e llama Javier Romo, tiene 22 años y es de Toledo. Triatleta de notable nivel, el asunto este de la pandemia le pilló en marzo de 2020 preparando una nueva temporada de su especialidad. Una temporada que el coronavirus dejaría en nada. A falta de pruebas, Romo siguió entrenando en cuanto se levantaron las restricciones. Y enseguida encontró un aliciente para exprimirse: dedicarse en exclusiva a la bicicleta, disciplina cuya actividad sí apuntaba a reanudarse. Convertido ya en txirrindulari, el manchego no tardó en acreditar forma y se proclamó campeón de España sub-23 con exhibición incluida, en una actuación a partir de la cual su nombre estuvo ya en boca de muchos. Se fijaron en él hasta en el mundillo World Tour. Del Cafés Baqué amateur pasó directamente al Astana este invierno. Y ahí lo tenemos ya, coqueteando incluso con la victoria. La rozó en la Coppi e Bartali italiana. La esperábamos en la Vuelta a Turquía que terminó el domingo. Pero a Romo no se le terminó de dar bien por tierras otomanas.

En Turquía también estuvo Martí Vigo. Tiene 23 años. Y es de Sesué, un pueblo de la provincia de Huesca. Vigo, habitual en los podios de los Campeonatos de España y olímpico en Pieonchang 2018, era un buen esquiador de fondo que en 2019 optó por una tempranísima retirada. "Se juntaron una serie de circunstancias. Falleció mi padre, estaba desmotivado y quería acabar los estudios de Fisioterapia". Así que empezó a dedicarse al deporte salud, saliendo en bicicleta con su novia Lydia, una ciclista profesional a la que aguantaba la rueda sin problemas. Hace menos de un año, con aquello de la desescalada, empezó a entrenar por su cuenta, como un león enjaulado al que acaban de liberar. Se registró en la red social Strava. Y sus datos llamaron tanto la atención que Martí se animó a disputar el Campeonato de Aragón élite y sub-23, a finales de septiembre. Lo ganó. Tal y como sucediera con Romo, su teléfono empezó a sonar, hasta el punto de que un día escuchó al otro lado del hilo la voz de Patxi Vila. "¿Te importaría que te hiciéramos una prueba de esfuerzo?". Cuentan que Vigo dio valores aptos para destacar en el profesionalismo, recalando finalmente en el Androni italiano. El pasado diciembre, ya en plena pretemporada, se rompió una mano durante un entrenamiento. Y lo de Turquía le sirvió simplemente como primera toma de contacto. Le seguiremos.

Como nos va a tocar seguir a Jay Vine, un ciclista australiano de 25 años que sí pudo dejarse ver a orillas del Mediterráneo oriental. Vine corre desde esta temporada en el Alpecin Fenix, el equipo de Van der Poel. Y terminó segundo la general de Turquía, mostrando buenas dotes de escalador. Lo curioso de su historia, en cualquier caso, reside en el modo en que consiguió firmar un contrato con la escuadra belga: ganando un campeonato de ciclismo virtual. Sí, de ciclismo virtual, de rodillo, esa disciplina indoor que se vieron abocadas a practicar millones de personas en todo el mundo durante la dichosa cuarentena. Un total de 109.000 se apuntaron el año pasado al reto de la compañía Zwift, cuyo vencedor se convertiría en profesional de la carretera. Y nuestro amigo Jay fue el mejor de los cinco finalistas, disparando vatios por doquier. Lo hizo hasta el punto de que su notable papel estos días era esperado por los directores del equipo. "El rodillo y sus valores resultan terriblemente justos. Las cualidades de los ciclistas se pueden medir muy bien en una plataforma de competición en línea. ¿La actuación de Vine en Turquía? No nos sorprendió mucho", ha declarado el técnico Philip Roodhooft. Bienvenidos al nuevo ciclismo. El de Pogacar, el de Van der Poel, el de Van Aert, el de Evenepoel€ Y también el de Romo, Vigo y Vine, los hijos del confinamiento.

Aunque no todo en Turquía estuvo relacionado con la modernización de este deporte. Las vallas, las famosas vallas protectoras en los metros finales de las etapas, fueron de las malas. De las obsoletas. Mientras en Bélgica han estrenado esta primavera nuevas instalaciones, mucho más seguras y menos propensas a saltar por los aires cuando media caída, en el esprint de la cuarta jornada otomana hubo montonera y las primeras imágenes nos hicieron temer algo grave. El principal damnificado fue nuestro último protagonista, el estadounidense Noah Granigan.

De orígenes ciclistas mucho más comunes, este velocista de 25 años, perteneciente al modesto Wildlife Generation, se pegó un buen leñazo y terminó en el suelo, ensangrentado y rodeado por un amasijo de hierros. Mientras era atendido por los servicios sanitarios, otro corredor paró a su lado para interesarse por él. Granigan levantó la mirada y vio a Fabio Jakobsen, a quien el pasado agosto dimos por muerto (aunque suene crudo) después de un accidente parecido en Polonia. Los caprichos del destino quisieron que el neerlandés, aún muy corto de forma, reapareciera en una prueba que seguro que resucitó en él malos recuerdos. Por lo de las vallas, sí. Y por la llegada que la organización se sacó de la manga el sábado, en una larga y kamikaze recta cuesta abajo. Una cosa criminal, similar a la de verano en Katowice. El bueno de Fabio no daría crédito cuando, descolgado del pelotón, cruzó la línea a seis minutos del ganador. Poco a poco.