En días como el de ayer, el del advenimiento a través del Tour, fuerza redentora y salvadora del ciclismo en tiempos del coronavirus, la decisión del pelotón de neutralizar la marcha para evitar riesgos generó un debate entre los que promulgan que la competición se adulteró con esa medida y los que defendían que la prioridad era la salud de los corredores. Los primeros entienden que la amenaza de las caídas está unida irremediablemente al ciclismo, a su dolor y gloria, y por ello no se ha de levantar el pie. En el otro bando sostienen que en unas circunstancias en las que se amontonan las caídas por culpa de un piso impracticable, la medida del pelotón es razonable.

En ese ambiente, Omar Fraile advirtió de que “ha sido una carnicería, se ha debido caer el 80% del pelotón, mirabas y todos llevaban la ropa rota”. El de Santurtzi comandaba el pelotón cuando Miguel Ángel López, su líder, se estrelló: “No quería acelerar. Estaba todo muy peligroso. Tocabas el freno y te ibas al suelo. Yo no tengo problema con la lluvia, pero frené y me caí. Era como si hubiera jabón”. Erviti, por su parte, subrayó que “ir más tranquilos era lo más sensato; la pista se ha puesto muy mala”. El navarro también se cayó.