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“La moda de los hipsters creo que desaparecerá: si vuelven las barbas largas será más por comodidad, no por estética”

“Soy barbero y peluquero. No soy estilista”. Etxauri lleva toda su vida en la peluquería abierta por su padre en 1940 en Buenavista y la Federación Mercantil de Gipuzkoa acaba de reconocer su trayectoria

“La moda de los hipsters creo que desaparecerá: si vuelven las barbas largas será más por comodidad, no por estética”

donostia - Afeitamos con navaja. El cartel está colocado junto a anuncios antiguos de barberías, tras un escaparate en el que subsisten viejas cuchillas, brochas y una bacía. Aunque el tesoro que más llama la atención son las dos butacas que continúan acogiendo a los clientes en el local desde su inicio. Tras ellas, con su navaja y tijeras en la mano, padre e hijo han sido testigos de la transformación de Buenavista, de Antxo, del puerto y de varias generaciones.

¿Qué significa el reconocimiento de la Federación Mercantil?

-Que alguien reconozca el mérito es una alegría. Sobre todo por el aita, que es el que empezó con el negocio.

¿Cuándo empezó?

-Legalmente, el 2 de enero de 1940. Había terminado la Guerra Civil, volvió del frente a Pasaia y empezó en esta peluquería en el local de al lado, que lo tenía su hermano.

¿Era más barbero que peluquero?

-Sí, en los inicios se afeitaba más que cortar, el trabajo diario era la barbería, no había tantos instrumentos de afeitado.

Arrancó en plena posguerra...

-Era una época muy difícil y, además, él era el perdedor de la Guerra y había otro tipo de trabas. Pero era también el inicio de todo en esta zona: el puerto empezaba a funcionar, el barrio, Pasaia... La economía volvía a arrancar. Venían muchos costeritos de la zona de Asturias y Galicia, principalmente, que venían con carbón. Eran rutas regulares de barcos pequeños. Desde la barbería empiezas a conocer a gente y a tener clientes habituales del puerto. También teníamos clientes de tierra, como les llamábamos, pero principalmente era el puerto el que nos surtía de clientes en aquellos primeros años.

¿Cómo llegaron a especializarse en cortes a lo ‘afro’?

-Sí, la historia es muy curiosa. Ni en Donostia ni posiblemente en Gipuzkoa se veían negros en aquella época. Al puerto, en cambio, empezaron a venir caboverdianos y venían muchos barcos holandeses. Eran los años 70, cuando estaba de moda lo afro, venían a cortarse el pelo y nosotros no sabíamos. Habíamos cortado a finlandeses, noruegos, alemanes...

¿El pelo es muy diferente?

-Totalmente, es un pelo muy rizado que se va enroscando. Estamos acostumbrados al peine y la tijera y el peine con ellos se trababa. Ellos utilizaban uno especial, con púas, y se cardaban el pelo, hasta lograr unas cabezas enormes. Con la tijera luego era como cortar un césped, ellos te indicaban por dónde cortar. Empezamos a cortar el pelo a lo afro y atrajimos a esos marineros a la peluquería, porque la gente de la mar se comunican entre ellos y se recomiendan sitios. Y nosotros estábamos justo al lado del acceso al puerto. También tuvo influencia la apertura del Stella Maris, una organización apostólica de los marinos, un punto de encuentro entre ellos, con sus mujeres... También fue una fuente de clientes.

Para esa época, ¿ya trabajaba con su padre?

-Sí, empecé en 1965 o 1966. Salía del cole y ya venía aquí. Soy de Trintxerpe, un barrio de trabajadores: en cuanto salías del cole empezabas a trabajar. Unos iban a la pescadería, a la mar, a los talleres... Y a mí me tocó esto.

¿Le tocó o le gustó?

-Me tocó. Entonces no había opción ni dinero, con catorce años no te preguntaban qué querías estudiar. Las familias más pudientes sí que mandaban a los hijos a estudiar a Jesuitas, pero el resto teníamos que trabajar.

Y aprendió el oficio aquí.

-Sí. Empecé barriendo, dando el jabón, poniendo la chaqueta y pasando el cepillo. Aunque el trabajo lo hacía mi padre, yo les pasaba el cepillo y la propina era para mí, ése era mi sueldo, y era un chollo para un chaval de catorce o quince años.

¿Cogió el gusto al oficio?

-Sí. Me gustó porque conoces a mucha gente, las relaciones humanas me gustan y esto es una universidad. Aquí aprendes de todo, sobre todo al estar alrededor de un puerto, y más entonces. Lo bueno y lo malo, hasta cómo hacían contrabando.

Ahora el puerto no tiene nada que ver con lo que fue.

-No, ha cambiado mucho porque la economía ha cambiado mucho. Desaparecieron las marinas españolas, las marinas alemanas y del norte de Europa empezaron a contratar tripulaciones indonesias, filipinas, con poder adquisitivo mucho menor... Los barcos paraban cada vez menos tiempo en el puerto. Así empezamos a perder el cliente marino. Cambiamos la forma de trabajar para dar servicio a los clientes de la zona, tuvimos que buscarnos la vida.

¿Ahora sus clientes son mayoritariamente de Buenavista y Antxo?

-Lo cierto es que tengo clientes muy variados. Esto es un sitio de paso y vienen más de la merindad que del entorno. Y tengo un caso muy curioso, de un cliente que viene del Périgueux, al norte de Burdeos, desde hace 20 años. No viene expresamente a la peluquería, pero cada vez que viene por aquí, me llama y le corto el pelo.

Ahora es más peluquería...

-Sí, el afeitado ha desaparecido prácticamente del todo. Solo se lo hace la gente joven por capricho de vez en cuando. En vez de ir a darse un masaje, alguno viene a afeitarse.

¿Siguen teniendo su lugar las barberías hoy en día?

-No. Es verdad que ahora hay una moda, la de los hipsters, pero creo que desaparecerá. Si vuelven las barbas largas será más por comodidad, como las medio barbas de quince días que se dejan muchos, no lo hacen por estética sino por comodidad.

¿Y qué sucederá con esta barbería?

-A mí me queda año y medio para jubilarme y en mi familia no seguirán con el negocio. Son más listos que yo y han tenido la oportunidad de prepararse más. Pero espero que haya alguien con ganas de trabajar que continúe. No se va a hacer rico nunca, pero el negocio da para vivir si trabajas. Hay una frase que me decía mi padre: por la puerta del barbero pasó muchas veces el hambre, pero nunca entró. El problema es que este oficio no ha sido valorado, va desapareciendo y lo que sale alrededor son franquicias con unos precios tan bajos que no sabemos cómo lo hacen. En la asociación de peluqueros que formamos en el año 1982 en Gipuzkoa éramos más de 240 peluqueros de caballeros y ahora seremos unos 40. Otra de las cosas que nos ha afectado son los clubes de jubilados con peluquería, eso es competencia desleal y no podemos competir. En esa situación, ¿qué aportamos nosotros? Calidad: un trabajo bueno, bien atendido y de calidad. Por eso subsistimos. También el IVA nos hizo mucho daño.