l futuro mandó parar a Carlos Alcaraz en cuartos de final del US Open. El tenista murciano tuvo que abandonar su partido ante Felix Auger-Aliassime porque su físico ya no le daba para más. Saltó a la pista lleno de vendajes y con 6-3 y 3-1 dio la mano al canadiense y puso fin a su impactante trayectoria en el último Grand Slam de la temporada. En el deporte no es tan sencillo quemar etapas y Alcaraz lo ha hecho en los últimos meses, pero su cuerpo no está acostumbrado aún a los esfuerzos de los partidos a cinco sets y las ocho horas de juego en los duelos ante Tsitsipas y Gojowczyk le dejaron agotado y con problemas en el aductor.

“No tuve más remedio que retirarme, no podía seguir jugando”, asumió después el joven jugador de 18 años que admitió que este torneo “me ha hecho madurar mucho y creo que he jugado un gran tenis”. Alcaraz ya aprendió lo que se siente en el centro de la atención cuando se midió a Nadal en el Mutua Madrid Open. Entonces, era aún una joven promesa invitada de la que se llevaba tiempo hablando. Ahora es ya una realidad tras devorar el tiempo. Hace dos años, el tenista de El Palmar estaba más allá del puesto 500 de la ATP y se bregaba en el circuito Challenger. A principios de este año, era el 141º, aún sin acceso a los principales torneos. En julio se llevó su primer título en Umag y de Nueva York saldrá como 38º del mundo, con el billete para los principales torneos asegurado y, sobre todo, con todas las expectativas sobre su cabeza.

Alcaraz es el jugador más joven en ganar un partido en todos los Grand Slams, el más joven cuartofinalista en el US Open, en el Era Open y ya el más joven con diferencia entre los cuarenta mejores de la ATP. Y, probablemente, ahora llega lo más complicado. Al otro lado de la red tuvo ayer a un jugador en el que se puede mirar. Auger-Aliassime también despertó mucho interés hace un par de años cuando jugó la final del Masters 1000 de Miami ante John Isner y ahora, con 21, se ha convertido en el primer semifinalista de un grande nacido en este siglo. Por el camino, el canadiense, ahora dirigido por Toni Nadal, se ha llevado algunas decepciones como haber perdido las ocho finales que ha disputado.

“Esto no me va a cambiar”, aseguró el murciano, cuya carrera guía Juan Carlos Ferrero, lo que supone una garantía porque el alicantino pasó por un proceso similar. Alcaraz vive para el tenis en una casa prefabricada de 25 metros cuadrados rodeada de las pistas de la Academia Equelite que dirige Ferrero. Su capacidad de trabajo es grande, pero su problema, o el de otros, es que debe cargar con las comparaciones con Rafa Nadal. Quienes le rodean hablan de su humildad, de su disciplina, de que su cabeza está bien amueblada, y también de su ambición y valentía, imprescindibles para manejarse en un mundo tan competitivo y exigente: “Quiero ser el número uno del mundo”.

“Va a estar seguro entre los diez jugadores que en el futuro se disputen los Grand Slams”, augura Toni Nadal en medio de la catarata de elogios que le está cayendo al chaval, que tiene las herramientas para llegar muy alto, pero ninguna certeza. En el tenis el listón está muy arriba para él y para todos, por eso Carlos Alcaraz quiere labrarse su propia personalidad y su propio camino para evitar recorrer el mismo que ya han transitado algunos de los más grandes deportistas de la historia. “Intento no meterme presión, no pensar que todos los medios esperan de mí que haga lo que han hecho estas bestias. Cada uno tiene su camino y voy a seguir el mío escuchando a mi equipo, aprendiendo de todo e intentando no prestar mucha atención al mundo exterior”, asegura el tenista del futuro.

Quienes rodean al murciano hablan de su humildad, de su disciplina, de que su cabeza está bien amueblada y también de su ambición