Donostia. Nació y se crió en una familia numerosa, en el caserío Txabarrategi de Añorga, y ahora reside en Sagüés. Varios barrios de la ciudad se transforman según sus proyectos. Su equipo técnico gana concursos continuamente y cuando los pierde dice que les sirve de “gimnasia mental”. Poco a poco, Donostia se va llenando de los frutos de su trabajo. Los numerosos viajes que hace para conocer otras arquitecturas in situ también le dejan huella.

¿Dónde estudió Arquitectura, le viene de tradición familiar?

No. Estudié en la UPV, en Donostia. Pertenezco a las primeras generaciones que pudimos empezar aquí. Las anteriores tenían que hacer los primeros cursos en Barcelona. Empezamos en Villa Yeyette, en Intxaurrondo, y terminamos en Ibaeta. Mi madre lo tenía claro. “Estudia lo que quieras, pero que sea aquí”, me dijo. En segundo de carrera, me di cuenta de que me gustaba. No era vocacional antes de empezar, pero le cogí gusto.

Ahora es la responsable de una empresa con mucho trabajo. ¿Cuánta gente trabaja con usted?

Somos trece entre ingenieros, arquitectos, aparejadores... Somos un grupo de 30-40 años de media, muy implicados en el proyecto. Un grupo muy dinámico y compacto y eso es difícil de conseguir. Tenemos ilusión y nos presentamos a muchas cosas.

¿Cuesta mucho conseguir un equipo así?

Sí, mucho. Yo llevo 20 años de profesión y conseguir un equipo compacto y bueno nos costó diez años.

¿Qué le gusta más: el urbanismo, crear nuevos espacios abiertos o diseñar edificios?

Son ejercicios totalmente distintos. La parte de planificar tiene que estar bien, por obligación de que lo que se genera después venga de una planificación ordenada. Por eso, intervenir en una fase embrionaria del proyecto está bien. Un buen concepto acertado es lo mejor. A veces las prisas y los trámites llevan a no hacerlo.

¿Los políticos presionan mucho en las obras públicas?

No, pero como dicen los que participaron en la transformación de Barcelona, hay que enseñar también a los que están en los puestos políticos. Tienen la capacidad de decidir pero no la formación. Si haces un colegio y no has entrado nunca en el submundo de los directores de los colegios, de sus problemas con los chavales... no puede estar bien. Es muy importante perder un poco el tiempo, entre comillas, en entender las cosas. Y también en explicar. Los que tienen que decidir necesitan paciencia de nuestra parte.

Su nombre suena en casi todos los concurso públicos del Ayuntamiento. Ha firmado viviendas en Kontadores, Aldunaene, Aiete… ¿Le miran de reojo otros arquitectos?

No. Además no somos nada corporativistas, nos gusta mucho colaborar con otros profesionales, con ingenieros, con paisajistas... es una profesión que tiene muchas competencias pero no llega a dominar todas. Y estamos obligados a colaborar con otros profesionales técnicos. Ahora, en el nuevo colegio de San Bartolomé, por ejemplo, ha participado con nosotros Ibon Mainar, que es un artista que trabaja en Arteleku.

Tienen muchos proyectos en otros puntos de Gipuzkoa. ¿Hasta dónde llega el radio de acción de su estudio?

Euskadi en general. Ahora estamos con gente de Iparralde, en un proyecto de Euskadi-Aquitania, y hemos hecho muy buena relación. Han venido becarios de Iparralde y estamos haciendo un proyecto a medias sobre eficiencia energética. Nos interesan mucho los espacios sin mucho orden, que requieran intervenciones energéticas, en las que podamos volcar conceptos nuevos que estamos aplicando. Es un invento y una gimnasia mental para abrir perspectiva. También están desarrollando un programa para optimizar todos los integrantes de un proceso constructivo.

Qué actuaciones se han quedado en el tintero y le gustaría ver convertidas en realidad, ¿la renovación del estadio de Anoeta, quizás?

El estadio es una reivindicación constante en la ciudad porque seguramente el modelo que se eligió en el año 1990 no respondía muy bien a lo necesario. Son cosas que pasan en las ciudades.

Usted, que nació en un caserío, un clásico edificio con tejado a dos aguas, ¿no cree que este tipo de construcciones están desapareciendo del paisaje donostiarra?

Los conceptos de la arquitectura tradicional nacen de las necesidades. Aquí llueve mucho y tenemos que recoger las aguas. Es una arquitectura rural. En cambio, la urbana es diferente en sus características. Si nos fijamos desde Urgull en la quinta fachada de la ciudad (los tejados y azoteas), vemos que lo principal ya no es recoger las aguas, sino disfrutar de estos espacios. La arquitectura se va amoldando a lo que se demanda. Los caseríos tiene una función de producción: la planta baja para la cuadra, los tolares obligaban a una estructura muy robusta, la ganbara para secar el grano… era una mezcla entre vivir y producir.

Sigue habiendo proyectos urbanísticos, ahora paralizados, que se comen las zonas verdes.

Ahora hay que intentar que no se edifique en lo rural. Hay que preservar a los que viven del medio, así como el paisaje. La labor es más de preservación del medio rural. No hay que consumir el suelo. Somos un territorio muy pequeño y hay que preservarlo. No se puede consumir por consumir. Las ciudades tienen que usar el suelo ya urbanizado. También hay que tener en cuenta la intensidad de uso. Con la situación de crisis económica todo esto es más de sentido común todavía. Hoy es obligado reinventar y reutilizar.

