EL Ayuntamiento de Donostia desconocía ayer cuál es el origen exacto del mal olor que ha afectado en los últimos tres días a distintos barrios de la capital guipuzcoana, así como a localidades cercanas, como Hernani. El concejal de Medio Ambiente, Axier Jaka, declaró a este periódico que su departamento trabaja con "varias hipótesis", pero que prefiere no concretar una fuente concreta de mal olor hasta saber a ciencia cierta cuál es. Ese momento podrá llegar en octubre, cuando finalice el estudio olfatométrico que está elaborando a lo largo de este año el departamento de Medio Ambiente, en colaboración con el Gobierno Vasco, para conocer las causas de los episodios de mal olor que se producen de modo periódico en la capital guipuzcoana.

Sea como fuere, distintas oficinas del Consistorio recibieron ayer un elevado número de llamadas de ciudadanos para conocer de dónde salía el mal olor y si había forma de atajarlo. Muchos vecinos creen saber cuál es el origen de los molestos efluvios y hay quienes creen que proceden de la depuradora de aguas residuales de Loiola, otros apuntan a alguna papelera de Hernani, y otros, a los vapores de la putrefacción del vertedero de San Marcos, aunque estos últimos no se han dejado notar estos días en el entorno días atrás.

Jaka aseguró que existen "episodios de mal olor desde hace dos años y medio" y que, tras las mediciones realizadas, se sabe que siempre se producen en una "situación atmosférica estable y con viento sur suave". Asimismo, quiso subrayar que estos malos olores "no son nocivos, según los estudios elaborados por los laboratorios de la administración ambiental". "No tienen ninguna afección tóxica", agregó.

La elaboración del estudio olfatométrico, con mediciones generales y algunas en lugares concretos, permitirá saber con exactitud de dónde surgen los malos olores y ponerles remedio.

inversión La depuradora de aguas residuales de Loiola ha sido una de las fuentes de mal olor más frecuente en los últimos tiempos en Donostia. Hace dos años, el Ministerio de Medio Ambiente aportó 3,8 millones de euros para tapar unos 10.000 metros cuadrados de superficie de la instalación que quedaban al aire libre y dejaban escapar el mal olor. Antes, la Mancomunidad de Aguas del Añarbe había invertido otros 1,7 millones de euros para atajar el problema, que surgió poco después de la apertura de esta instalación, en el año 2006.