Alfonso Benito es coleccionista. Así, a secas. Colecciona distintos objetos, aunque la compilación a la que mayor entusiasmo y tiempo ha dedicado es la de chapas de cavas y champagne y, por extensión, de distintas bebidas espumosas de similares características pero que no pueden hacer uso de dichas denominaciones.

Ordenadas por temas guarda casi 22.000 chapas, de las que 7.000 son de cava. Asegura tener 541 repetidas, pero “de las difíciles”. Y es que en esto, como con los cromos, se funciona en gran medida con los cambios y también se valoran más las piezas más complicadas de conseguir.

Las más fáciles, explica Benito, las mete en un bote “porque les pueden venir muy bien” a los chavales que empiezan, con los que se toma contacto en los encuentros que se organizan, principalmente, en Catalunya, tierra del cava y de los coleccionistas de chapas. En territorio catalán hay “más de 6.000” aficionados, a los que les gusta reunirse periódicamente y entre los que se halla el exfutbolista Julio Salinas, que incluso encarga botellas de edición limitada que recogen imágenes suyas de su paso por distintos equipos. En Donostia también hay “cuatro o cinco” recopiladores de chapas, uno de ellos el hostelero Patxi Bergara, al que ha tomado relevo su sobrino.

También en la capital de Gipuzkoa, y gracias a su impulso, se organiza un encuentro en octubre al que se acercan muchos coleccionistas llegados de distintos puntos. Y es que Benito lo tiene muy claro: “El coleccionismo llevado en soledad es un desastre”. Lo que verdaderamente le enriquece es tener “contacto” con otras personas que comparten su afición. “Un coleccionista es coleccionista no solo en casa”, añade.

Por especializarse, y no abarcar todas las chapas de las que podría disponer, se ha centrado más en las de temática religiosa y navideña (papas, Jesús, Nacimientos, Reyes Magos y Papá Noel), las del Barça y las de algunas bodegas en concreto, ya que ha decidido dejar a un lado las grandes “que sacan 300 diferentes y sé que nunca voy a conseguir todas”.

En un lugar preferente tiene colocadas las tapas metálicas del equipo ideal de la Real Sociedad, cuya alineación se propuso con motivo del centenario del club, con cuyo permiso un fabricante lanzó una pequeña tirada en la que no faltan, entre otras, las caras de Olaizaola, Arconada, Valeri Karpin o Xabi Alonso.

El valor económico no es lo que importa. “Hay chapas de un euro y también de 50; estas son las que han tapado botellas que cuestan 90”. Aunque la mayoría proceden de botellas -muchas de las cuales ha degustado- otras corresponden a tiradas especiales. A estas, que nunca se usaron, se les llama “pirulas”. Entre estas se hallan las que muestran caras de políticos, “que se hacen expresamente” y de las que Benito atesora unas cuantas.

También las hay de plata. Estas sí se usaron, aunque en las ediciones de botellas que se llevan a los encuentros se llega con los sobres debidamente preparados con las chapas para cambiar en su interior.

También disfruta cambiando sus tesoros de metal cuando viaja. Recientemente, explica, acudió a Madrid y avisó a los coleccionistas de la zona, con los que quedó en un bar a cambiar su botín.

Y son precisamente los bares uno de sus principales surtidores ya que los conocidos, recuerda Benito, le “guardan” nuevas piezas. También algunas bodegas lo hacen pero para conseguir con material novedoso hace uso, fundamentalmente, de una herramienta: una página de Internet (xapes.net) con 1.500 usuarios registrados.

En ella conoce las novedades y puede saber quién tiene la chapa que le interesa, si la tiene repetida y si él puede disponer de alguna que le interese para hacer el trueque. Todo un mundo.

Alfonso Benito lleva ya siete años coleccionando estos remaches aunque el comienzo se diera casi por azar. Acudió a una feria de coleccionismo que se celebra anualmente en Mungia para ver la forma de contactar con alguien que recopilara lápices con goma, su colección primigenia.

Vio que no era fácil seguir con esta afición, porque “lápices hay millones”, pero de allí salió con una “bandeja de chapas”, el primer paso para una colección en la que “el freno es lo acotada que la tengas”.

Para que todo siga en orden, lograr seguir creciendo y mantener los contactos, afirma, hay que dedicar al menos “dos horas al día” a esta pasión. Por ello cree que “es más para jubilados”. Así las cosas, ha quedado un poco en segundo plano su compendio de lápices, aunque tiene acumulados más de 3.000. Al principio empezó cogiendo los de los hoteles y siguió y siguió. Pero Benito tiene claro que en este caso sí hay que ser firme poniendo límites. Pese a todo, sus amigos saben qué traerle de recuerdo cuando van de viaje: un lápiz, siempre con su goma de borrar incorporada.

Ordenada en cajones, esta colorida colección no está clasificada por categorías o temas, “sería un saco sin fondo”, pero ahí siguen.

vocacional Coleccionista vocacional, Benito también atesora una pequeña compilación de figuras de Reyes Magos. No olvidar que fue durante años quien dio vida al Rey Melchor de la Cabalgata de Donostia. Además, también guarda un buen número de tarjetas navideñas con los emisarios de Oriente como protagonistas, así como aquellas cartas a los Reyes que se depositaban en los buzones, eso sí, sin escribir.

Como defiende Benito, los coleccionistas se interrelacionan, sus caminos se cruzan y no es casualidad, ya que acuden a las mismas minas para buscar sus tesoros. Pidiendo chapas en algunos bares de la ciudad supo Alfonso Benito que la juntera del PSE Arritxu Marañón tiene su misma afición.

Así es, aunque todavía la colección de Marañón se halle muy lejos de la del veterano. “Tengo unas 3.500 chapas”, explica la juntera, que asegura que con Benito mantiene una relación de “me pide y le pido” para poder seguir creciendo.

Pero si hay una colección de la que Marañón habla con especial cariño es de la de revistas de finales del siglo XIX e inicios del XX que hacen mención a Donostia. “Son muy difíciles de conseguir”, explica, por ello no duda en “revolver” en aquellos lugares donde puede hallarlas, como “un mercadillo de viejo que colocan en Madrid, junto al Café Gijón, una vez al año”. Hasta Zaragoza, al mercado que se instalaba en la plaza de toros, se ha desplazado Marañón para hacerse con nuevas piezas de su colección. “Así ando, mirando por los suelos de los mercadillos”, explica.

La tarea no es sencilla, de ahí que esta recopilación vaya creciendo muy poco a poco y sume unas pocas decenas. “Parecen pocas, pero cuesta mucho conseguirlas”, explica Marañón, que recuerda que su compañero de partido, Ramón Etxezarreta, quiso cuando era concejal de Cultura “quedarse” con una de sus revistas, la que fijaba los inicios de Festival Internacional de Cine.

“Tengo otra en la que se entrevista a Pío Baroja, y tiene su valor por lo poco dado que era a concederlas”, añade. Pero el gusanillo del coleccionismo ya le ha picado y tiene previsto “seguir con ello”, pese a los escollos. “No soy una profesional”, constata, aunque se enorgullece de que “ya ha prestado” varios ejemplares para que algunos historiadores y cronistas de la ciudad los consulten y utilicen para sus trabajos.