El palmarés infinito de Erika
baloncesto La pívot del IDK Euskotren, que empezó a jugar a los 16 años, posee un anillo de la WNBA y ha ganado en España ocho Copas y ocho Ligas, además de ser máxima reboteadora y taponadora histórica de la Liga Femenina; ahora da vueltas a su futuro
donostia - No parecía que la vida fuera a llevar a Erika de Souza (9 de marzo de 1982, Río de Janeiro) a las canchas de basket. De pequeña probó el balonmano, el atletismo, el voley... "Hacía de todo, pero el baloncesto no me gustaba. Lo veía un poco bruto, de pegarse mucho, y a mí eso no me gustaba. Soy alta, pero floja, de mantequilla", se ríe la pívot brasileña, de 197 centímetros y que al final se decidió a probar también el baloncesto. "Me insistieron tanto en el colegio que fui a entrenar. Y resulta que me enamoré del baloncesto y dejé los demás deportes", cuenta la jugadora que desde entonces ha desarrollado una impresionante carrera en las canchas y que ahora trata de ayudar al IDK Euskotren a mantenerse en la Liga Femenina Endesa. Su palmarés -con éxitos tanto en el plano individual como en el colectivo en clubes de todo el mundo y en su selección- abruma y da para un buen rato de charla. Empezando por su infancia.
"No fue sencilla. Me familia era muy humilde, mi madre limpiaba casas y mi padre era electricista. Tengo tres hermanos, uno mayor y dos pequeños", cuenta De Souza. Nada más empezar a jugar a baloncesto, su altura y su fuerza llamaron la atención. "Me invitaron a un proyecto para niños con pocos recursos en el club Mangueira. Iba en autobús, estudiaba, entrenaba y volvía a casa. Salía a las seis y media de la mañana y no regresaba hasta las diez de la noche. Eran más de dos horas en autobús".
de brasil a la wnba Con 19 años dejó Río de Janeiro y se fue a Sao Paulo, al BCN de Osasco. "Fue mi primer club profesional. Mi motivación era mejorar la vida de mi familia con el baloncesto. Vi que si llegaba lejos, podría ayudar a mi familia. Mi madre llegaba agotada a casa y quería cambiar su vida. En el Osasco aprendí a jugar. Había chicas de mi edad que lo sabían todo, y yo solo sabía botar, girar y tirar. Fui mejorando y me fichó el Vasco de Gama". En 2002 llegó su primer gran salto: la WNBA. Nada más y nada menos que Los Angeles Sparks. Tenía 20 años. "La entrenadora del Vasco de Gama era amiga de un representante que me recomendó. Fui a un training camp y pasé de jugar en mi país a hacerlo con estrellas. Me di cuenta de que no sabía nada, pero me vieron que tenía posibilidades porque era alta y fuerte, y me cogieron. Me ayudó mucho una jugadora brasileña, Vedrana Grgin-Fonseca".
Fue llegar y triunfar, ya que ese año su equipo se proclamó campeón de la WNBA, así que Erika ganó su anillo. Eso sí, apenas jugó. "Era joven y estaba para aprender. Jugué 36 segundos en un partido de liga regular que estaba resuelto. Pero fue una gran experiencia, siempre digo que mereció la pena. Me sirvió para madurar, porque vivía sola en Los Angeles". También le valió para ganar un dinero que invirtió en remodelar la casa de su madre y poner un negocio a su familia -una panadería- y para abrir una fructífera carrera en la WNBA, donde ha jugado un total de doce campañas, ocho de ellas en Atlanta. "Ahí jugué mis mejores temporadas, dos años fuimos subcampeonas. Perdimos contra Seattle y Minnesota, que tenían dos equipazos".
Durante casi toda su carrera, la pívot ha compaginado la WNBA con la Liga Femenina, donde llegó por primera vez en 2003, al Universitat de Barcelona, entonces un equipo puntero. Al celebrarse las ligas europeas entre otoño y primavera, y la WNBA en verano, es posible para jugadoras como Erika disputar dos competiciones al año. A Barcelona llegó previa experiencia en Hungría, donde recuerda sobre todo el "frío" que pasó, acostumbrada a temperaturas bastante más benignas. "Llegué allí con una camiseta de manga larga y nada más. Me tuve que ir de compras". Más cómoda se sintió en Barcelona, donde hizo piña con los jugadores brasileños del FC Barcelona. "Conocí a Ronaldinho, Motta, Belletti... Solíamos quedar y aún hoy somos amigos y nos vemos en Brasil. Son muy buena gente", comenta.