¿Son compatibles la agricultura y la ganadería en la Donostia de hoy?

Hay que ayudarles. El baserritarra tiene que atender sus animales 24 horas y por eso so0lo se dedican a ello los románticos. Hay que preservar el equilibrio de los territorios, no lo estamos inventando ahora. Europa ha hecho planes para preservar estas cuestiones.

Se han parado los proyectos para construir miles de viviendas en Auditz Akular y Antondegi. ¿Cree que, tras la crisis, la ciudad seguirá creciendo por estas zonas?

Tiene mucho más sentido priorizar barrios como Txomin y ordenarlos. Las ciudades se expanden por determinados impulsos económicos o de otra índole y San Sebastián no tiene un crecimiento fuerte. La ciudad se va extendiendo como una mancha de aceite y, por ejemplo, Antondegi (una loma junto a Martutene) está en el último lugar de la mancha. Y, además, es más lógica la extensión por los valles que ocupar las lomas, aunque el Gobierno Vasco compró terrenos allí. La lógica es ir ordenando el territorio, que las infraestructuras estén, que los servicios estén, que el transporte esté preparado...

¿Cuál es la solución al problema de la vivienda?

Hace falta que las normas no sean tan inamovibles, que se adapten a las realidad. Hay que hacer normas pequeñas, que se adapten a los tiempos. Parece que es un gran problema pero no lo es. Es un trabajo político. La ciudad está obligada a generar otro tipo de vivienda.

¿De qué actuaciones se siente más orgullosa?

Me he implicado mucho con la ordenación del proyecto de Txomin. Desde 2005 llevamos trabajando con estos vecinos y siempre nos ha parecido que el lugar y las personas lo merecían. Han estado durante muchos años sin que nadie les haga caso y es lo que le queda a San Sebastián de interesante, porque tiene un potencial paisajístico fantástico y hay un grupo humano al que ayudar. Es muy gratificante. Ahora mismo, el barrio está desordenado. Son alrededor de unas 200 viviendas y 600 personas. Haber participado con ellos en la ordenación está muy bien y, además, ganamos la votación popular. De los proyectos de Donosti es el que más me compensa.

¿Los nuevos materiales son más sostenibles?

Todos los profesionales estamos obligados a reinventarnos, a que los edificios consuman lo menos posible. Por esto, sus orientaciones, sus masas de fachadas, sus muros… tienen que estar bien pensados. En realidad es volver a la arquitectura tradicional para que la demanda de energía sea la menor posible. Si, además, se puede ser productor de energía, con placas solares, geotermia... mejor. Por último, en Alemania se está aplicando el concepto de pasive house, un vivienda sin dependencia energética. Hay que usar las energías renovables. Aunque en un principio puede ser más caro, a la larga, la amortización de las energías renovables va a ser mucho más rápida. No podemos planificar un edificio para tres, cuatro o cinco años, hay que evitarlo.

Se critica mucho el diseño de las VPO, ¿Cree que es posible hacer estas viviendas igual de acogedoras que las de precio libre? ¿La calidad tiene que resentir necesariamente?

La ordenanza de VPO en cuanto a superficies es mejor que la de la vivienda libre. En la aplicación de los materiales hay que mirar la economía porque nadie construye unas viviendas si no le salen los números. Creo que hay que aprender también a hacer el low cost de las viviendas.

¿Se siente artista o es más pragmática y se considera una técnica?

Considero que la arquitectura es un oficio más que un arte. Una cosa es crear los bocetos, la idea, el concepto, pero el oficio viene de saber llevar eso a la realidad. Los detalles constructivos, la relación con los gremios, aprender de ellos, coordinarles... La parte creativa está presente pero la parte técnica del proyecto es fundamental.

¿Fue acertada la elección de los cubos del Moneo para el Kursaal? ¿Hubiera derribado el anterior?

El Kursaal me parece que está muy bien. Conocí los otros proyectos y los que eligieron acertaron. Moneo es un arquitecto de mucho oficio. Y el resultado final, del papel a la realidad, también fue un acierto. La primera decisión de tirar, en cambio, no fue buena. Fue un momento en el que se pensó hacer viviendas, luego la promotora quebró y se quedó el solar vacío mucho tiempo.

¿A qué ciudad podríamos copiar?

Estuve trabajando varios meses en Wiesbaden y el concepto de nuevos desarrollos de la ciudad es acertado. También hay ciudades que apuestan por la innovación, como Rotterdam, y otras de tamaño medio, como Listz, en Austria, que se fijan en su río. Nosotros tenemos la suerte de tener litoral y río y podríamos aprovechar esa oportunidad, convertirlo en la futura gran avenida de San Sebastián. No todo se debe concentrar en el litoral. El río es la asignatura pendiente que tiene San Sebastián para las futuras generaciones. El litoral está muy bien, pero concentrarlo todo allí, no. Miramos a lo pequeño y a veces la ciudad se queda pequeña precisamente por eso.

¿Qué barandilla le gusta más: la de La Concha o la de la Zurriola?

La Zurriola.

¿Qué sobra y qué falta en la Donostia de hoy?

Le sobra que es un poco acomodada, no sé como decirlo, pero haría que fuera un poco más macarra. Se puede errar pero, si no nos atrevemos a nada, no podemos acertar. Ese miedo a errar hace que seguramente no acertemos. Sin riesgo no se puede hacer nada. Si no, nos vamos a quedar estancados.