La maestría y la calidad del riojano Diego Urdiales, que paseó la única oreja de la tarde, le sirvieron para imponerse con claridad al muy descastado y desclasado juego de los toracones de la ganadería de Zalduendo, con que se cerró ayer la Semana Grande donostiarra, con un tercio de entrada.
Esa suficiencia lidiadora y esa pureza en forma y fondo de la que hace gala el torero de Arnedo, a sus recién cumplidos 20 años de alternativa, se pusieron de manifiesto desde que se hizo presente con el primero de la tarde, un toro de peso medio pero que, basto de hechuras y muy protestón al esfuerzo, ya marcó la pauta de lo que iba a ser el resto de la corrida. Urdiales lo atemperó en todo momento y le sacó un puñado de muletazos de excelente trazo. No mató a la primera a éste el maestro riojano, pero sí al cuarto, con el que hizo otro despliegue de sabiduría y perfecto manejo de la técnica al servicio de la pureza que le valió la oreja.
El lote de Paco Ureña fue muy similar en todo al de Urdiales: igual de descastado y desabrido en sus ganas de irse de las suertes y en su forma de protestar ante los intentos de hacerles seguir los engaños. Con ambos puso empeño el murciano, aunque sin encontrar apenas un resquicio de lucimiento. Más agradecidos y manejables, aunque también con la raza y el empuje bajo mínimos, fueron los dos zalduendos que le correspondieron a Ginés Marín. Pero el extremeño no pasó de hacerles sendas faenas aseadas y sin poso. - Efe