Como cada verano, el puerto donostiarra acoge a diario a grupos de chavales que disfrutan del buen tiempo jugando a la perrita al agua, una actividad convertida en tradición desde hace un siglo. El juego consiste en lanzar una moneda al agua para que los jóvenes, buceando, la encuentren, lo que permite que bañistas y paseantes se diviertan y los chavales ganen algún dinerillo. Sin embargo, el baño en el puerto está prohibido por su peligrosidad.
“Hace 50 años yo estaba en el agua, como están ahora los niños. Pero ahora es diferente”, asegura Miguel Arin, un donostiarra que defiende esta costumbre. “Recuerdo que desde el agua gritábamos: ¡Caballero, una perra al agua!, y nos volvíamos locos para encontrar las monedas. Ahora los niños salen del agua, suben y te piden que por favor les eches unos centimillos. Cada vez que paso les echo un par de eurillos; que disfruten”, recalca.
Y es que, entre la prohibición y las sanciones de 90 euros a las que se someten los jóvenes que nadan en el puerto, la práctica de este ritual se encuentra limitada. Pese a ello, hay quienes no pierden la esperanza y las ganas de disfrutar y día tras día visitan el muelle para ganar un dinero.
Es el caso de los donostiarras Xabier Armendariz e Iñaki Antía, de 13 años, que desde hace dos, aprovechan los días de verano para jugar a la perrita al agua, aunque ahora lo que piden son “unos centimillos”. “Nos contaron que desde hace años había gente que se tiraba y lanzaban monedas y nosotros queremos seguir la tradición”, recalca Antía.
Los adolescentes creen que no tendrían que ponerse multas por bañarse. “Es algo que se lleva haciendo toda la vida y nos parece fatal que nos sancionen. No hacemos nada malo ni daño a nadie”, dicen. Pese a la normativa, recalcan que nunca han sido sancionados. Además, aseguran que los paseantes los animan cada día tirándoles monedas. “Los abuelos son los que más dinero nos echan, casi siempre monedas de dos euros”, afirma Armendariz, quien añade que “suelen decir que ellos también lo hacían y que lo pasemos bien”. Los amigos confiesan que un día consiguieron ganar 20 euros durante una hora y media, un premio que después se repartieron.
Menos afortunado fue Ibon Urbistondo hace unas semanas, cuando recibió una sanción de 90 euros por hacer caso omiso a la Ertzaintza, ya que tras salir del agua poco después de recibir un aviso, volvió a bañarse.
A pesar de la tradición, hay quienes, como Pilar Martínez entienden que nadar entre barcos puede ser peligroso. “Comparto esta costumbre, siempre y cuando se haga con cuidado y responsabilidad. Mi hijo lleva años viniendo y nunca ha tenido ningún problema ni le han llamado la atención”, asegura.
Otro donostiarra del puerto, Iñaki Zabaleta, coincide con Martínez, y añade que “al fin y al cabo son niños, entiendo que se les dé un toque, pero no se les puede multar por algo así”.
El peligro al que se exponen los jóvenes que se bañan en el puerto puede ser grande en caso de haber muchos barcos, como ha advertido en más de una ocasión el Gobierno Vasco, responsable de la instalación. Sin embargo, muchos no lo ven así.
El marinero Aritz Arizmendi recalca que “a los niños se les ve, igual que ellos ven los barcos; estamos al loro y no hay ningún problema. De momento no he tenido ningún susto, pero cuando hay muchos chavales es peligroso para todos”.