salamanca, su segunda casa El Ros Casares fue su segunda experiencia en España. En el club levantino estuvo cuatro temporadas (de 2006 a 2010), ganando otras tantas Ligas y Copas. Todos los títulos ligueros los consiguió batiendo en la final al Perfumerías Avenida, que acabó por ficharla en 2010. Y desde entonces Salamanca ha ocupado un lugar especial en su vida. "Es mi segunda casa, después de Río de Janeiro". El tríptico de ciudades que han marcado su trayectoria profesional y personal es Atlanta. Con el Avenida ganó una Euroliga, otras cuatro Ligas y cuatro Copas más, la última el pasado año en Vitoria, donde, además, fue elegida MVP del torneo. "Tengo muchos amigos en Salamanca. He tenido ofertas de mucho dinero de Turquía o Rusia. De mucho dinero, de verdad, pero elegí quedarme en Salamanca. Prefiero jugar en un sitio donde me sienta arropada, como en una familia, que ir a otro país en el que no hay relación entre las jugadoras, no entiendes el idioma, vas de entrenar a casa...". Solo una vez ha jugado en Turquía, en la campaña 2016-17 en el Adani Aski Spor, y lo tiene claro: "Fue mi peor experiencia. No vuelvo".
Esta temporada su intención era la de continuar en Salamanca, pero llegó con la temporada ya comenzada tras haber estado con su selección y se encontró con que el entrenador, Miguel Ángel Ortega, no contaba con ella: "Me incorporé pensando en que iba a jugar ahí, pero ya tenían sus jugadoras y sus planes y yo estaba fuera", cuenta. Ahí entró en escena el IDK Euskotren, que firmó un fichaje de campanillas. Aunque la unión no ha llegado a dar los frutos esperados, ya que tanto el club como ella confiaban en pelear por entrar en la Copa y el play-off y la realidad es que el conjunto guipuzcoano pelea por mantener la categoría tras un curso que está resultando de lo más complicado. "Está siendo difícil", reconoce. "Nunca había pasado por esto en mi carrera, pero es una experiencia de la que hay que sacar lo positivo. Estoy haciendo lo que puedo para ayudar. Lo que les digo a mis compañeras es que tenemos que dar el máximo para dejar al equipo en la categoría en la que lo encontramos. Confío en conseguirlo".
3.264 rebotes y 423 tapones Lo cierto es que a la pívot le costó unas cuantas semanas encontrar su mejor forma, aunque en las últimas jornadas está dejando ya su sello. En el reciente partido ante el Bembibre aportó 15 puntos, 17 rebotes y un tapón para resultar vital en el triunfo. Precisamente es en la faceta reboteadora y taponadora donde más lucen sus 197 centímetros de altura. En sus trece campañas en la Liga Femenina, acumula 3.264 rebotes y 423 tapones, siendo la líder histórica en ambos apartados estadísticos. "Nunca pensé que llegaría a algo así, pero me gusta, la verdad. Estoy ahí debajo del aro y mi obligación es ayudar al equipo. Me gusta coger rebotes y poner tapones. Espero que las marcas queden por mucho tiempo".
Erika tiene por delante cinco partidos para engordar estas cifras individuales, aunque su prioridad es conseguir la permanencia con el IDK Euskotren. Y para ello sería importante ganar hoy en la visita al Campus Promete, que cuenta con una dupla interior muy potente -Vanessa Gidden y Leia Dongue-, así que doble trabajo para la brasileña. "Para nosotras es otra final. Tenemos que hacer nuestro mejor baloncesto. Sabemos que será un partido complicado, pero estamos trabajando bien y entrenando duro para salir de ahí con la victoria. Ellas son muy fuertes por dentro, así que tocará estar concentrada desde el minuto uno".
Una vez acabada la temporada, De Souza no tiene aún decidido su futuro. El 9 de marzo cumple 38 años y su plan inicial era despedirse en los Juegos Olímpicos con Brasil. Pero tres derrotas en otros tantos partidos en el Preolímpico dejaron a las cariocas sin ir a Tokio. "Fue un golpe muy duro", reconoce la pívot, que iba a disputar sus cuartos Juegos Olímpicos. "Lo primero es acabar bien la temporada aquí y luego voy a jugar con un equipo de Brasil. Después pensaré si quiero seguir o no. También quiero tener familia".