- Casi 70 entidades que defienden la caza como actividad esencial, entre las que se incluyen Adecap-Asociación para la Defensa del Cazador y Pescador y las federaciones de caza de Euskadi y de Nafarroa, han suscrito la carta que fue remitida al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en la que reclaman, además, que se consideren excepciones a las posibles normativas de confinamiento los desplazamientos de cazadores.

La petición está avalada por el estudio El papel de la caza en la mitigación de la sobreabundancia de fauna silvestre, realizado por Christian Gortázar, catedrático del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos de la Universidad de Castilla-La Mancha y del Centro Superior de Investigaciones Científicas-CSIC, que acompaña el escrito presentando al presidente del Gobierno y a los ministerios de Sanidad, Interior y Agricultura.

La petición se basa en la certeza de que “la gestión de poblaciones de animales sobreabundantes es imprescindible, pero completa”, que Gortázar ofrece a modo de conclusión de su estudio, en el que destaca además la necesidad de “considerar las opiniones de todos los sectores afectados y el balance coste/beneficio de las medidas a tomar”.

A partir de esas premisas, considera que la caza es una herramienta aconsejable para el control de la sobreabundancia “ya que contribuirá al control y abaratará esfuerzos adicionales”. Además, sostienen que “los ejercicios de modelización sugieren que la caza funcionará mejor como medio de control de la población si es parte de una estrategia integrada, por ejemplo, combinando la caza con el manejo del hábitat o cuando las enfermedades contribuyen a la regulación de la población”.

Gortázar atribuye a cuatro causas principales la sobreabundancia de algunas especies, al indicar que ese hecho afecta a afecta la vida o el bienestar humanos; a la condición de las propias especies sobreabundantes; reduce la densidad de especies con un valor económico o estético; y es causa disfunciones en el ecosistema.

En su informe indica también que la sobreabundancia genera otros efectos derivados como los producidos en el medio ambiente, los daños provocados a la silvicultura y la agricultura o los accidentes de tráfico por colisiones con fauna. También cabe la posibilidad de que pueda provocar infecciones que sean compartidas con los seres humanos, tales como las enfermedades transmitidas por garrapatas, o con el ganado, como la peste porcina africana.

Ante ese panorama, el investigador señala la caza como un método válido para gestionar eficazmente la sobreabundancia, “al menos en algunos casos (conejos, ciervo) y a escalar geográficas pequeñas a medianas”.

Sin embargo, señala que esta posibilidad no siempre se cumple ya que en el caso de jabalíes y a grandes escalas, las acciones de gestión necesarias para controlar estas situaciones indeseables son fuertemente dependientes de contexto”.

Gortázar señala también que “cuando la caza se convierte en una herramienta para el control poblacional, es necesario establecer un objetivo claro, aceptable para todos los interesados” y subraya que es de suma importancia “convencer a los cazadores de la necesidad de controlar el exceso”. En ese sentido, apunta que la mejora en la fertilidad y la calidad del animal individual inciden en su peso corporal, estado de salud o trofeo y, al mismo tiempo, se obtienen efectos positivos en la percepción pública hacia la caza”. En el lado contrario sitúa “las barreras burocráticas o de otra naturaleza al ejercicio de la caza” que redundarán en “una pérdida ambiental y económica y en un aumento de los daños y de los riesgos sanitarios”.

Tomando en consideración el estudio de Gortázar y las actuales circunstancias de la epidemia de COVID-19, la petición realizada al Ejecutivo español y a los ministerios competentes reclama “que la caza sea declarada formalmente como actividad esencial y se permita la misma en toda España conforme a las respectivas normativas cinegéticas autonómicas y siguiendo las guías de bioseguridad y buenas prácticas para la prevención del

Las consecuencias por el descenso de la actividad cinegética durante los períodos en los que se produzcan restricciones debido a la pandemia propiciarán una superpoblación de algunas especies silvestres como conejos, corzos, ciervos, cabras hispánicas y jabalíes, entre otras, con nefastas consecuencias ambientales, económicas, de salud pública y de sanidad animal.

Un estudio subraya que “la gestión de poblaciones de animales sobreabundantes es imprescindible, pero completa”