ace dos años, Naomi Osaka estaba en el centro de la enorme pista Arthur Ashe de Flushing Meadows. Era la campeona del US Open por primera vez, pero apenas se escucharon aplausos tras derrotar a Serena Williams porque todos los focos apuntaban a la derrotada, que había protagonizado una fuerte polémica con el juez de silla y el público se puso de su parte y olvidó a la japonesa. Entonces tenía 20 años y estaba como abrumada por el ambiente, con un gesto serio y tímido que apenas le dejó disfrutar del histórico momento.

Ayer, Osaka volvió a ganar el US Open, en esta ocasión ante Viktoria Azarenka (1-6, 6-3 y 6-3), su tercer título de Grand Slam en tres finales. Se vio 1-6, 0-2 y 30-40 abajo, pero luchó “para al menos no perder en una hora” y la recompensa fue remontar la final de Nueva York, algo que nadie había hecho desde Arantxa Sánchez Vicario en 1994. Luego mostró una sonrisa nítida para recoger el trofeo ella misma, pero tampoco escuchó la ovación del público porque el coronavirus lo ha sacado del deporte.

Pero ahora Naomi Osaka es otra, una tenista que ha roto su imagen hierática y reservada para abanderar la causa de la diversidad, como hija de haitiano y japonesa que es y poseedora de la doble nacionalidad, ya que reside en Estados Unidos desde que tiene tres años. Cada día del US Open ha lucido una máscara con el nombre de una víctima de la violencia policial y sus redes sociales han hecho de amplificador de esas reivindicaciones. Ya en el torneo de Cincinnati renunció a jugar la semifinal en plenas protestas por el episodio de Jacob Blake que paralizó todo el deporte estadounidense. “Antes que deportista soy una mujer negra. Y siento que hay asuntos que necesitan atención urgente mucho más importantes que verme a mí jugar al tenis”, dijo entonces.

Estas dos semanas ha demostrado que se puede aspirar al título de un Grand Slam sin perder de vista otros asuntos. Ella lo atribuye a una mayor madurez, “a ser consciente de las cosas que me ocurren”. Tras el regreso del tenis no ha perdido, porque la final de Cincinnati ante Azarenka no la jugó por lesión. “La cuarentena me ayudó a ganar tiempo para pensar mucho sobre las cosas, sobre mis objetivos, las cosas por las que quiero que la gente me recuerde. A estos dos últimos torneos ya entré con esa nueva mentalidad. Definitivamente, me ayudó”, aseguró.