XX.

“Se examina en qué mundo (y en qué clase de ciudad) transcurrió la vida de la duquesa de Mandas, qué razón les hacía vivir a las mujeres de su rango social en grandes mansiones rodeadas de costosos jardines o qué peso tuvo la propia Cristina Brunetti en acontecimientos de gran relieve mundial en la Europa de finales de la famosa era victoriana”, explicaba Rilova Jericó.

Es este, según anunciaba su autor, casi un aperitivo del que a futuro será una estudio que contribuya a descubrir aspectos “aún desconocidos” de la duquesa de Mandas.

Ya el pasado año la Fundación Cristina Enea quiso acercar la figura de Cristina Brunetti a las personas que visitaron el Centro de Recursos Medioambientales. Cuando habían pasado 95 años desde que el Ayuntamiento Donostia tomara posesión efectiva de los terrenos que hoy en día disfrutan donostiarras y visitantes como parque, después de que el matrimonio falleciese sin descendencia, una muestra permitió “arrojar luz sobre una figura un tanto desconocida para el gran público”, que desde entonces está representada en el parque por un busto de cerámica obra de Zigor García.

Eso fue en 2021, en 2022 le ha tocado el turno al libro digital al que se puede acceder desde la web de la Fundación Cristina Enea.

Cuatro capítulos

En el primer capítulo el autor propone realizar desde Cristina Enea, “la mansión que perteneció a los duquesa de Mandas y de Villanueva”, un acercamiento a la Donostia de su época, “un San Sebastián curioso que había sobrevivido a las guerras Napoleónicas pero de muy mala manera”.

Fue en 1832 cuando nació Fermín Lasala, en una ciudad que se reconstruye de la mano de Pedro Manuel de Ugartemendia, una Donostia que el duque de Mandas “consiguió hacer más grande”.

Su esposa falleció en 1914 y tres años después murió Lasala, cuando Donostia era considerada “un pequeño París”, que ya había sumado sus ensanches, a la que llegaba el ferrocarril y había incorporado su Gran Casino. Gracias en gran medida al propio duque de Mandas. empezaba la ciudad a recibir “turismo de lujo”.

El estatus y el papel de las mujeres aristócratas a finales del siglo XIX es la temática en la que se centra el segundo capítulo. Cristina Brunetti, que fue la que aportó los títulos nobiliarios al matrimonio, era como otras mujeres de la clase alta “verdaderamente influyentes”, como la reina Victoria a la que los duques de Mandas conocieron o, más cerca, Isabel II, influenciada a su vez por otras mujeres.

La propia Brunetti influyó a personajes de gran importancia de la época y así lo recuerda Rilova Jericó.

Toca hablar en el tercer capítulo de los matrimonios entre aristócratas y burgueses a finales del siglo XIX.

¿Cómo se llegaba al matrimonio? Explica el autor que era un asunto “delicado” entre los sectores “más elevados de la sociedad”.

Fermín Lasala y Cristina Brunetti contrajeron matrimonio en 1859. Fue este un matrimonio muy diferente al que se asoma, por ejemplo al Gatopardo de Giuseppe Tomasi, con burgueses ricos y sin cultura que se casan con aristócratas “con mucha elegancia y poco dinero”.

Basta cultura

No fue ese el caso. Con un Fermín Lasala muy culto, que acumuló una “basta biblioteca”, Cristina Brunetti tampoco fue “una aristócrata empobrecida” y sí una mujer también muy culta. “Ambos fueron cultos y ricos, lejos del tópico que se manejaba en la época”.

Por último, el cuarto capítulo se centra en el papel de los duques de Mandas en la Europa de finales del siglo XIX, marcado por la carrera diplomática de Fermín Lasala, que finalizó en Londres en 1905.

El papel de ambos “fue muy importante en un momento histórico realmente revuelto” que preludia “la Primera Guerra Mundial”, cuando a Lasala incluso le encomendaron el papel de espía.

En su trayectoria como diplomático hay muchos capítulos reseñables de los que se da cuenta en la publicación de Rilova Jérico que, sobre todo, quiere poner en valor la vida y obras de Crstina Brunetti.