as exhibiciones de un deportista deberían significar siempre buenas noticias para el espectador neutral. Lo que hizo ayer Tadej Pogacar en los Alpes, sin embargo, deja un regusto más bien amargo: aún faltan dos semanas para que el Tour llegue a los Campos Elíseos y tiene toda la pinta de que la carrera ya se ha terminado. Pogacar no cantará victoria hasta que cruce la meta de París, porque esto es la élite y nadie está a salvo de sufrir cualquier percance. Pero incluso a este respecto maneja colchón. Su renta en la clasificación general no significa únicamente tiempo que perder en caso de desfallecimiento. Supone también licencia para evitar correr ciertos riesgos. A este cóctel del espectador desencantado le ponen la guinda las propias características del campeón esloveno, un corredor que, pese a su juventud, siempre ha ofrecido un rendimiento sobresaliente en el tramo final de las grandes. En la 20ª etapa de la Vuelta 2019, su primera experiencia de tres semanas, ganó en Plataforma de Gredos para acceder al podio de la general. Y en la misma jornada del Tour 2020 protagonizó la famosa crono de la Planche de Belles Filles, sobre la que sobran los recordatorios.

Repito. Esto no va solo de las piernas de Pogacar, que están como están. Va también de la limpia que, durante estos últimos días, ha experimentado la amplia nómina de favoritos. Porque el esloveno ya se exhibió en la contrarreloj del miércoles. Y, sin embargo, el panorama que intuíamos tras la misma resultaba prometedor. Primoz Roglic, Geraint Thomas, los escaladores del Movistar... Quedaron todos a distancias importantes pero recuperables, lo que apuntaba a un ilusionante "todos contra el líder". Sin embargo, los citados Roglic y Thomas han terminado quedando fuera de combate. Mas y Supermán han confirmado que no acreditan capacidad para amedrentar al vigente ganador del Tour. Y ayer vimos cómo Richard Carapaz, llegado el momento del cara a cara, no pudo ni tan siquiera hacer sombra a su rival. Por si todo esto fuera poco, el UAE, aún sin ejercer de apisonadora estilo Ineos, vino a desmentir su pobre rendimiento del viernes: demostraron los de Matxin que, montaña mediante, sí puede brindar algo de protección a su capo.

Ojalá disfrutemos a lo largo de las próximas dos semanas de un Tour de locos. Ojalá esta página de periódico sirva para ilustrar en un futuro esos casos tan frecuentes de vaticinios que la realidad echa luego por tierra. Ojalá esto no se haya terminado todavía. En lo relativo a la clasificación general claro, porque en la Grande Boucle se dan cita los mejores ciclistas del mundo, y esto siempre es motivo suficiente para sentarse delante de la televisión. Subrayemos también lo positivo: la presente edición no se desarrolla en un contexto de bloqueo. Y esto puede depararnos día tras día preciosas batallas por las victorias de etapa. Esas victorias subestimadas por quienes solo ven ciclismo en verano y que para un corredor pueden valer toda una trayectoria profesional.

Si miramos a lo nuestro, a nuestros ciclistas, a Alex Aranburu y Ion Izagirre se les presentarán ahora oportunidades como la que tuvo ayer el ormaiztegiarra. El escenario resultó durante muchos kilómetros prácticamente idéntico al de su triunfo de 2016 en Morzine, aunque luego el desenlace fuera otro. Y a Alex parece que no le va a quedar otra que recurrir a su nueva versión atacante. Durante las primeras etapas trató de explotar la de puncheur, pero comprobó ahí que el Tour y sus llegadas en grupo son otro mundo. Las ocasiones que se le avecinan tendrán otra naturaleza.

Solo tiene 18 años y ya compite como profesional con el maillot del UAE. Catalán de nacimiento pero valenciano (de Jávea) de adopción, Juan Ayuso ha estado cedido en el Colpack italiano durante la primera mitad del curso, obteniendo grandes resultados y adjudicándose el Giro de Italia sub-23 siendo esta su primera temporada en la categoría. No han tardado en compararle con Remco Evenepoel, símil que ha cobrado fuerza cuando se ha sabido que disputará el día 31 la Clásica San Sebastián. Antes, el 25, también correrá en Ordizia, a apenas cuatro kilómetros del lugar que le vio levantar los brazos el pasado agosto en la prestigiosa Gipuzkoa Klasika junior: Beasain. Ser realista apunta a pensar que, visto su rendimiento reciente, destacará más en la cita ordiziarra que en Donostia. Pero nunca se sabe...

Es una pena. Ane Santesteban, notable ciclista errenteriarra de 30 años, se acerca a la recta final de su trayectoria sin que el calendario femenino haya terminado de ajustarse a sus características. Cuando la carretera se empina, figura ente las diez corredoras más destacadas del mundo; por resultados y por regularidad. Además, rinde todavía mejor cuando se acumulan las etapas y el cansancio, y el fondo entra en juego. Sin embargo, a las chicas ni les hacen subir grandes puertos ni les brindan vueltas más largas que el Giro de Italia y sus diez jornadas, lo que perjudica a la guipuzcoana. A falta de rondas que premien en mayor medida la resistencia, su punto fuerte, por el momento debe conformarse con la prueba transalpina, que arrancó el viernes en Cuneo y que ayer tuvo final en alto en Prato Nevoso.