LA carga y descarga está bajo la lupa. El Ayuntamiento estudia la aplicación de nuevas medidas para tratar de corregir lo que a diario se convierte en un terreno "molesto" para quienes transitan, por ejemplo, por la Parte Vieja entre las 10.00 y las 11.30, hora límite para estas labores. Muchos coinciden allí en que "los viernes y vísperas de festivos esto se convierte en una guerra".

Aumentar el control de acceso a la zona peatonal con cámaras, añadir más franjas horarias para los repartidores o probar un proyecto piloto de transporte en bicicletas eléctricas (txitas que cargan hasta 180 kilos) son algunas de las propuestas municipales. Los implicados creen que "no hay una varita mágica" y apelan al "respeto mutuo".

Las palabras "estrés", "agobio", "rifirrafe", "multas" están en boca de todos. Esta película de suspense tiene tres actores distintos: vecinos, comerciantes y repartidores. Ninguno está contento con la situación actual y todos proponen ideas para hacer más viable su papel en este guión. Lo difícil es conciliar las exigencias de todos.

La gente mayor, "intimidada"

"Es una guerra diaria"

"Conviven en una veintena de calles un centro comercial (La Bretxa), la zona más potente de hostelería de todo Donostia, vecinos y comerciantes. Es una concentración tremenda de todo. Y, claro, hay broncas". Maite Jauregi, de la asociación de comerciantes Zaharrean, vive esta situación desde un doble papel. El de vecina y comerciante de la zona. Confirma que muchos enfrentamientos surgen porque un "camión aparca frente a un escaparate o a un portal, algo inevitable. El problema es que la gente mayor, y en la Parte Vieja hay mucha, se siente indefensa".

Cree que facilitaría la situación que se habilitasen más sitios de carga y descarga en la zona periférica de la Parte Vieja, y que los repartidores utilizasen carretillas eléctricas para el traslado de material, pero asegura que la solución no es fácil: "Llevo 20 años aquí y creo que el problema nunca se va a solucionar del todo. Es una guerra diaria".

Paseando encontramos a Rosa, una vecina: "Ya ves cómo está todo. Hay mucho tráfico todo el rato y es muy molesto. Cuando se cruzan dos vehículos no hay sitio para nada. Es un caos". Como ella, opinan muchos otros. En el mismo sentido.

¿Y cómo lo ven los repartidores?: "Lo peor es el estrés del horario y que dependes de que el bar te abra en esa franja de (9.00 a 11.30)", afirma un repartidor de cafés. "El margen es muy estrecho. Yo intento aparcar en el Boulevard para no meterme en el lío de si aparcas, le estorbas al de la tienda, que si no le dejas pasar al vecino... Lo que sí se echa de menos es media horita más, hasta las doce".

La pesadilla del repartidor

Atrapados con los horarios

Adentrados en San Jerónimo, un repartidor de setas y hongos está a punto de salir del embrollo. Ha terminado y respira aliviado. "Mira este bar, abre a las 11.00 y a las 11.30 hay que salir de aquí. Eso hace que seamos muchos los que nos concentramos aquí en media hora. Hoy es lunes, pero un viernes o en víspera de festivo, esto parece la guerra. Habría que diferenciar entre la gente que está trabajando y la que no, porque suele ocupar la zona de carga y descarga gente que no está haciendo esa labor".

En la plaza de la Constitución, otro repartidor echa de menos "a los buenos agentes que había antes, que multaban cuando había que multar. Los nuevos deberían tener un poquito de psicología. Estás trabajando y en vez de coger el carro con un montón de pedidos, vas y vuelves con menos material, de miedo a que ten pongan una multa".

Otro repartidor de bebida descargan barriles cerveza de "63 ó 64 kilos". Utilizan un camión grande a modo de almacén "aparcado en el Boulevard y otro para callejear por lo Parte Vieja". Su queja: "Aquí anda mucho representante que se mete con su coche. Pediría más control y creo que ayudaría dar una tarjeta específica a los repartidores para diferenciarles de los que no lo sean. Y esos, que aparquen fuera".